Sinopsis Editorial:
En su lecho de muerte, la madre de esta novela susurra una palabra justo antes de apagarse: «Comedme».
Todos sus hijos sabían que lo haría, pero no deja de ser un último deseo engorroso, cuando no cruel. Los Seltzer son canibaloamericanos, pero los hermanos deben ahora enfrentarse a sus contradicciones, a sus dudas, a su modernidad, a la tradición, a la culpa, a conflictos fraternales y a demasiados kilos de carne roja, incluso aunque se la repartan entre los doce hijos. Un plato de mal gusto. Y aun así, si no lo hacen, si no se cenan a mamá esta noche, no podrán cobrar la herencia. Y quizá no vuelvan a verse. El Séptimo ve en ese festín problemas logísticos y emocionales. El Segundo solo ingiere comida kosher, el Noveno es vegano, el Primero odiaba a la matriarca (y los valores tribales y cadenas familiares que representaba) y el Sexto ha muerto (uno menos para el reparto).
Después de hablar de madres judías sobreprotectoras y de dioses desalmados en enormes éxitos de ventas y crítica como Lamentaciones de un prepucio, Shalom Auslander va aún más allá y firma una sátira, hiperbólica pero tremendamente certera, desternillante y también triste, de cómo gestionamos nuestra memoria familiar, nuestro dolor y nuestro dinero los que nos quedamos en el mundo cuando alguien importante se nos muere.
De todas mis lecturas de este año, este, con diferencia, es el libro que menos me ha gustado. Reconozco que me llamó poderosamente la atención la sinopsis y me lancé a comprarlo sin leer opiniones previas y está claro que me pude haber ahorrado el dinero. En todo caso es un libro bastante bien valorado, así que imagino que no haber conectado con él quizá sea culpa mía y no de la historia en sí.
La novela nos cuenta la historia de una familia canibaloamericana (de las pocas que quedan ya). La tradición de este particular pueblo dice que al morir un familiar el resto debe comer al difunto, para que una parte (o varias ) de él, siga viviendo en los que quedan.
La madre de esta historia está tan comprometida con su herencia genética que en su lucha por no perder su identidad y que su pueblo continúe habitando el mundo, decide tener un montón de hijos, a ser posible varones, para que engendren más caníbales y que sus tradiciones continúen por siempre. Pero una cosa es lo que quiere y otra lo que ocurre. Desde que empieza a parir hijos, les llama por el orden en que van naciendo (Primero, Segundo, Tercero... Duodécimo) y la única mujer que tiene la mala suerte de nacer en esa familia se queda con el nombre de Cero "porque eso es lo que vale... nada". El caso es que la madre viendo que sus planes no acaban de tomar el camino debido, "obligará" a sus hijos a comérsela, como manda la tradición caníbal, si quieren ver un sólo dólar de la herencia que les toca, que no es poca y es entonces cuando surgirá el conflicto.De verdad que la premisa es interesante y como poco original, pero yo me he aburrido desde el principio y no he remontado en ningún momento. No he encontrado esa sátira desternillante por ningún sitio y desde luego solo pensar en trocear a la señora, que además pesa un quintal, me estaba poniendo enferma. Y por qué no lo dejé, pensaréis, pues porque lo he ido leyendo poco a poco, combinándolo con otros libros y por saber si realmente todos estos hermanos acababan heredando o no.La novela va a alternar el momento presente donde todos los hermanos están delante del cuerpo de su madre decidiendo qué hacer, con el pasado, el de la familia y el de sus antepasados que llegaron a América procedentes de la vieja patria (una patria de la que nadie recuerda ya su nombre).Poco a poco iremos conociendo tanto a la difunta, un personaje que me ha parecido horrible, como a sus hijos, aunque la novela se centrará sobre todo en Séptimo. En realidad no hay dos hermanos que se parezcan, bueno sí, unos que nacieron gemelos, pero que se sienten gemelas (otra decepción para su madre). Las diferencias entre ellos son tantas (en la forma de vivir, en la forma de pensar, en la forma de entender la familia, en la religión que adoptar, en la identidad sexual, en la forma de querer y recordar a la madre..) que ponerse de acuerdo será sumamente complicado. Da la sensación de que cada miembro de esa gran unidad familiar representara una parte de la sociedad y esta es, imagino, la sátira de la historia, la obsesión por la identidad y la tremenda crítica social en general que podemos adivinar sin problema.Como digo, la historia prometía, pero a mí me ha resultado además de aburrida, por momentos repetitiva, pero en general ha gustado a los lectores, sobre todo a quienes ya conocían a este autor (que no es mi caso), así que os animo a darle una oportunidad. Yo no creo que repita. También reconozco que esto del humor, además lo digo siempre, es muy personal. A veces depende del sentido del humor del lector, o incluso del momento en que se decide leer cierto tipo de novela. Lo que está claro es que tendrás que leerlo para saber hacia que la lado de la balanza te inclinas.