Revista Diario

Mamá a tiempo completo: pros y contras

Por Belen
A raiz de lo hablado en uno de mis blogs favoritos, Una mamá(contra)corriente ,se me antoja contaros qué tal resulta esto de ser mamá a tiempo completo. Como todo en la vida tiene sus pros y sus contras. Hay cosas buenas, cosas no tan buenas y por supuesto también hay cosas malas.
El hecho de poder criar y educar a mi hijo no tiene precio, y eso no lo cambio por nada del mundo. Cuando mi niño tenía 5 tiernos meses me tuve que incorporar al trabajo. Lo dejaba con mi madre, en mi casa, y yo tenía jornada reducida, vamos que a las 14,30 estaba de regreso. Pero como para todas las madres, fue muy duro dejarle. Después mi niño tuvo problemas de salud cuando tenía un año, lo que me obligó a cogerme una excedencia. Solo duró un mes, y después regresé al trabajo. Nuevos problemas, nueva excedencia y después acepté un ERE, de esos que se han puesto tan de moda en los últimos tiempos. Ese ERE me ha permitido quedarme en casa pero no con la manos vacías, con un paro y un dinerillo extra que nos ha permitido respirar económicamente.
El plan era aprovechar los dos años de paro, criar al peque en casa, y después coincidiendo con el inicio del colegio, buscar trabajo. Por ahora el plan sigue su curso, aunque con la situación laboral actual no sé yo si encontraré trabajo, pero ese ya es otro tema del que hablaré en su momento.
El caso es que de la noche a la mañana mi vida cambia por completo, horarios solo los que marque el peque, atenderle a él al ciento por ciento. Cuando tu hijo tiene problemas de salud los miedos se acentúan y vives más alerta que nunca, y así fueron los primeros meses, casi el primer año. Se me pasó volando y ni me di cuenta, la verdad. Pero poco a poco se va haciendo durillo, mi hijo es altamente inquieto, tanto física como intelectualmente lo cual me obligó este curso que ya casi acaba, a buscarle actividades que nos permitieran divertirnos, aprender y movernos. Pequeteca, Música, Piscina y el resto del tiempo parques, centros comerciales.... Ha sido un duro invierno. Eso me obliga a estar de la ceca a la meca casi todos los días, los que quedan libres nos ocupamos de las tareas domésticas, compra, comidas, limpieza. A eso se unen los ratos en casa, seguimos estimulando, cuentos, juegos... Recientemente el aprender letras, números, formas. No porque yo lo quiera, sino porque él lo pregunta, le encanta aprender letras nuevas, ha aprendido a contar de pura emoción que le daba. Le gusta saber deletrear las letras de los yogures que se come. Entre tanto también soy cuentacuentos. Le encanta aprendérselos para luego contarlos él, y corregirte por supuesto cuando te saltas una palabra, o cuando la entonación no es la correcta. También soy cantante, le encanta repasar en casa las canciones que aprende en música, en la pequeteca. Las de música además las debe repetir en casa, que para eso voy con él, para que luego siga practicando ritmos, entonaciones, y demás cositas que hacemos con su profesora.
Todo esto como podréis suponer me lleva la mayor parte del día. Por la tarde-noches ya estoy exhausta, y no tanto físicamente, sino psicológicamente. Físicamente, desde que duerme del tirón por las noches, logro descansar y me repongo durmiendo. Pero el no poder desconectar de vez en cuando unas horas es durillo. No poder relacionarte con muchos adultos, también es complicado, ni hablar por teléfono a veces puedo, y eso no todo el mundo lo comprende. Por ahora no me da tiempo a cubrir otros intereses, o aficiones, o hobbies. El día no me da para más. Cuando se acuesta ya estoy tan cansada que no doy más de mi.
Diréis que esto le sucede a todas las madres, aunque trabajen. ¡Claro! si yo no lo pongo en duda. Por supuesto, y encima ellas madrugan y se van de sus hogares a currar, en muchos casos dejándose la piel. No, no, si yo no me pongo como la pobrecita que no trabaja y fijáos la papeleta que tengo en casa, no me entendáis mal. Trabajar no es la solución. Trabajar, a veces, te da la oportunidad de relajarte mentalmente, de desconectar un poco de la dura tarea de educar y criar, de relacionarte con otros adultos, de hablar de temas que no sean estrictamente infantiles. Pero no por el mero hecho de trabajar, sino por el mero hecho de salir y desconectar de la vida familiar.

El educarle y enseñarle como lo estoy haciendo la verdad es que no tiene precio, es algo gratificante y enriquecedor para ambos. Pero el no tener un par de horas al día de descanso mental también es a veces difícil.

No me olvido de Papá, claro que no, cuando llega de trabajar entra en la dinámica de juego, diversión, enseñanza y educación, claro que sí. A él le toca la parte más física, ¡afortunadamente!, aunque también cultiva el arte de la pintura y el cuentacuentos.

Y por supuesto no olvidemos las artes tipo super nany: control de malos comportamientos, juegos de recompensas, relajación, motivación, .... , y es que ese carácter algo indomable que tiene me obliga a tenerle un pelín controladito, que sino se me desmadra y es peor.
Y por supuesto de vida de pareja poca, los dos al final del día nos tiramos literalmente en la cama, exhaustos.
Aunque si ponemos todo en una balanza, creo que al final gana el ser mamá a tiempo completo.


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