Han pasado ya al rededor de 22375 años desde el nacimiento de Alejandro el Grande y se sigue hablando de él. Se han cumplido 50 años desde que el hombre logró pisar la Luna, y, es un hecho que se recuerda y recordará con mucho orgullo. Se dice que los Mayas comenzaron a asentarse al rededor del año 2000 a.e.c. y aún estudiamos su cultura, su forma de pensar, de organizarse, de vivir.
El hombre actual nace, comienza a crecer, asiste a la escuela, se desarrolla en un entorno y aprender a tomar decisiones y a afrontar situaciones que le sucedan. ¿El fin? Que se cree un futuro. Pero, ¿por qué es que nos preocupa tener un legado? ¿Será que los Mayas hayan, no pensado, sino querido que después de muchísimos años se supiera de su existencia? Porque si damos un vistazo a nuestro mundo, la gente busca eso; que se recuerde quiénes fueron y que se hablen de ellos, que su nombre no se olvide ni lo que hicieron. Pero,¿será un simple sentimiento en autodefensa a la idea de que un día vamos a morir? o, ¿realmente es un deseo egoísta?
Uno nunca piensa en irse, no regularmente; pero es algo que tenemos en mente y que por más distraidos, atareados u ocupados podemos llegar a olvidar o evitar. Al crecer uno crea lazos que nunca quiere perder o que se lleguen a romper, aunque puede suceder. Y el hombre trata de que su vida sea vivida de la mejor manera. Esforzarse en el presente para que, no sólo en un futuro lejano, el día de mañana nos presente cosas positivas. Lo que más queremos es ser felices y que los demás también logren hacerlo. Pero es cierto, no es fácil.
Y no es fácil porque la vida misma presenta sus problemas, presenta obstáculos y nos da golpes; de los cuales debemos parender a levantarnos, que no siempre se logra. Con el paso del tiempo todas las decisiones que hemos tomado, todas esas relaciones que hemos creado, todas esas risas, lágrimas que hemos provocado en otros, esas veces que lloramos y gemimos al no ver la salida, esa vez que brincamos y gritamos de felicidad, eso en lo que creíamos y defendimos y lo apoyamos firmemente son ladrillos que van construyendo nuestro ser y nuestro «legado». Por eso es tan normla decir frases como: <<Vive este día como si fuera el último>> o, <<Has que valga la pena>>, <<Debes dejar huella para que nadie te olvide>>. Es normal preguntarnos qué pasará con nuestra familia cuando ya no estemos, qué sera de nuestros bienes materiales, qué serán de nuestros amigos. Y es normal regar una que otra lágrima al pensar esto. Así que…¿es normal querer dejar huella? Por una parte sí.
Es natural pensar que cuando lleguemos a morir dejaremos todo en manos de otros y es eso lo que queremos. No deseamos que se pierda eso por lo que estuvimos luchando años, eso por lo que hicimos sacrificios e incluso nos superamos. Es normal querer hacer mucho en pro de los demás y que ellos hagan lo mismo por otras personas; y queremos que aunque ya no estemos entre el mundo nuestro eco sí.
Ahora bien, esto no es justificación para cuando una persona quiere sobresalir sobre los demás cueste lo que cueste y se tenga hacer lo que sea. Esa gente y más que nada esa forma de pensar lastima a muchísima gente y los lastima a ellos mismos.
Y no me queda más que decir algo que pareciera trivial o incluso cansado: «Seamos felices haciendo felices a otros». Si lo hacemos, por accidente incluso haremos que el eco de nuestros actos resuenen por todas partes. Pero algo hay que tener muy claro y grabado, hacer cosas por los demás por de verdad querer hacerlas; no para que los demás lo vean y hablen de nosotros.
Saludemos al que tenemos a un lado, lloremos con los que lloran para poder fortalecernos, ayudemos a los que no pueden por sí solos y aprendamos de los demás; no importa qué nos haya hecho la persona, algo pósitivo o negativo, aprendamos a qué hacer y qué no hacer. Luchemos por lo correcto aunque nadie esté a nuestro lado porque, físicamente quizá no lo estén pero en el corazón somos más de un mundo.
