Título: La guerra de Nuevo Marte (III)
Autor: Martín Xicarts
Portada: Ernesto Treviño
Publicado en: Octubre 2016
El ataque contra Undara continúa mientras J'onn J'onzz trata en vano de detenerlo. ¿Cómo podrá derrotar a unos enemigos que poseen sus mismos poderes?
Resumen de lo publicado: Secuestrado por supervivientes del holocausto marciano y condenado a muerte por no poder evitarlo, J'onn trata de huir terminando siendo apresado por Manga Khan. De su nave consigue huir con la ayuda de Al-Exim, el Green Lantern del sector 2817. Mientras tanto, Re's Eda lanza su ataque contra el planeta Ungara.
Nota: Como vas a poder comprobar, en este relato aparecen un buen montón de marcianos que no habían aparecido o no lo habían hecho hace mucho tiempo en los comics. Para facilitarte identificarlos, te recomendamos que leas el siguiente artículo.
A J’onn le hubiese gustado comentar más adelante que el rescate llevado a cabo para liberar a Minan Usurn, segunda pariente más cercana de Abin Sur(1), había sido un éxito en su preparación y su ejecución. Que él y Cay’an pelearon con bravura y la socorrieron victoriosamente. Pero, sin embargo, lo que sucedió en realidad fue distinto y un poco más trágico. Al fin y al cabo, estaban inmersos en medio de una guerra, y las guerras no contemplan clemencia.
Los dos Manhunters se infiltraron en el Capitolio y utilizaron sus poderes psíquicos para adentrarse en las mentes de los nuevos marcianos y robarles la información que necesitaban. Mientras se deslizaban como fantasmas entre los muros del enorme complejo, J’onn observaba a su compañera con cierta curiosidad y atención. Le resultaba llamativa la forma humanoide que había elegido portar, algo diferente a la que él mostraba en la Tierra. Cay’an estaba prácticamente desnuda (un hecho que escandalizaba más a los humanos que a los marcianos), pero protegía sus zonas más pudorosas con unas cintas en V de color rojo, como sus ojos. Además, su cráneo se extendía en una extremidad parecida a una cola de reptil, como si la marciana no terminara de decidirse entre su forma natural y la apariencia falsa común entre su pueblo.
Es un hecho conocido que gracias a sus habilidades metamórficas, los habitantes de Marte escondían su aspecto real y lo reservaban sólo para su intimidad y para las personas más cercanas a ellos. Para el resto, elegían una forma más humanoide (destacándose entre los Manhunters las capas azules). J’onn J’onzz mantuvo aquella tradición aún durante su estancia en la Tierra, principalmente para no asustar a los humanos, pero se dio cuenta que sus compatriotas habían tomado caminos ligeramente distintos. Re’s Eda prefería verse más grande y robusto que los otros; N’or Cott había adoptado su apariencia natural marciana, con la cabeza más pronunciada, ojos ovalados, las rodillas de las piernas hacia atrás como si fuese un grillo de pie, con brazos largos y cuatro dedos afilados, una forma más salvaje que la de J’onn; mientras que los demás variaban en aspectos humanoides con detalles distintos aquí y allá. La diferencia es que todos usaban un uniforme completo, a diferencia de él mismo.
Viéndola de aquella forma, tan... marciana, J’onn se preguntó si no estaría olvidando a su pueblo al intentar imitar tanto las costumbres terrestres. ¿Cuál era su mundo ahora? ¿Qué cultura era la que estaba representando? Probablemente no era el mejor momento para semejantes preguntas, especialmente con los soldados que comenzaron a atacarlos con espadas del más puro y fino acero marciano.
J’onn y Cay’an habían arribado al ala de la fortaleza donde se encontraba Minan Usurn, escoltada por seis guardias virèlanos. La Manhunter sorprendió a dos de ellos, pero un tercero reaccionó velozmente y le provocó un corte en el hombro. J’onzz lo quitó del medio de un golpe y no se movió cuando una de las espadas cayó con fuerza sobre su espalda, sin dejarle ni un rasguño. No tardaron en deshacerse de aquellos pobres hombres, víctimas también de toda esa guerra sin sentido, y pudieron volcar su atención en la ungarana anciana que precisaba de su ayuda. La marciana tuvo la suficiente delicadeza de no preguntar nada sobre la extraña resistencia que mostraba él ante las armas que habían sembrado el terror en las antiguas guerras de Marte.
―Sácala de aquí, yo cubriré la retaguardia ―le dijo J’onn, concentrando sus sentidos sobrehumanos en todo aquello que lo rodeaba.
―Ya sé lo que tengo que hacer, no necesito que me lo digas ―le espetó ella.
