Cuando un club histórico desciende a los infiernos de la Segunda División por primera vez en su historia, la luz se apaga, empieza un camino oscuro, con más miedos que ilusiones y siempre obligado a encontrar el final del túnel. La afición aprieta, la economía huye y las deudas crecen. La situación de un club histórico en los infiernos es de desesperación absoluta. Esto le pasó a Independiente de Avellaneda cuando en la temporada 2013/2014 se vio jugando en la B Nacional. Fichar sin dinero, renovar a buques insignias prometiendo el oro y el moro y, por supuesto, intentando apostar por la cantera. Y allí, en esa situación de incertidumbre, un “rojo” de toda la vida, un jugador que sufrió con su equipo de pequeño, que mamó las entrañas de club y que no había tenido mucha confianza en el primer equipo, se puso al frente de Independiente siendo la brújula del equipo en su ascenso de nuevo al cielo argentino. Hablamos de Federico Mancuello.
"Soy hincha de Independiente y estuve ahí desde los 14 años, por eso al salir del club fue como dejar a la novia de siempre. Nadie se comunicó conmigo"
Federico Mancuello es un jugador de 1989 que desde los 14 estuvo en las inferiores de Independiente de Avellaneda. Su debut se produjo en el 2008 ante Arsenal, 1-2 perdió el “rojo”. A partir de aquí, Mancuello entró en el equipo jugando más de 15 partidos por temporada hasta que se fue cedido en la temporada 2011/2012 a Belgrano. Una curso que le sirvió para madurar y entrar con más fuerzas el año siguiente, aunque fuera el del descenso. Luego, lo explicado. Resurrección.
Para entender la explosión de Mancuello hay que empezar hablando de un jugador zurdo muy polivalente, capacitado para jugar de lateral/carrilero izquierdo, banda izquierda, mediocentro o media punta. Su primera etapa lo hizo pegado a la cal; ya fuese de lateral o de extremo. Su rapidez le permitía subir y bajar, desbordar, mantener posición y equilibrar líneas. El problema es que era poco consistente, le costaba parar a los extremos rivales y su capacidad ofensiva a veces era limitada, pero era un jugador de esfuerzos continuos, cosa que el aficionado siempre aplaudía.
Ya en la B y con Brindisi, Federico comenzó de nuevo en banda, pero cuando llegó De Felippe su posición pasó al medio del campo en el rol de doble 5, es decir, al doble pivote. Antes ya había jugado allí, pero sin continuidad, era más una solución, un recurso. Es en esta posición es donde hemos visto al mejor Mancuello. Toque exquisito, siempre orientado, rápido, zancada para generar en gambeta, llegada y sobre todo, enorme lectura ofensiva. Junto a estas características se une un golpeo de balón preciso. Su temporada revolucionó al perfil que teníamos sobre él. Inflexible en el medio, temperamental, líder y protagonista. El gran ídolo de la afición. Aunque sí que es verdad que en algunos partidos, De Felippe lo volvía a colocar a banda cuando daba entrada a un doble pivote más defensivo. No obstante esto, los aficionados veían en él, la brújula idónea para subir al equipo a Primera. Y así fue.
Ya en lo más alto de la élite argentina, Mancuello sigue incrustado en el medio, sigue mandando y sigue siendo básico para Independiente. En 8 partidos ha anotado 6 goles. Brutal. Su rendimiento está por encima de todos sus compañeros, y es, a día de hoy, uno de los mejores centrocampistas del campeonato. Pinta a Europa en breve, en invierno o en el próximo verano. Puede ser que no tenga nombre de estrella, que no sea Bochini, Francescoli o el Kun Agüero, pero es el hombre que guió a Independiente de nuevo a Primera División, y eso, eso no lo olvidará ningún aficionado del“rojo”.