Revista Opinión

Manifestaciones aquí y allí

Publicado el 20 febrero 2011 por Javiermadrazo

En la manifestación celebrada ayer en Bilbao, en defensa de la legalización de Sortu, me reencontré con compañeras y compañeros de viaje, a quienes hacía tiempo que no veía;  en su mayoría no son militantes de la izquierda abertzale, ni reivindican la independencia de Euskadi. Son hombres y mujeres que quieren lo mejor para su país y saben que estamos ante una gran oportunidad para conquistar la paz definitiva y avanzar hacia la normalización política y la reconciliación social.  Este compromiso les honra y creo que la izquierda abertzale debe saber valorarlo, profundizando en su apuesta por las vías pacíficas y democráticas, incluida la exigencia a ETA para que anuncie su desaparición.

En el transcurso de la marcha, no dejé de pensar en la capacidad de movilización de la sociedad vasca en materia política y su apatía cuando se trata de denunciar en las calles la política económica y social, que tanto lastra nuestras vidas.  Resulta curioso que la manifestación en defensa de la legalización de Sortu reúna a decenas de miles de personas, entre ellas yo mismo, y, en cambio, las jornadas de huelga general hayan tenido un seguimiento bajo para la gravedad de las medidas impulsadas por el Gobierno del PSOE.  La reforma laboral y el retraso de la edad de jubilación también constituyen vulneraciones flagrantes de los derechos sociales y debilitan la democracia, al igual que lo hace la ley de partidos.

La población de los países árabes nos está dando una lección y su convicción y fortaleza ponen de manifiesto que las revoluciones pacíficas pueden cambiar el mundo; han logrado derrocar dictaduras, enfrentándose sólo con su dignidad a tíranos y éjercitos, que no han podido ni podrán frenar estas revueltas. La juventud del norte de África quiere empleo, derechos sociales,  democracia y libertad frente a la corrupción institucionalizada, la autocracia, el autoritarismo y la imposición.  Espero que ganen en Marruecos, en Argelia, en Yemen, en Libia, en Bahrein, en Arabia Saudí,…  Los países occidentales les miran con miedo porque temen que sus pueblos también hablen tan alto y claro y exijan a sus Gobiernos verdad y justicia.  O, al menos, que cumplan sus promesas y sus programas.


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