El Manhunter no tenía ánimos ni tiempo para discutir problemas de autoridad, principalmente porque la comprendía. Ella no confiaba en él, un sentimiento recíproco, pero no tenían alternativas. Había visto en su mente lo que Cay’an sintió por él una vez, y también lo que la motivaba a traicionar a sus compañeros: ambos querían detener la matanza de inocentes antes de que fuese demasiado tarde.
―Muy bien, estoy a un pensamiento de distancia.
Cay’an desvió su mirada hacia la pared exterior más cercana y la destruyó con un poderoso rayo de su visión marciana, abriendo un boquete lo suficientemente grande para atravesarlo en vuelo y poder llevarse a la anciana. Por su parte, J’onn esperó a los refuerzos enemigos, pero se llevó una sorpresa al descubrir frente a él a alguien que estaba fuera del cuadro en todo aquel problema.
―J’onn J’onzz ―dijo Bo’bbi, flotando sobre el suelo. Su cuerpo estaba cubierto con un enterizo negro al que atravesaban líneas rojas, junto a una capa larga y azul que nacía directamente de sus hombros, como si fuese parte de su fisonomía.
―Esperaba al pastor, pero parece que me enviaron a su sabueso ―contestó el Manhunter de Marte, sin amedrentarse. De todos los sobrevivientes marcianos, Bo’bbi B’iorzz era el único que tenía fama de pelear sucio. Re’s Eda se regía bajo los códigos manhunters, a N’or Cott le gustaban los desafíos psíquicos, Uar’en era como un viejo boxeador que gustaba de utilizar toda su potencia en sus ataques, pero Bo’bbi... era un experto en ser impredecible.
―En cada uno de los Juegos a H’ronmeer(2) pasaste de mis desafíos. Antes pensaba que simplemente no era lo suficientemente bueno para el “gran” Líder de los Manhunters, pero ahora sé la verdad ―lo amedrentó B’iorzz, mientras se acercaba a él.― Me temes.
Antes de poder responder, B’obbi exhaló un huracán desde sus pulmones y envió a J’onn hacia la pared, con tanta fuerza que terminó abriendo un nuevo boquete a través de ella. Sin perder tiempo, el agresor buscó entre los pliegues de su traje una pequeña esfera dorada que arrojó contra el cuerpo de Manhunter de Marte. Al chocar contra el mismo, un líquido se desparramó por todo su ser y, al contacto con el aire, se encendió súbitamente. Los ojos de J’onn se abrieron de par en par y en su mente sólo hubo espacio para una cosa: fuego.
La batalla en la nave H’ron II había concluido y el único atacante había sido reducido. Uar’en había enroscado su cuerpo cual boa constrictor alrededor del Green Lantern, inmovilizándolo por completo. En otras circunstancias, un portador del anillo podría arreglárselas para escapar, pero Al-Exim se encontraba exhausto y sin intenciones de continuar el combate.
―¿Ya te das por vencido? Creí que ibas a ser un verdadero desafío ―le dijo el marciano con cierta sorna.
―Espera a decírselo a... mis compañeros ―contestó el otro, intentando zafarse de la presión.
―Es verdad. Veremos que tan cierto es todo eso.
Uar’en lo llevó hacia la sala de comando donde los aguardaba el comandante E’ss Cott. Al-Exim observó todo a su alrededor, esperando el mejor momento para actuar, y prefirió recuperar energía mientras tanto. Tal vez podía sacar provecho de lo que dijeran los marcianos, e intentó no pensar en que, de hecho, ellos tenían poderes psíquicos y podían robarle la verdad de su cerebro. Si descubrían que ningún destacamento del Corps estaba en camino (al menos no en el futuro cercano), entonces perderían un importante elemento en su negociación.
―Vaya sitio que se montaron aquí ―comentó para ir ganando tiempo.― ¿Todo esto es tecnología marciana?
Uar’en lo metió en una cápsula, no mucho más grande que su cuerpo, y lo encerró allí antes de dirigirse hacia su compañero, ignorando por completo la pregunta de su prisionero.
―¿Qué novedades hay sobre Ungara?
―N’or encontró a la última descendiente de Allen Ansur ―respondió E’ss, mientras observaba sus pantallas.
―¿Qué va a hacer con ella?
―Nada. Es una anciana, no podemos ejecutarla. Pero mandó organizar una brigada para encontrar a Amon Sur(3).
―¿Otro descendiente?
―Así es.
―¿Para qué? ¡Perderíamos el tiempo! ―exclamó enojado Uar’en.― Toda esta estúpida cruzada de venganza personal nos está desviando de nuestro verdadero objetivo.
