Revista Cultura y Ocio
K. me dijo que cambiase de imagen, no la personal, la que cuido poco y nada algunos días, sino la del blog, que lleva ahí, izada como una bandera de mí mismo, seis o siete años, no sé, desde que el blog empezó a correr y tuve que buscar algo con lo que representar lo que vendría debajo, en los textos, en las demás imágenes. No sé ahora a qué vino coger la escena de Manhattan que todavía preside el blog o esta otra, que ilustra este post, y que también estuvo un tiempo y que retiré con dolor, como si borrase algo personal a lo que después nunca más pudiese volver. Cuesta elegir un fotograma, uno solo, si es que es cine a lo que acudimos para contar cómo somos o a qué nos inclinamos con más ardor. Cuesta quizá porque elegir una es negar el resto, prevalecer un estilo sobre otros, habiendo querencia por muchos, no teniendo ninguna certeza sobre si se ha hecho bien la elección y no vendrán después los arrepentimientos. Está bien, dice K,, que sean éstas las que cosas que me desvelan, que no haya otras de más peso. Uno elige estas distracciones - qué foto coger para un blog,; qué serie empezar, de muchas disponibles; de qué marca de cerveza comprar una caja; qué camisa ponerse - para no caer de bruces en la cuenta de que habrá otras decisiones y de que dolerán como no lo hacen éstas. Está la mente ocupada con estas frivolidades, puesto que lo son, aunque de una importancia relevadora y hermosa. Anoche mismo, al terminar los cuentos de Saki, en los que estaba desde hace un par de semanas, me perdí en los anaqueles y tardé lo mío - no sé, diez minutos, más tal vez - en escoger qué libro leería a continuación. Lo cogí y lo deseché de inmediato. Me dije que aplazaría ese placer - elegir un libro - para hoy. Lo haré esta tarde, al regreso del trabajo. Ahí me concederé esa alegría absoluta. El día irá bordeando ese instante, acercándose poco a poco, jugando a que llega y a que nada lo malogra. O solo será levantarse y escribir de algo, de lo que sea, contar una parte del mundo, contármela.