Revista Educación

Mamá, cuando te mueras te echaré mucho de menos

Por Noelia-Golosi @ElBlogDeGolosi

Mamá, cuando te mueras te echaré mucho de menos

Sólo escribir el título de esta entrada ha hecho que el corazón me dé un vuelco de nuevo y que en el estómago vuelva a tener un nudo difícil de deshacer. A diferencia de la mayoría de entradas, esta vez el título es lo primero que he escrito, sin haberlo pensado antes, pero es que no podía ser otro. Ha sido el comienzo de todo, del mal trago que me ha hecho pasar mi niña esta tarde y del aun peor que ha pasado ella. Además creo que es contundente y evidencia el tema sobre el que trata hoy mi post, no?
Ha sido tras recoger a Miss del colegio y a Míster de la guarde. Lo normal habría sido dirigirnos a casa para comer yo, jugar un rato con ellos y bañarles pronto antes de ir a recoger a Papagoloso al trabajo. Pero de camino se me ha ocurrido ir al centro comercial y aprovechar para mirar unas cosillas para la fiesta de Halloween que ronda mi cabeza. Todo bien, Miss ha subido a un cacharrito y se ha portado todo lo fenomenal que debe portarse una niña de cuatro años yendo de tiendas.
Antes de salir del centro comercial a Miss le han entrado ganas de ir al baño, y allí que nos hemos metido ella, Míster en carro y yo. Nada más sentarse ha empezado a susurrar algo que yo no acababa de entender, lanzándome los brazos como para abrazar mis piernas, entre sollozos. Al no entenderla me he agachado para ver qué decía y cual ha sido mi sorpresa cuando he visto que le caían lágrimas de verdad. Y en eso que me coge fuerte y me dice: Mamá, cuando te mueras te echaré mucho de menos... No voy a decir lo que he sentido en ese instante, porque no puedo.
Con obligada tranquilidad e intentando quitar hierro al asunto, he puesto una medio sonrisa en mi cara y le he dicho que no te preocupes aun de eso, que para que suceda queda mucho mucho tiempo, que para entonces seremos muy mayores. Pero ella insistía. Cuatro o cincos veces más. Y yo con lo mismo, de la forma más cariñosa y tranquilizadora que he sabido, intentando desespera e infructuosamente que en mi cabeza apareciera la fórmula mágica, en forma de palabras, que hiciera desaparecer la desazón de mi pequeña. Y cuando el papá se muera le echaré mucho de menos, y lloraba aun más. Y yo en mi mantra, que uy! yo no me preocupo, que para eso queda mucho. Y sigue. Y le añado que a mí tampoco me gustará, también le echaré de menos, pero hay que disfrutar ahora e intento no pensar eso, porque queda mucho tiempo hasta que el papá sea tan mayor. Y es que ella da por hecho que, al ser mayor que yo - cuatro años -, Papagoloso morirá antes. Igual que da por hecho que sus amigas uno o dos años mayores lo harán antes que ella, e intenta consolarse pensando que le quedarán las que son más pequeñas. Y Míster.
Y conforme avanza la cosa peor me voy sintiendo, peor voy entreviendo la salida, el final. Lo siento, no soy perfecta. Me encantaría poder dar respuesta a todas las dudas de mi hija, que en un tiempo serán las de mi hijo; ojalá tuviera contestación convincente y adecuada a su nivel de por qué nos morimos, de por qué vamos al cielo, de cómo vamos al cielo, de si cuando ella se muera nos veremos en el cielo, de por qué no vamos al cielo, de por qué no cabemos todos en el mundo si hasta Uruguay hay mucho sitio porque está muy lejos. Pero no puedo, no soy capaz, en parte debido a mi empatía, y al ramalazo de madre protectora, y a no saber qué está preparada para escuchar y para entender a sus cuatro años y medio. Joder! Pensaba que estas dudas existenciales tardarían algo más en llegar.
Sí es verdad que hace poco más de una año, cuando falleció la abuela de Papagoloso, empezaron a surgirle ciertas dudas al respecto. Y dejaron verse algunos miedos, imagino que sobre todo por el choque con esta realidad hasta el momento inexistente para ella. Pero salvo algún comentario puntual, no ha ido a más. Algunas noches se despide de la abuela por la ventana, con su padre, enviándole besitos y deseándole las buenas noches. Y tan contenta se va a dormir.
Pues lo que decía, que no sé si la he ayudado algo, si he calmado su preocupación o todo lo contrario. He intentado ir añadiendo algo más al discurso inicial, como que lo importante es ser felices mientras estamos aquí, disfrutando cada momento, siendo buenas personas y queriéndonos. Tampoco he querido decir mucho más, ya que a cada nueva frase intentado esclarecer las dudas y calmar su pena aparecía una nueva pregunta por su parte a la que buscar respuesta por la mía. Harto difícil.

Y de camino al coche: Y si no vamos al cielo dónde vamos? Hala! Para qué le he tenido que decir que realmente no vamos al cielo. Pues nos quedamos en el recuerdo y en el corazón de los que nos quieren, eso es lo importante, por eso hay que intentar disfrutar y ser felices. Realmente está mi hija preparada para este tipo de explicaciones? Quizá sí. O quizá la confundo más. Soy partidaria de decir la verdad a los niños sin inventar historias ni mentiras sólo por esconderles la realidad un poco oscura, pero también creo que cada cosa ha de hacerse a su debido tiempo y adaptarlo a la edad y al nivel del pequeño. Pero esto que suena tan bien dicho así, no es fácil.
Mientras subíamos al coche le he preguntado qué música quería escuchar, se la he puesto y al minuto se ha quedado dormida. Tantas ganas tenía yo de desahogarme que en lugar de bajar a casa he ido directa al trabajo de mi marido, casi una hora antes de su salida, no para verle, sino para quedarme tranquila en el coche y conectarme al Twitter aprovechando que Míster también se había quedado dormido. Y me ha servido. Ha sido publicar mi Tweet y obtener respuesta de varios amigos tuiteros. Gracias, muchas gracias, porque aunque no os lo creáis cada uno de vuestros tweets ha sido un soplo de aire, un masaje en mi agarrotado estómago que me ha hecho volver a la normalidad.
Quizá a muchos de los que leáis esto os parece exagerada mi actitud. Por lo general me considero una persona bastante racional, coherente y con sentido común, pero a pesar de mis esfuerzos por controlarlo, el tema de la muerte toca mi vena sensible. Después de una temporada de apenas dormir pensando en la muerte de seres muy queridos y cercanos y, ya siendo madre, en la mía y por tanto en la falta que sufrirían mis hijos, pensaba que lo tenía superado. Veo que no. Cuando en alguna ocasión el tema me ronda la cabeza hago lo imposible por encontrarle algún sentido, alguna posible forma de sobrellevarlo llegado el caso, o borrarlo de mi cabeza. Esta tarde ha sido ineludible.
Mamá, cuando te mueras te echaré mucho de menos
PD: Me repito, gracias a los tuiteros que os habéis interesado y habéis estado ahí en mi momento de flojera. Incluso el sencillo "cuántos años tiene?" de Paparracho ha sido un alivio ;-)
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