Revista Coaching

Maltrato emocional del fracaso

Por Interesproductivo @RoberttiGamarra

“Tu realidad es tu fortaleza”, dijo alguien a un emprendedor que había cerrado su negocio con una deuda abultada a la que no era capaz de hacer frente. “Tu situación es la que es, para bien o para mal. Es con eso con lo que tienes que jugar para salir adelante”.
Maltrato emocional del fracasoCuesta creer que así sea cuando se está en medio del problema. De hecho es fácil entender estas palabras como una delicatessen de alguien que no está sufriendo las consecuencias del maltrato emocional del fracaso. De aquella conversación extraje unas conclusiones sobre lo que padecen quienes se encuentran en esa situación, como son:
Enfrascarse en el problema es vivirlo como un acontecimiento de vida o muerte, analizando continuamente todos los detalles, repasando cada acción con la intensión de encontrar el fallo. Sin embargo, no se encontrará nada, porque no existen fallos. Si se ha actuado con honestidad, por qué se asume esa realidad temporal como un episodio personal.


Considerarse un estafador
es un sentimiento que suele aflorar cuando un empresario honesto ha realizado una acción con sus clientes y no es capaz de cumplir con los compromisos derivados del acuerdo. No por un capricho ni por estrategia de evasión, sino empujado por la realidad económica de su sector. Si esta eventualidad se origina en una crisis económica global, ¿por qué debe uno sentirse un estafador? Esa sensación es sólo el recurso psicológico de la persona que quiere cumplir con sus obligaciones y no puede hacerlo, lo cual en si  mismo ya es una señal de honestidad.

Asumir todo como algo personal es natural cuando el emprendimiento es de pequeña escala, porque el contacto directo con los usuarios del producto que se pone en el mercado es inevitable. No existen mandos intermedios donde amortiguar la gestión, por lo tanto cuando las acciones llevan al éxito, se vive en primera persona sus efectos, del mismo modo como ocurre con el fracaso. Para superar este sentimiento hay que darse cuenta de que todos los movimientos que se ha venido haciendo se engloban en un marco legal corporativo, por lo que la persona no debe estar en la base de ninguna resolución, sino la propia empresa.
Vivir constantemente con miedo es la consecuencia de esa relación directa con los usuarios del producto. Desde el momento que se configura un mapa de incumplimiento de las obligaciones con los proveedores o con los propios clientes, el miedo es constante, porque cabe la posibilidad de encontrarse cara a cara con ellos. El hecho de haber trabajado con ellos mano a mano ayuda muy poco, porque los perjudicados prefieren tratar el problema personalmente, antes de enredarse con resoluciones legales. Pero el emprendedor debe asumir esa realidad, alejándose de las personas, y acudir al marco legal para garantizar el cumplimiento de las obligaciones. Al fin y al cabo la manera de cumplir con todo el mundo no siempre consiste en hablar cara a cara.
No relajarse nunca es un gran problema, porque no hay tiempo para visualizar la realidad desde fuera y encontrar un camino alternativo. Es sumamente complicado asumir el momento con calma cuando se tiene un sentido de responsabilidad muy puro, pero es preciso conseguirlo. Estando en constante tensión se pierde la perspectiva y no se piensa con claridad. Para resurgir del problema debe haber un momento de paz donde vuelvan a regenerarse el optimismo, la confianza, la seguridad en los valores del individuo.
La solución es desconectar, aunque sea, por unos días. Alejarse completamente de los problemas, las reclamaciones, las amenazas legales… Una vez se vuelva, los problemas seguirán en el sitio donde se dejó, pero la visión habrá cambiado de forma radical, porque se habrá entendido que más allá de esa situación existe otra realidad, y es la realidad de la persona Si te ha gustado este artículo, compártelo. Gracias.   


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