Estoy convencida de que el oficio más importante del mundo es el de ser madre. Una madre tiene la inmensa responsabilidad de criar y formar personas, que todos esperamos crezcan, con valores, principios y amor. La responsabilidad debería ser compartida con los padres, pero todos sabemos que muchas veces el padre no está y otras tantas el padre aunque está, sólo se limita a proveer, pero no a dar todo el afecto que un bebé necesita.
Son muchas las madre que deben trabajar, y entonces empieza ese terrible dilema y aquellas preguntas intensas: ¿con quién dejo a mi bebé? ¿se sentirá sól@? ¿estará bien que lo deje tantas horas? ¿pero si no trabajo cómo lo mantengo? Y esa madre se va acostumbrando a ese desapego que el bebé debe también superar.
Recuerdo que cuando me tocó reincorporarme a mi trabajo luego del postnatal tenía que levantarme a las 430am para dejarle todo listo a mi bebé. Aquello de secarse el cabello o maquillarse, había pasado a la historia. Llegaba a la oficina ya cansada. Cuando comenzó la guardería fue peor porque además de madrugar, mi hijo lloraba a mares cada mañana para despedirse. Sin embargo nada de eso le importaba a mi jefe que sólo quería que yo llegara a las 8 EN PUNTO (llegar a las 8:15am era tomado como una afrenta). Para mi era dificil decirle a mi hijo que no podría llorar más de 5 minutos, que por favor no se le ocurriera hacer pupú cuando estuvieramos por salir, que no se ensuciara la camisa del uniforme, entre otras muchas variables más… y en la noche, al regresar, yo no tenía la misma tranquilidad de antes para cargarlo, abrazarlo o amamantarlo.
El sistema debe cambiar, o mejor dicho, debemos cambiarlo, el trato laboral de una madre con hijos pequeños, no puede ser igual al de el resto de las mujeres. Porque nuestro contexto personal ha cambiado, pero es un contexto personal que afecta y que impacta en la sociedad, en la medida en que tengamos madres tranquilas también tendremos hijos felices y mejor formados.
Definitivamente si los hombres parieran, otra sería la historia…..