Malvados, John Connlly
“Malvados”: En el año 1693, los colonos de una pequeña isla de Maine, Santuario, fueron exterminados. Desde entonces, la isla se ha repoblado y ha disfrutado de trescientos años de paz. Hasta ahora. Una banda de criminales se dirige hacia allí en busca de la mujer que traicionó y envió a la cárcel al cabecilla de todos ellos. En su camino sólo se interponen Sharon Macy, una agente de policía novata, aunque decidida, y el jefe de policía de la isla, un hombre gigantesco, extraño y taciturno conocido con el nombre de Joe Durpree, alias Melancolía. Santuario vio correr sangre inocente en el pasado y no tolerará una nueva matanza.
John Connolly (Dublín, 1968) estudió filología inglesa en el Trinity College de Dublín y periodismo en la Dublin City University. Colabora regularmente con The Irish Times y reside en Dublín, pero pasa parte del año en Estados Unidos, donde se desarrollan sus obras. Es autor de la serie de novelas policíacas protagonizadas por el detective Charlie Parker.
Malvados es una novela que podríamos catalogar dentro de una variada gama de subgéneros, como el thriller de terror, el llamado woman in jeopardy, o mujer en peligro, e incluso el suspense psicológico. Se trata de un título independiente del ciclo del detective Charly Parker, aunque Connolly se permite el gusto de incluir en la novela un par de apariciones de este personaje que no van, sin embargo, más allá de la mera anécdota, pero, eso sí, Malvados comparte con la serie de Parker el mismo tipo de oscura hiperestesia y elementos sobrenaturales que tanto gustan al autor.
Situada la acción en Maine, hay quien opina que esta novela de Connolly no llega a ser más que un mal remedo de las obras de Stephen King y, sin embargo, Malvados no deja indiferente al lector. La historia, en principio, es bastante sencilla: una tragedia que ocurre en el pasado deja tras de sí un rosario de muertos cuyas almas no logran alcanzar el eterno descanso. El paso de los años nos traerá hasta un presente en el que la historia parece que va a repetirse. Lo curioso de ella es la forma en la que el autor la va presentando, creando una anticipación en el lector que, prácticamente desde el principio, sabe lo que va a ocurrir. John Connolly no juega con ambigüedades en este sentido, porque la cuestión que importa no es qué va a suceder, sino cómo va a hacerlo. Y lo cierto es que el autor realiza un buen trabajo en este aspecto, ya que es difícil escribir casi cuatrocientas páginas y mantener el interés del lector, pese a que éste tenga la certeza absoluta de cuál será el final.
malvados">malvados">malvados">Escrita de forma muy gráfica, los pasajes descriptivos y las imágenes visuales que crea el autor no solo inspiran vida a la historia, sino que logran transformar algunos capítulos de la novela más en escenas cinematográficas que literarias. Articulada con corrección, el autor, no obstante, concentra sus esfuerzos tanto en la elaboración de una prosa que transmita tensión como en la creación de un escenario opresivo, que va cerrándose sobre los personajes a medida que avanza la historia. La inquietante aparición de esos seres sobrenaturales, que en principio pueden descolocar al lector, y la atmósfera desolada de esa remota isla, que en el momento culminante queda aislada por una tormenta de nieve, acaban por establecer un vínculo con la realidad y con los personajes que se mueven en ella. Un vínculo resistente a cualquier tipo de escapatoria y que actúa como un polo magnético que atrae, de forma inexorable, a un diabólico asesino que habrá de enfrentarse con fuerzas mucho más poderosas que él.
Y es que, a medida que Moloch, un nombre diabólico para un hombre diabólico, y su grupo de asesinos sanguinarios se aproximan a la isla, las fuerzas taumatúrgicas que la pueblan se agitan más y más. John Connolly enrosca esos dos poderes malignos, el sobrenatural con el antinatural, en una lucha cuyo final, ya se ha dicho, no es sorprendente lo cual, en lugar de estropearlo, lo vuelve más tenso y lleno de suspense.
Malvados es, por otra parte, una novela repleta de acción, en la que los asesinatos brutales abundan, y poblada de personajes a los que Connolly da vida con maestría y a los que enfrenta en dos bandos antagónicos hasta situarlos en las antípodas, el uno del otro: frente a la maldad demoníaca de Moloch y su banda, Connelly emplaza la bondad pura y auténtica de Joe Dupree, el sentido del deber de Sharon Macy y la indómita lucha de una mujer, Marianne Elliot, dispuesta a batallar hasta el final por su vida y la de su hijo.
Tres son los personajes principales de esta novela: Marianne Elliot, Joe Dupree y Moloch, aunque el autor se permite personificar a la isla y convertirla en un cuarto actor de la historia, una isla dotada de espíritu, como aquella de la serie Perdidos, que atrae sin remisión a esos tres personajes para impartir una justicia que, sin embargo, no es justa con uno de ellos. Tal vez porque Connelly, incapaz de hacerlo en otras historias, eligió esta novela para permitírse matar a uno de los protagonistas. Lo cual, quizá, es lo único que no le perdonen los lectores que le siguen con fruición.
Recomendable para los incondicionales del autor, menos para aquellos que buscan una historia de criminales en la que las fuerzas sobrenaturales no desempeñen ningún papel y, por el contrario, sí lo hagan las fuerzas policiales, cuya evanescencia en Malvados es, a mi modo de ver, el mayor error que comete John Connelly. Cuesta más creer que el FBI sea incapaz de seguir el rastro de cadáveres que Moloch y sus secuaces van dejando tras ellos que en las almas en pena que habitan Santuario.
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