Mañana.
Llevo en mis manos los fragmentos
de un corazón roto por tus balas.
Tan indefenso como un pequeño,
tan agotado como un viejo moribundo.
Puedo ver los finales tras la colina de tus ojos,
un lugar a la izquierda de la nada…
Para enterrar mí pala y sembrar su cuerpo
mientras esperamos el olvido de algún amanecer.
Y no somos más que las sobras de tus manos,
aquel juguete roto que tiraste a la basura
en un increíble desdén por las cosas bellas.
Tan solo un recordatorio invisible de los daños.
Seré la muerte en un reclamo a tu memoria,
una forma de cobrarte los segundos…
Y seguirte los pasos por una eternidad
para marcarte en el pecho mí nombre entero.
Llevarás entonces bajo tus brazos mi pala
y ante tus ojos mi corazón y sus fragmentos.
Serás la vida que se extingue por propia mano…
Tras un bocado autoinflingido de veneno.
Y es que la vida nos da vueltas con descaro
y hasta la serpiente es solamente otra presa,
una invitada más a la ironía de la consciencia…
Que absolutamente todo cobra sin pensarlo.
-Mañana-