Ayer fue el Día de la Madre. En realidad, desde que eres madre, todos los días son tal, pero una vez al año se celebra con este episodio algo ñoño, pero también bonito y merecido.
Lo cierto es que una de las mejores decisiones que he tomado en mi vida ha sido ser madre y la segunda mejor decisión… vencer los miedos para repetir. Tengo dos hijas y la segunda llegó porque no quería que la mayor se quedara sola. Es verdad que hay gente que se siente sola entre hermanos, pero no es mi caso. La verdad es que resultaría difícil, porque somos cinco.
Volviendo a mi argumento, pensé que mi hija necesitaba un hermanito. Es verdad que eso de que los hijos únicos son egoístas y caprichosos es una generalización absurda e injusta. Pero yo quería que mi hija conviviera con otra personita, en la que tuviera un o una compañero de juegos… y de riñas.
En cuanto supe que estaba embarazada y que todo iba bien, ansiaba secretamente que fuera otra niña. Se llevan menos de dos años, así que van quemando etapas juntas. Educarlas es como ir a la escuela. Una enseñanza no reglada, pero continua, y si bien resulta duro en algunos momentos, también es enriquecedor y, por decirlo de alguna forma, muy muy rosa, que es lo ocurre cuando tienes unas niñas tan femeninas, cursis y fans de las princesas como las mías.
Por supuesto si un hijo agota dos a veces aniquilan las reservas energéticas (me quito el sombrero ante las mamás de tres y hasta de cuatro criaturas, haberlas haylas). La responsabilidad por momentos asusta, pero hay días, cuando estás realmente cansada o has sufrido alguna pequeña decepción, cuando el trabajo te ha estresado de más, en los que me detengo y pienso que ellas son la mejor inyección de adrenalina. Y si ese día no me apetece el ritual de baños y cenas, no hay excusa, maternidad obliga. Doble esfuerzo y doble satisfacción cuando las acuesto.
El sábado dormí rodeada, bien protegida por mi guardia particular. A un lado mi primogénita, al otro mi pequeña. Son como el día y la noche y al despertar llegó el momento de darme el regalo del "Día de las Mamis". Mientras la mayor no había desvelado qué me había hecho, la pequeña me contó su secreto la misma jornada que acabó la obra de arte, el jueves pasado. Tengo unos abanicos preciosos y una práctica bombonera, amén de un poema a la mejor mamá … mamá Arantxa, en este caso.
Soy mujer y por ello madre (y debe quedar muy claro que lo primero no implica necesariamente la segunda condición, como piensan aquellos que tienen una mentalidad retrógrada y trufada de convencionalismos machistas). Madre por partida doble. Una madre que hoy luce unas ojeras de color violáceo porque esta noche una de mis niñas me ha despertado con sus pesadillas. Esperemos que mis dos polluelas tengan a bien hoy dormir de tirón.