Revista Opinión

Mandar no es dirigir

Publicado el 03 mayo 2016 por Manuelsegura @manuelsegura

television

Meses atrás, mi nombre circuló entre los candidatos para optar a la dirección general de la radiotelevisión autonómica murciana. Hubo quien me lo dijo personalmente, quien me telefoneó o me envió mensajes al móvil. La verdad es que nunca supe a ciencia cierta de dónde surgió el rumor. Como el mío, otros nombres -algunos de entrañables compañeros del oficio- se barajaron también para este cargo que, supongo, a más de uno le provocaba chiribitas en los ojos. O ponerlos a girar en círculo como hacía la desaparecida Marujita Díaz. Una tarde me llamó por teléfono un compañero de otro medio para que se lo confirmara. “No lo creo. Nadie me ha dicho nada”, le dije con sinceridad. “Pues que sepas que estás en la quiniela”, respondió muy convencido. Y me citó en una terna.

Por lo que leí en esos días, el tipo de candidato que se buscaba era alguien de reconocido prestigio, independencia, rigor y solvencia profesional, al objeto de que concitara el consenso de los cuatro grupos que conforman la Asamblea Regional, órgano que debería elegirlo en votación. Tras meses indagando y buscando a esa persona -como hacía Diógenes con un hombre en la Grecia antigua-, uno de los partidos representados en el parlamento regional pareció encontrarlo en la Universidad, que no es mal sitio, por cierto.

La verdad es que no conozco al elegido, el profesor de la UMU, Juan Miguel Aguado, al que le deseo éxito sincero. Es más, desconocía su trayectoria ni en cuántos medios de comunicación había trabajado hasta la fecha. O si solo se ha dedicado a la labor docente, algo encomiable, por otra parte. Aunque mi admirado José Martí Gómez suela sostener como un serio problema que un elevado tanto por ciento de los profesores de Periodismo y Comunicación no hayan ejercido nunca como periodistas, supongo que siempre habrá excepciones que confirmen la regla. Lo que sí que he leído es que los distintos portavoces parlamentarios, cuyos diputados lo han elegido por unanimidad de derecha a izquierda, hablaban de un “candidato idóneo”, “imparcial” y “conocedor de cómo debe ser la comunicación en el siglo XXI”. Pues, si fuera así, miel sobre hojuelas, por lo que espero que mantengan esa misma opinión en un futuro próximo, aunque algunos no salgan entonces tanto en pantalla como quisieran, pues ya se sabe que los políticos suelen ser insaciables en esta cuestión y que incluso les encantaría estar tocados por el don de la ubicuidad mediática.

Durante casi cinco años y medio ocupé la dirección de la televisión pública estatal en esta Región. Intenté hacerlo con la mayor dignidad posible, con criterios democráticos de independencia y pluralidad y respetando siempre el trabajo de mis compañeros. Aquella experiencia me sirvió para colmar el ego en lo que a calentar sillones se refiere. Mi vinculación a RTVE supera ya con creces las tres décadas. Y confieso que en ella me quisiera jubilar algún día, sin dejar un solo cadáver en el armario. Soy feliz haciendo a diario lo que hago, a pesar de tener que tropezarme de forma habitual con algún inane, permitiéndome el placer de dar mis opiniones allí donde se me requiere, como es el caso de este periódico en el que escribo. Ese es mi sentido de la libertad de expresión, el que siempre he defendido, tan personal como intransferible, como el ADN, algo a lo que no estoy dispuesto a renunciar a estas alturas de viaje.

Cuento esto, fundamentalmente, para todos cuantos creyeron ver en mí, en algún momento, para lo que fuera, un posible candidato a cualquier cosa. La experiencia me ha llevado a concluir que hay gente que, por no ser, no debería ser nunca ni presidente de su escalera. En la última reunión de mi comunidad de vecinos intentaron nombrarme. Y como comprenderán, me resistí como gato panza arriba. He aprendido que mandar, por mucho que alguien se empeñe, nunca será lo mismo que dirigir. Y que hay obstinados que no terminan de entenderlo ni digerirlo.

[‘La Verdad’ de Murcia. 3-5-2016]


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