Ramiro es un actor de teatro que vive la etapa más interesante de su carrera profesional. Está ensayando Otelo, de Shakespeare, donde encarna al personaje principal y se siente fuertemente atraído por Mónica, la actriz que interpreta a Desdémona. Está tan ocupado con su obra y su carrera que ni siquiera contesta las llamadas de Vicente, su padre, quién lo busca insistentemente.
Una mañana soleada, Ramiro corre en el bosque de Chapultepec y se topa con un joven que está apunto de meterse un tiro en la cabeza. Ramiro trata de convencer al joven de que matarse no es necesario. El suicida le advierte que es un ave de mal agüero y le aconseja que se vaya porque que su mal es contagioso, pero Ramiro se niega a irse. Finalmente logra convencer al joven de ir a tomar un té y cuando este cruza la calle para acercarse a Ramiro es atropellado por un camión de remolque que pasa a toda velocidad.
Ramiro se encuentra todavía en shock cuando se maquilla frente al espejo del camerino y le cuenta a Mónica la tragedia que acaba de presenciar. Ella intenta reconfortarlo: “Hiciste lo que pudiste” -le dice. Pero Ramiro no hace más que recriminarse así mismo el no haber visto al camión que mató al jóven. Mónica le pide que corra a hacerse una limpia porque la mala suerte se contagia.
Durante el ensayo con Mónica, Ramiro saca un pañuelo amarillo y Mónica entra en pánico porque el color amarillo está terminantemente prohibido en el teatro por ser de pésima suerte. En ese momento, ella recibe una llamada de la policía para informarle que su hermano acaba de morir atropellado por un camión en Chapultepec. Colérica, le dedica una mirada resentidísima a Ramiro y le grita: ¡Ave de mal agüero!, mientras sale llorando del escenario.
Más tarde, el director de la obra corre a Ramiro por instrucciones de Mónica, quién además de ser la estrella, es la productora del proyecto. Adiós, Otelo.
Al día siguiente Ramiro va al asilo a ver a su padre, Vicente, y lo encuentra hablando cariñosamente con Guillermo, su medio hermano. Después de un tenso saludo Vicente les anuncia a sus hijos que está desahuciado y les pide que busquen a Lidia del Bosque, un amor de su juventud, porque quiere verla antes de morir. Al salir del asilo Ramiro le dice a Guillermo que no piensa ayudar a su papá porque éste se negó a ser un buen padre cuando fue niño y luego le pide que toque madera porque está contagiando la mala suerte. Guillermo se niega a obedecerlo porque no es supersticioso.
Acto seguido, Guillermo pierde su empleo y su novia lo manda a volar. Por su lado, Ramiro inicia un viacrucis para sacudirse la mala suerte. Ve a una cartomancista que lo califica como un resentido y a un brujo de Catemaco que le dice: “las cosas que no salen en su momento, se corrompen”. Después de la limpia, Ramiro se siente liberado de su mala racha.
Guillermo busca en Internet a Lidia del Bosque y encuentra a una mujer con ese nombre. Llama a Ramiro y lo convence de ir a conocer a la mujer.
Lidia del Bosque tiene una escuela de baile en la colonia Roma. Los hermanos la visitan y enseñan una vieja foto de Vicente y ella se conmueve muchísimo, pero cuando llega su marido, Lidia niega conocerlo y les pide que se vayan. Felices por haber cumplido el deseo de su padre, Ramiro y Guillermo salen de la escuela de baile.
En ese momento son asaltados por un par de rufianes que terminan llevándose el coche de Guillermo, quién le grita a Ramiro: “nomás te vuelvo a ver y en un segundo mi vida ya es una mierda”. Los dos se pelean a media calle y cada quién termina yéndose por su lado.
Al día siguiente Guillermo busca a Lidia del Bosque y, aprovechando que su marido no está en la escuela, ella decide visitar a Vicente en ese mismo instante. Mientras tanto, Ramiro va a visitar a su padre pare decirle que han encontrado a Lidia del Bosque. Para su sorpresa, Vicente le dice que no les pidió que buscaran a ninguna Lidia del Bosque, si no a Lidia de la Fuente. El mal entendido detona la tensión entre padre e hijo y ambos y terminan gritándose frente a otros viejos que viven en el asilo. Por su lado, Guillermo y Lidia se trasladan hacia el asilo y mientras conversan, se dan cuenta de que ella no es la persona que estaban buscando.
Vicente empeora, el tumor se ha apoderado de su cabeza y su estado raya la demencia, confunde a sus hijos con sus hermanos y les confiesa que, a pesar de los enojos con Ramiro, éste ha sido siempre su favorito. Por primera vez, Ramiro se siente querdio por su padre. Sin embargo su suerte parece empeorar, busca trabajo en un comercial y se da cuenta de que su fama de ave de mal agüero sigue creciendo dentro del gremio; furioso, se monta en la bicicleta y parte a toda velocidad mientras las imágenes de su padre y él cuando era niño se agolpan en su cabeza. En un crucero, Ramiro se estrella contra un auto conducido por un tipo que pelea por celular con su mujer.
En su casa, con una pierna fracturada, Ramiro recibe la visita de su amigo Alfredo, quién le regala una carta astral. La carta le recomienda que supere los resentimienos que vienen del pasado y que se anime a mostrar sus sentimientos.
Momentos después, Ramiro revisa sus fotos viejas y encuentra una en la que aparece Vicente cargándolo y mimándolo cuando era niño. Decide ir al asilo para decirle a su padre que, pese a todo, lo quiere pero no se da cuenta de que se ha confundido de cuarto y le abre su corazón al anciano que duerme en el cuarto de al lado. De cualquier forma, Ramiro está listo para acompañar a su padre en sus últimos días.
Ramiro va al teatro para buscar a Mónica, se reconcilia con ella y la acompaña en el estreno de Otelo. Al final de la función se besan y se van a cenar.
Al día siguiente Ramiro recibe una llamada de alarma y va corriendo al asilo. Encuentra a Vicente agonizando, acompañado por Guillermo. En ese momento entra Mónica al cuarto, está disfrazada de una mujer mayor y se hace pasar por Lidia. Vicente cree que por fin encontró a su amor de juventud y muere en paz.
Después de enterrar las cenizas de su padre en el bosque de Chapultepec, Ramiro y Guillermo deciden irse a tomar una chela, juntos, por primera vez.