Alli McCracken.-- El presidente Obama debería felicitarse por el progreso logrado con el deshielo de las relaciones cubano-estadounidenses, pero hay un asunto pendiente que podría y debería aún atender: devolver la base naval estadounidense en Guantánamo al pueblo cubano. Al hacerlo así, podría también resolver otro de los dilemas que han acosado a su gobierno: el cierre de la prisión allí levantada.
En noviembre de 2015, Codepink llevó a 60 delegados hasta la ciudad de Guantánamo donde se iba a celebrar una conferencia sobre la abolición de las bases militares extranjeras. Para poder profundizar en el impacto de la base naval de Guantánamo sobre el pueblo cubano, hicimos un viaje a Caimanera, una pequeña ciudad de 11.000 habitantes que colinda con la base naval de EEUU en la costa suroriental de Cuba.
Caimanera es calurosa y húmeda. Casas pequeñas y coloristas, aunque deterioradas, pueblan las estrechas calles del municipio. Hay cafés llenos de gente donde se dispone del codiciado wifi. En medio de la ciudad hay una impresionante plaza central decorada con estatuas de héroes revolucionarios cubanos y en las calles de alrededor hay varios colegios, un centro cultural comunitario, las oficinas del Comité de Defensa de la Revolución y otros edificios.
Desde 1903, Caimanera ha sido vecina de la base naval estadounidense que ocupa un espacio de alrededor de 117 kilómetros cuadrados. Antes de la revolución cubana de 1959, Caimanera bullía con el ajetreo de los civiles y marines estadounidenses que la visitaban desde la base y que vertían millones de dólares en la industria turística, sobre todo en el sector de los bares y la prostitución. Miles de cubanos estaban empleados en la base naval. Tras la revolución dirigida por Fidel Castro, EEUU cortó relaciones con Cuba y el personal militar se vio confinado en la base. El gobierno cubano dejó de cobrar los 4.085 $USA anuales del alquiler y exigió que se le devolviera esa tierra al pueblo cubano.
Cuando nuestros autobuses entraron en la ciudad, fue como si toda la comunidad hubiera venido a saludarnos. Hombres con traje, mujeres con uniforme de trabajo, gente sosteniendo grandes pancartas en las que se pedía el cierre de las bases militares extranjeras y cientos de niños con sus uniformes escolares alineados por las calles, sonriéndonos y agitando banderas cubanas. En realidad, la ciudad entera había salido a recibirnos y todos parecían emocionados.
Pasamos el día visitando la ciudad con su alcalde y el gobernador de la provincia de Guantánamo. Llegamos hasta un mirador donde con binoculares podíamos ver el indeseable vecino de Cuba. La base naval estadounidense, se nos dijo, representa una ocupación ilegal de la tierra cubana que viola la soberanía territorial de la isla. La base se asienta en una zona vital de la bahía que mejoraría enormemente la economía local si esa tierra se devolviera. Creen, como Raúl Castro ha dicho, que el cierre de la base es una condición fundamental para la total normalización de relaciones entre las dos naciones.
Una parte de la base naval que para nuestros anfitriones cubanos es especialmente atroz es el infame Campo Rayos X y otros edificios que forman la prisión militar estadounidense donde, a partir del 11 de enero de 2002, han tenido encerrados a 779 prisioneros de la “guerra contra el terror” de EEUU . Los cubanos son muy conscientes de que el presidente Obama, en la campaña de 2008, prometió cerrar la prisión y de su posterior fracaso a la hora de cumplir tal promesa. Siete años después, allí siguen 105 prisioneros.
El 11 de enero marca catorce largos años desde que el primer prisionero llegó a la tristemente célebre prisión. Los activistas y defensores de los derechos humanos de todo el mundo están pidiendo a Obama que haga uso de sus poderes ejecutivos para cerrar la prisión y poner fin a esta desgracia en la historia de EEUU.
Al culpar al Congreso del retraso en el cierre de la prisión, el presidente Obama se ha quedado sin excusas. Algunos de los altos expertos en Guantánamo de Obama sostienen que el presidente no necesita la aprobación del Congreso para cerrar la prisión. Después de todo, el presidente Bush no obtuvo la aprobación del Congreso cuando la abrió. Afirman que, de acuerdo con la Constitución, el Congreso no puede especificar en qué instalaciones hay que encerrar y juzgar a cada detenido.
En su último año como presidente, Obama debe enmendar dos errores que ayudarían a salvar su legado: cerrar la prisión militar estadounidense y anunciar su voluntad de cerrar la base naval estadounidense de Guantánamo y devolver esa tierra al pueblo cubano.
El presidente Obama ha dicho que le gustaría visitar Cuba antes de dejar su cargo. ¿No sería maravilloso que visitara Caimanera para anunciar que va a cerrar la prisión y que ese encantador puerto cubano sea finalmente devuelto a sus legítimos propietarios? El pueblo de Caimanera –y los pueblos de todo el mundo- saldrían a aclamarle.
Alli McCracken es la coordinadora nacional del grupo pacifista CODEPINK, que tiene su sede en Washington D.C.
Traducido del inglés para Rebelión por Sinfo Fernández
http://www.counterpunch.org/2016/01/11/send-obama-to-gitmo/