Para hacer unos presupuestos anuales en periodos de crisis, podemos optar:
A) por la racionalidad es decir utilizar la imaginación y la profesionalidad para llegar a conclusiones o en su defecto podemos tirar de
B) la gestión visceral y matemática.
La primera supone analizar la situación, entender lo que tenemos entre manos, empatizar con los afectados y concluir con el plan de acción y la responsabilidad de asumir el riesgo de no lograr el objetivo.
La segunda supone analizar la situación, entender lo que manejamos, ignorar al afectado y concluir el plan de acción con la responsabilidad matemática de grabar aquellas conductas que resultan inevitables.
Me explico, “son habas contadas”, necesito ingresos, calculo el número de funcionarios que cobran nómina y quito una parte, el afectado no tiene escapatoria. Necesito ingresos, calculo el número de recetas que se emiten a personas enfermas, cobro una tasa por cada una, el paciente no tiene escapatoria. Necesito ingresos, calculo los pagos que se efectúan, los retraso, elimino algunos, despido personal, los que quedan asumen el trabajo, nadie tiene escapatoria.
Prevalece la concepción tayloriana de que el trabajador es un defraudador por definición, “se que me engaña en el trabajo y por tanto yo le rebajo el sueldo”, ademas sobra gente “porque trabajan mal y poco”. Cerrar centros sanitarios es un negocio redondo, se ahorran costes de mantenimiento y de personal a cambio de que los pacientes se ajusten el cinturón, unos no acuden porque está lejos, otros se esperan porque pueden aguantar el dolor, algunos se desplazan en sus vehículos y otros recurren a la medicina privada que para eso es complementaria de la pública.
Todo bajo el paraguas de la inadecuación de las visitas a urgencias, la prescripción indiscrinada, el abusivo uso de las medicinas, la alta tasa de frecuentación y el mal uso en general que se hace de la sanidad.
Pronto se nos olvida nuestra responsabilidad, en general de profesionales, gestores y políticos, en el fomento de esas conductas que ahora nos molestan. Durante años hemos vendido nuestra sanidad por el número de visitas que se efectuaban, el número de pacientes crónicos que incluíamos en cartera, dimensionando los servicios de urgencia por la afluencia de pacientes y rindiendonos a la vorágine de inauguraciones, fotos, primeras piedras…etc., manteniendo nuestra connivencia con empresas, de diversa índole, que se lucraban con estas conductas.
Lejos quedan las propuestas de mejora, la incentivación en el trabajo, los controles de calidad, la gestión clínica, la convicción del profesional y su participación en los objetivos de la empresa, las políticas de gestion de recursos humanos… en fin, no estoy seguro pero supongo que no se atreveran a pedir, ademas, que trabajemos con alegría