Creo que estoy preparada para ti. Al menos es lo que creo, porque si algo me has demostrado en este tiempo es que para estas cosas eres más sabio que yo, manejas bien los tiempos en función de las capacidades... Y es que a veces siento que actúas conmigo como un padre que intenta que su hija no se apresure ni sea caprichosa, que dé tiempo al propio tiempo, y no trate de acelerar las cosas. A veces siento que me estás enseñando, aleccionando, moldeándome.
Desde el principio he sentido que los dos estábamos en la misma situación: la atracción fue inmediata por parte de ambos, pero ninguno sabíamos como acercarnos al otro. Te noto nervioso cuando estás a solas conmigo, y cuando no lo estamos parece que te empeñas en ser el imán que repele al otro imán, permaneces lejos, aunque expectante. ¿Qué es lo que esperas en la distancia? ¿Tienes miedo de algo? Espero que no tengas miedo de mi, o a sentirte muy enganchado a algo.
Yo sí que estoy muy enganchada, y mentiría si te dijera que no tengo miedo. Pero no es miedo a ti, sino miedo a lo que nos podríamos perder. No tengo miedo a lo malo que pueda venir: tengo miedo a no vivir lo bueno que pueda estar esperándonos.
Siento que no me dejas muchas opciones para conocernos, para acercarnos más. Creo que has intentado revertir la balanza para estar en situación de poder, porque te sientes indefenso conmigo. Si lo has hecho por eso, has de saber que si necesitas el control, yo te lo puedo dar, aunque entiendo que prefieras ganártelo por otros medios. Pero veo innecesaria esta maniobra.
También mentiría si te dijera que esta situación no me hace sufrir, porque me hace sufrir desde lo más profundo, porque aunque escriba este manifiesto sigo teniendo dudas que se convierten en monstruos... Pero no puedo sentir otra cosa más que amor por ti. Y esto para mi no es una condena, ha sido desde el principio mi salvación.
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