―Díselo a mi hermano.
―¿Crees que a Re’s Eda le importa realmente lo que suceda con el clan Sur? Eso fue hace cientos de años, ¡supérenlo!
E’ss Cott se volvió hacia él y le dedicó una mirada fría como el hielo.
―Tenemos nuestras órdenes. Una vez que nos apoderemos del planeta, traeremos la máquina marteformadora y seguiremos con el plan.
El otro Manhunter le sostuvo la mirada, pero prefirió no contestar. En cambio, se giró hacia Al-Exim e hizo la pregunta correspondiente.
―¿Qué haremos con él?
―Yo me encargo ―dijo con simpleza E’ss Cott, volviéndose hacia el Green Lantern antes de que se intensificara el rojo de sus ojos.
―¿Por qué T’ann T’azz está tardando tanto? ―inquirió H’anc al Manhunter Supremo de Nuevo Marte, que se encontraba sentado frente a él. Junto a ellos estaba la marciana J’ynn, cuya mirada perspicaz no se perdía ningún detalle.
―La máquina estará lista a su debido tiempo ―respondió Re’s Eda sin inmutarse.
H’anc, envuelto por completo en su capa azul, miraba fijamente a su superior. No dudaba de él, pero sí de las intenciones de Protex, su “invitado especial”, y en quien recaía el futuro del Imperio Marciano. J’ynn, al igual que Cay’an, había desistido del uso de las capas tradicionales de los Manhunters y había optado por un atuendo de cuerpo entero que cubría su torso y piernas, pero no sus brazos ni escote, y que se componía de colores azul y rojo. Ambos marcianos mantenían sus formas humanoides.
―No podemos confiar en un marciano blanco ―dijo J’ynn.
―Ya discutimos esto antes ―sentenció Re’s, sin ocultar su malhumor.
―Sí, pero las cosas cambiaron. Marte II no es un planeta estable para nosotros, y hasta que no tomemos la decisión que debemos tomar, no tendremos un verdadero hogar ―respondió H’anc, con determinación.
―¡Así es! Pero no podemos regresar a Ma’aleca’andra, no después de que la Guerra Civil nos despojara de todo y de que la Plaga destruyera nuestras últimas esperanzas. Virèlan y Ungara son sólo pruebas y lo sabes, H’anc, pero hasta que algunos de los nuestros empiecen a ver el futuro como debería ser, entonces...
Re’s se detuvo y no dijo nada más. No era momento de revelar sus verdaderos planes, todavía debía esperar una cosa más. Sus compañeros seguían aguardando por resultados positivos del marteformador, pero él veía más allá: tenía un traidor que cazar.
―Me ocuparé de que todo llegue a buen puerto, ustedes alisten la Zona Silenciosa ―resolvió Re’s Eda, quien los miró un último momento antes de abandonar el salón.
El Manhunter Supremo descendió a través de pisos y paredes utilizando su forma intangible e invisible, ajeno a cualquiera que pudiera detectarlo. Sabía que H’anc tenía razón en una cosa: había que agilizar las pruebas. No le importaba si la máquina no estaba al cien por ciento de su potencial, con tal de que las últimas mejoras funcionasen iba a ser suficiente. Se detuvo una vez que hubo llegado a la cámara blindada donde mantenían cautivo al último marciano blanco.
―Es hora, T’azz.
Protex se volvió hacia el Manhunter y le dedicó una sonrisa ladeada. Podía adivinar en su mirada lo que lo había traído de regreso a su celda.
―Aún no está lista, pero eso ya lo sabes, ¿verdad, Re’s? ―le dijo con un deje de sorna en la voz.― Déjame adivinar...
El marciano verde estiró su brazo hacia su prisionero y lo sujetó del cuello para elevarlo unos centímetros del suelo. En sus ojos rojos se podía apreciar el odio que le tenía.
―No estás aquí para adivinar nada, escoria. Vuelve a creer que eres listo y la próxima dosis del supresor de poderes será la definitiva.
―No te enojes conmigo si... ungh... no puedes confiar en tus... angh... compañeros ―le respondió Protex, haciendo esfuerzo por respirar.― Ellos... nggf... te harán débil.
Re’s Eda lo soltó y se dirigió a la máquina terraformadora, ignorando sus últimas palabras. Allí podía ver la más grande solución de los marcianos y su mayor problema. Si tan sólo no se hubiese roto cuando la robaron... Sabía que era inútil lamentarse por eso, pero creía completamente que aquel dispositivo podía funcionar. Al fin y al cabo, era un diseño marciano, propio de una época más gloriosa.
