Alguien dijo una vez (Benito Floro si no recuerdo mal) que para jugar en zona hay que vivir en zona. No me imagino a un defensa distribuyéndose el salón con su mujer o haciéndole la cobertura a su padre cuando este va a la cocina, pero siempre me pareció una muy buena metáfora. El acerbo futbolístico rebosa en dichos vacíos, reiterativos, que muchas veces son producto de mentes poco inquietas o gente que se pone muy nerviosa delante de una cámara. Pero este dicho lo considero muy bueno por una cuestión: es extrapolable a otras situaciones.
Y digo esto en mitad de una vorágine negativa en nuestra liga. Dos equipos arrasando y el resto jugando a otra cosa, algunas veces coincidiendo sobre el tapete pero la mayoría de ellas viviendo en un limbo no tan resplandeciente como el de la lucha por el liderato. Efectivamente, que el Madrid y el Barça lo ganen absolutamente todo no viene muy bien al nivel competitivo de nuestro campeonato. Pero, enlazando con la frase del principio, me llama muchísimo la atención como ganan (arrasan) unos y otros. Dijo Luis Aragonés (el Labordeta de nuestro fútbol) que los equipos son tradiciones que se repiten. Así, mientras el Barça es el equipo que generalmente juega bien, el Madrid es el equipo que tiene por costumbre ganar y el que más sufre cuando no lo hace.
Pero es especialmente llamativo, y esto viene dándose al menos cuatro años, que los dos dinosaurios de nuestra liga necesitan tirar de tópico para lograr sus objetivos. Así, mientras el Barça de Rijkaard arrasaba jugando bien, el Madrid de los Luxemburgo y García Remón (y otros) se instalaba en una rutina de mediocridad. Y cuando el Barça empezó a decaer en juego, el Madrid se inventó una inversión tremenda, un entrenador conocido por la grada y una obligación de ganar. Ganó una liga remontando en la clasificación y, lo más importante, remontándose a sí mismo. Salió de la rutina y se instaló en el agobio. Y eso funcionó. Al año siguiente, el Madrid no tuvo rival por descomposición. El Barça se sentía indispuesto y tenía que evacuar las sobras y reconstruir. Y, revirtiendo el ciclo anteriormente mencionado, el Barça empezó a jugar bien y el Madrid a acostumbrarse a un equipo que era muy mejorable. Van der Vaart llegaba, Robinho se iba, y muchos se lesionaban. Y parecía que, aceptando la situación, la cosa se les iba. Y este año resulta igualmente cotidiano para ambos equipos: el Barça se gusta y por eso gana, y al Madrid se le mira sistemáticamente mal y por eso convierte ganar en una rutina.
Ya que parece que ambos equipos no saben vivir de otro modo, más les vale al resto de equipos aferrarse a lo que históricamente les crispa para mejorar. Más le vale al Valencia aferrarse al fútbol como vacuna contra la inestabilidad institucional. Más le vale al Atleti aferrarse al milagro para huir de las buenas rachas transitorias y ganar la Copa. Más le vale al Sevilla tener un entrenador criticable para centrar las iras en su figura y liberar a una de las mejores plantillas de su historia. Y más le vale al Mallorca del mago Manzano seguir viviendo como el equipo simpático y sin presión para dar sorpresas. Pero mientras estos equipos no confíen en su marca de clase, poca liga tendremos.
JM Martín
PD: Moro, tenías razón. El año que viene los árbitros irán con kilt a este paso.