Una obra en la que se entremezclan las historias íntimas, los pensamientos y sensaciones de un niño de diez años ante cosas que no llega a comprender del todo pero que empieza a intuir, y retazos que nos muestran cómo era su país –el Congo Bazaville de la época. Historias de andar por casa y reflexiones sobre alta política nacional e internacional. Un mundo convulso que vemos a través de los ojos de este niño, quien a su vez intenta completar el puzzle con lo que le cuenta su padre, oyente fiel de “La voz de América” (que emitía en francés en buen número de países).
“La radio es casi un personaje más en el libro. Quería mostrar que incluso en un país pequeño, como Congo Brazaville, los niños y los mayores aprendíamos a través de la radio. Era esencial, y lo conocíamos todo. No queríamos escuchar la radio nacional, porque sólo daba información sobre el presidente; en cambio la Voz de América se convirtió en una de las emisoras más seguidas”.
Y eso a pesar de que, en aquellos años, vivíamos “en una África ‘comunista’. Nos acabábamos de independizar y alinearnos con la Unión Soviética era la forma de rebelarnos y desligarnos del colonialismo. Había que aprender ruso, no inglés ni francés, porque estos eran los idiomas del capitalismo. Y había que leer a Marx, claro”. Precisamente los Marx y Engels están muy presentes en su libro, a través de la figura de su tío, un comunista de buena posición, en el que teoría y práctica no terminan de converger.
Pero en realidad éste no es un libro de política, ni mucho menos; es un texto que pretende, sobre todo, narrar el ambiente de una familia congolesa de la época. Con sus peculiaridades (para nosotros), sus traumas, sus costumbres y sus diversiones.
Así, aprendemos cómo el pequeño Michel vive con total naturalidad el hecho de tener dos madres. La biológica y la primera mujer de su padre, que le acoge en casa como si de un hijo más se tratara. –“Yo tuve la suerte de tener dos madres. Y para mí era una ventaja. Porque si una no te daba algo, siempre podías pedírselo a la otra. Y los hermanos eran reales, todos me aceptaban como uno más. Aquí he visto hermanos de sangre que viven en el mismo barrio y apenas se ven”, explica Mabanckou”- . Y vemos, en cambio, como Mama Pauline sufre por tener tan sólo un hijo y se desvive acudiendo a médicos y hechiceros que le ayuden a volver a procrear. Así conocemos también el mercado, el hotel para extranjero donde trabaja el padre, la tienda del sastre, el profesor de la escuela… Un crisol de personajes que nos trasladan a una época que, a primera vista, puede parecer extremadamente lejana pero que en realidad, quizás no lo sea tanto.
En definitiva, un relato contado con tono ingenuo, divertido y con mucho sentido del humor, en el que Mabanckou retrata su propia infancia. “Para mí es un libro diferente a todo lo que he escrito antes, porque es en el que más me he confesado”, afirma sin dudarlo.
Alain Mabanckou, posando con su libro
'Memorias del Puercoespín', ganador del Premio
Renaudot. Fuente: Congo Pluriel
Alain Mabanckou (1966, Pointe-Noire República del Congo), es licenciado en Literatura y Filosofía, ha trabajado en diferentes universidades estadounidenses y ha escribo un buen número de libros, que le han valido premios de renombre como el Renaudot por Memorias del Puercoespín” (1966) o el Premio de los cinco Continentes de la Francofonía por Verre Cassé (2005).
Su última obra, publicado en Francia el año pasado, es Le Sanglot de l’homme moir, un libro con el que ha levantado polémica al apelar a la responsabilidad de los negros en su presente y su futuro, criticando a las voces que culpan de todo lo que hoy sucede al colonizador. “Hay que parar de llorar y tomar el destino en nuestra manos”, dice con rotundidad.