Perdonarán los lectores el discutible gusto del título, pero la expresión, muy garciamarquiana, es difícilmente expresable de otro modo. No es tomar del pelo, no es burlarse, no es hacer mofa. Es mamar gallo.
¿Cómo llamar la historieta de las adecuaciones de los campamentos o zonas veredales o de tolerancia, cuando Fondepaz celebra contratos de adecuación y construcción con firmas dedicadas a la venta de cacharros y abarrotes? ¿Cómo llamar la figura cuando otro de esos contratos, que montan la friolera de cincuenta y tres mil millones de pesos, se va a ejecutar con un empresario especializado en la venta de mascotas para juego de los niños? Seamos serios. No quieren que las tales zonas de ubicación se terminen porque prefieren mantener vivo un motivo de tardanza o un obstáculo insalvable en el camino, amén de que alguien se robe más de cincuenta mil millones de pesos. Están mamando gallo.
Lo que pasa con los niños reclutados es nueva prueba del aserto. El mundo está pendiente del regreso de miles que las FARC se han robado a las familias campesinas con los fines detestables que conocemos. Y los niños no aparecen. Pero las FARC tienen el cinismo de asegurar que los retienen porque no quieren ponerlos en peligro, en manos del Bienestar Familiar. De pronto alguien abusa de esas niñas que han cuidado tanto, o llegan a dañarle el alma a cualquiera de esos niños que han conservado con tanto esmero en sus jardines infantiles. Y los niños no aparecen. Pero las FARC tienen el cinismo de asegurar que los retienen porque no quieren ponerlos en peligro en manos del Bienestar Familiar. De pronto alguien abusa de esas niñas que han cuidado tanto, o llegan a dañarle el alma a cualquiera de esos niños que han conservado con tanto esmero en sus jardines infantiles. Y el Gobierno tolera semejante abuso y cree que el mundo se traga el embuchado. Están mamando gallo.
Nadie sabe a estas alturas cuántos eran los guerrilleros de las FARC, ni qué cosa sean los miles de sujetos que han llegado a los campamentos para recibir alojamiento, comida, servicios, cuidados médicos, todo gratuito, más unos cuantos millones de pesos de enganche y despedida. Ni una palabra sobre semejante asunto, sino que debemos atenernos al cuidado que las FARC tendrán a la hora de hacer relación de sus miembros. No me crean tan majadero, dirá el más paciente, al comprobar que le están mamando gallo.
Ya se han vencido varios términos para levantar el inventario de las armas que se entregarán y otros para la entrega y destrucción de muchas de ellas. Pero como los “containers” no están listos, no se ha empezado el inventario. Sin duda, con las armas también están mamando gallo.
Dicen todos, los del Gobierno y los bandidos, que en este año van a trabajar unidos para erradicar cincuenta mil hectáreas de coca. Según la última noticia, se ha convenido en el Caquetá la destrucción de trescientas hectáreas. Sin duda, nos están mamando gallo.
En lo mismo andan cuando repiten que el Ejército va a erradicar, por su cuenta, otras cincuenta mil. Ahora el entrenamiento militar comprende el voleo de machete y el uso del recatón. Es indignante y claro que nos maman gallo.
Las FARC no tienen un peso para indemnizar a las víctimas de sus atrocidades. Pero alguien está vendiendo tanta cocaína y tanto oro que se mantiene quieto o a la baja el dólar. Debiéramos hacer la paz con estos tipos y olvidarnos de los pobretones de las FARC.
Una y otra vez callan estos canallas cuando las familias destrozadas preguntan por centenares de secuestrados, comprobadamente por las FARC. Ni una palabra. Y Santos también hace en esto de alcahueta. Porque aquí no importa la verdad, ni se respetan las víctimas ni se busca la paz. Lo único que importa es hacer felices a estos desalmados, para que sigamos jugando al Premio Nobel. En todo lo demás, nos maman gallo.
Fernando Londoño via @CarlosAMontaner
TwittearEnviar este artículo a tus seguidores
Revista Opinión
MAMANDO GALLO