Y un día aparecen dos rayitas en el test de embarazo y pasas de llamarte por tu nombre, de ser una mujer adulta, pensante y con derechos a ser simplemente “mami”, “mamita”, “nena”. Y así como de un momento al otro pasamos de ser mujeres sanas a ser bombas de tiempo a punto de estallar siempre bordeando la patología y el riesgo, de la misma manera perdemos toda identidad y al parecer también toda capacidad de razonar y entender y ahí va cuesta abajo nuestro derecho a que se nos de toda la información verdadera, completa y suficiente y sobre todo a que se respeten nuestras decisiones informadas.
Todxs sabemos que a Violeta se le explica, se le consulta y Violeta decide, a “mami” se le informa y “mami” acepta, porque “mami” vive en relación de dependencia, solo porta la panza y ya con eso tiene bastante, no es sujeto apto para tomar decisiones ni hacerse responsable. “Mami” no sabe, no entiende y no hay tiempo ni ganas de explicarle; es medio taradita “mami”, está embarazada y llena de hormonas y ya sabemos todxs que a las “mamis” embarazadas hay que hablarles despacito y suave porque lloran por todo y de todo hacen un drama y no hay que decirles las cosas claras, ni darles toda la información, porque se asustan de todo, son muy impresionables las “mamis” y además tampoco sabrían que hacer con esa información, para eso están “los que saben” a quienes “mami” mansamente entrega todo el poder y el control sobre su cuerpo y el de su criatura. Como también sabemos todxs que a las “mamis” con hijxs fuera de la panza hay que darles muchos consejos y opinarles de todo, aunque no lo pidan, porque sino “mami” no sabría ni atarse los zapatos y quien sabe que haría con su hijx.
Como siempre, el lenguaje nos inocuo, ni fuera de contexto, revela todo un sistema de pensamiento, toda una cultura. Somos la sociedad que somos porque tenemos el lenguaje que tenemos. No es solo una falta de respeto y un abuso de poder que como mujer llame al profesional de turno por su nombre o en su defecto su apellido mientras el/ella me dice “mami”, sin siquiera mirarme a los ojos. Como tampoco es casual que como mujeres reproduzcamos el esquema y andemos por la vida llamando a otras mujeres “mamis”, una sola palabra que explicita como las mujeres nos vemos y sentimos frente al sistema médico hegemónico y como este nos trata. El patriarcado exige de nosotras obediencia y sumisión, un cuerpo sin identidad e historia y mucho menos razonamiento propio que puede y debe ser intervenido y manipulado según creencias y opiniones.
Que nos llamen “mamita” es infantilizarnos, es habilitar que puedan decidir por nosotras quienes saben, quienes hacen todo “por nuestro propio bien y el de nuestra criatura” aunque eso se traduzca en intervenciones innecesarias que mutilen, maltraten y droguen nuestros cuerpos y que sobre todo minen nuestra integridad y nuestros derechos. No pueden llamarnos por nuestro nombre y tratarnos como taradas, no pueden llamarnos por nuestros nombres y esperar que sin más acatemos. Usar nuestro nombre implicaría tener que hacerse cargo que están frente a otro ser humano con derechos y ante todo con conciencia, por eso tienen que cosificarnos e infantilizarnos, volvernos un ente abstracto sin historia y del que no tienen registro de manera concreta y personal, una entidad desvalida y frágil y con poca capacidad de entendimiento que es “mami”. Encima ellxs son tan buenos y nobles que toman todo el control y el poder sobre "mami" asi ella puede dedicarse tranquila a leer revistas ligth.
Somos personas con nombre e identidad propia, más allá de nuestra condición de embarazadas o madres, que es tan solo un aspecto de nuestra vida, ni nuestro destino por portación de útero, ni una invitación a que otrxs piensen y decidan por nosotras. Con esa palabrita que es tan dulce en boca de quienes si corresponde, es decir nuestrxs hijxs, se legitima, avala y nosotras aceptamos todo un modelo de salud, social, político y económico de sumisión, obediencia e invasión de nuestra sexualidad, intimidad y derechos, una palabrita que encierra y perpetúa el peso del patriarcado.