―La transportaremos a Ungara de inmediato ―dijo Re’s, refiriéndose a la máquina.
―¿Y qué hay de mí? ¿Me dejarás en este pozo hasta que me seque?
El Manhunter Supremo volvió su rostro hacia T’ann T’azz y le dedicó la misma sonrisa insufrible que había recibido al entrar.
―Tú vendrás conmigo. Quiero que estés presente para atestiguar mi más grande victoria: convertir a la Tierra en Marte III. Las cenizas del mundo adoptivo de J’onn J’onzz serán la base de mi nuevo imperio.
El cuerpo de Manhunter de Marte convulsionó de adentro hacia fuera al verse impregnado de las más intensas y calientes llamas. Su forma física ardía de manera incontrolable, mientras todo su ser perdía su entereza y terminaba siendo menos que una masa amorfa. No pudo evitar emitir alaridos de dolor, especialmente cuando cayó de lleno contra el suelo a sus pies. El fuego le impedía concentrarse, aunque aún podía sentir la presencia de Bo’bbi no muy lejos sobre él.
―Esto no es personal, J’onn, pero, al fin y al cabo, no salvaste a Marte.
El cuerpo de J’onzz se descomprimía como látigos que escapaban hacia abajo y hacia arriba, también hacia los costados, y lo único que se mantenía reconocible, más o menos, era su rostro. Repentinamente, dos potentes rayos rojos caloríficos impulsaron a Bo’bbi B’iorzz de regreso al Capitolio.
―Eso tampoco fue personal ―exclamó Cay’an, flotando en el aire. Se la veía furiosa, pero no continuó atacando a su compatriota. En lugar de eso, utilizó su súper aliento para inhalar el oxígeno alrededor de J’onn y extinguir de esa forma el fuego. Martian Manhunter tardó algunos minutos en reacondicionar su cuerpo y volver a su forma marciana primaria.
―¿Estás bien, J’onn? ―preguntó la marciana, mientras aterrizaba junto a él.
Lo veía herido, con problemas para levantarse, con magulladuras, pero por lo menos consciente. De todos modos, no tuvo tiempo para hacer nada más por él, puesto que el otro Manhunter contraatacó. Bo’bbi voló como una ráfaga hacia ella y la arrastró con él hacia arriba.
―Escogiste a tus aliados pobremente, Cay’an ―le dijo con malicia, antes de darle un poderoso cabezazo para devolverla de regreso al suelo. Bo’bbi no era un marciano que gustara de pelear contra los suyos, no sentía ningún placer particular al hacerlo, pero era bueno y lo sabía.
El combate no había pasado desapercibido para el resto de la ciudad y, pronto, dos unidades de soldados se apostaron en un muro y un jardín subyacentes, aunque tenían órdenes de no intervenir. Para fortuna de J’onn y Cay’an, la mayor parte del ejército de Marte II se encontraba al sur, donde las batallas continuaban y las bajas se multiplicaban.
Bo’bbi estiró sus brazos y, con una gran cuota de esfuerzo, arrancó un enorme pedazo de muro para sostenerlo amenazadoramente sobre la marciana, que yacía en el suelo, a punto de levantarse.
―¿Por qué traicionarnos, Cay’an? ―preguntó con un rugido de la voz, dándole una oportunidad de defenderse. Claro que, visto desde afuera, estaba sosteniendo un muro de concreto del tamaño de una casa para aplastarla de todos modos.― ¿Qué hizo J’onzz para convencerte?
Ella lo miró con furia y se quedó de pie bajo él, sin moverse ni un centímetro. Sin miedo.
―¡¿Convencerme?! ¡Me di cuenta hace años de la farsa en la que dejamos que nos metieran Re’s Eda y N’or Cott! No voy a dejar que aniquilen planeta tras planeta para saciar sus estúpidas venganzas. ¡Soy una Manhunter de Marte!
―Si eso quieres... ―murmuró Bo’bbi, sabiendo que ella lo escucharía gracias a su súper oído. Levantó ambos brazos sobre su cabeza y los inclinó levemente hacia delante.
―Dame con lo mejor que tengas, asesino ―respondió ella, sin temblor alguno en su voz.
El marciano no se hizo esperar y docenas de toneladas cayeron sobre la Manhunter con la fuerza sobrehumana de un ser de Marte. El concreto se resquebrajó y quebró una vez que golpeó contra el suelo. Tras un sonoro estruendo, todo el lugar se sumió en un profundo silencio. Bo’bbi observaba con suspicacia el fruto de sus esfuerzos, esperando que algo sucediera. Sabía que Cay’an podía volverse intangible o moldear su forma para absorber el impacto, pero la conocía. No había hecho nada de eso.
Y no se equivocó. Cuando Marte aún vivía, las marcianas siempre tuvieron problemas para sobreponerse al estado patriarcal que imperaba en el planeta. Era aún más difícil que algunas de ellas fuesen aceptadas como Manhunters y, por esa razón, Cay’an no podía desaprovechar ninguna oportunidad para demostrarles que era tan buena como cualquiera de ellos, si no mejor.
Las rocas se agrietaron y golpeando con ambas manos hacia arriba, la marciana emergió de regreso al exterior en medio de una nube de polvo. Aún se mantenía de pie en la misma posición que antes, aunque con las rodillas un poco flexionadas y la piel levemente magullada. Pero en su mirada sólo había decisión y furia. Lo había hecho. Había probado que ni siquiera un pedazo de edificio iba a quitarla de en medio.
―Mi turno.
Cay’an se impulsó hacia arriba tan rápido que apenas se vio una estela en el aire. Bo’bbi apenas tuvo tiempo de esquivarla, pero aún así recibió un doloroso golpe bajo su mandíbula. A partir de ese momento, fue un verdadero combate de egos en el que todo estaba permitido. Desplegaron sus habilidades a diestro y siniestro, pero la maniobra favorita de ambos fue la velocidad. Se movían tan rápido que sólo un ojo avezado podría haber visto definidamente en qué consistían sus movimientos.
Había dos personas en aquel sitio que podrían haberlo hecho, y una de ellas estaba aún en el suelo. J’onn se encontraba débil y le costaba moverse, pero poco a poco consiguió arrastrarse hacia las escaleras que llevaban a la entrada del Capitolio. Lo que más le dificultaba era hilar finamente más de dos pensamientos seguidos, por lo que mucho menos se le ocurría un buen plan para completar su asignación.
Hacía horas que no se reportaba psíquicamente con Al-Exim y le preocupaba no saber qué suerte le había tocado a su compañero Lantern. Demasiados problemas sucedían a su alrededor en esos momentos, debía enfocarse. Tan concentrado estaba en intentar alcanzar una posición segura que ni siquiera reparó en lo extraño que le resultaba haber vuelto a su cuerpo marciano original.
Finalmente pudo llegar a un rellano, sentarse con dificultad y apoyar su espalda contra un pequeño muro. Proyectó sus esfuerzos en sólo inhalar y exhalar, mientras intentaba no sentir el olor a carnero quemado que desprendía su cuerpo.
”Cinco minutos más y podrás salir de aquí” pensó el marciano, reuniendo todas las fuerzas de las que fue capaz. Ahora toda su fe estaba depositada en Cay’an y en que ganara su batalla.
Y, como un ángel del cielo, ella descendió hacia él mientras sostenía el cuerpo inconsciente de Bo’bbi.
―J’onn, tenemos que salir de aquí.
―¿Y la... anciana? ―preguntó él, con un poco de esfuerzo, una vez que Cay’an se detuvo a su lado.
―Está a salvo. Pero no tenemos tiempo, y voy a necesitar tu ayuda para detener a Re’s.
J’onn Jonzz hizo un esfuerzo por levantarse, pero cuando recién se ponía de rodillas, alguien apareció teatralmente frente a ellos. Era N’or Cott, en su apariencia más bestial que humana, y tres veces más grande de lo que era antes. Se lo veía imponente, sombrío y tenebroso. Ya no quedaba ningún resto de su uniforme marciano en él, ni siquiera la capa.
―Qué conmovedor ―dijo N’or, mirándolos con condescendencia.― Ni siquiera en la derrota definitiva eres incapaz de contener tus impulsos seductores con una mujer, ¿verdad, J’onzz? Tienes suerte, la traidora no está unida a nadie.
El Manhunter de las Fronteras levantó una pesada espada de acero marciano y apuntó con ella hacia J’onn.
―En nombre de H’ronmeer, ¡los condeno a morir! ―exclamó antes de bajar su espada hacia ellos impulsada por el peso de todo su odio.
Continuará...
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Referencias:
1 .- Abin Sur era cronologicamente el Green Lantern responsable del sector 2814 durante el desastre que provocó la muerte de los marcianos. Si has leído los capítulos anteriores, sabras que eso es lo que motiva todo este ataque. Y si, Abin Sur fue el predecesor de Hal Jordan como Green Lantern.
2 .- H'ronmeer es uno de los muchos Dioses Ancestrales Marcianos que sólo responden al gran Innombrable, el creador supremo del Universo.
3 .- Para conocer el paradero de Amon Sur, no dejeis de consultar nuestra serie Green Lantern Corps.