MANIFIESTO DE UN CABALLERO TEMPLARIO (I)
Solo soy un simple Caballero Templario que un día tuvo el honor de acudir a la llamada de Nuestro Señor, para servirle y defender su Palabra Verdadera en un mundo abatido por el caos y la falta de esperanzas y de Fe.
Un mundo donde impera la tiranía y las injusticias que recaen siempre en los más débiles y desprotegidos. Un mundo donde los diferentes modelos de sociedad son un rotundo fracaso y sus líderes solo son motivados por el poder y la ambición. Un mundo en donde los derechos humanos son pisoteados según el interés y la conveniencia de cada uno, y en donde la corrupción moral y espiritual, acampa por doquier.
Solo soy un simple Caballero Templario, investido, honrado y afortunado de ser poseedor de un sublime sentimiento que es alimentado, día tras día, con el conocimiento de la Historia más grande, más noble y más espectacular, vivida, escrita y recordada de toda la Humanidad.
La Historia y la vida de Los Pobres Caballeros de Cristo del Templo de Salomón, más conocidos como Los Caballeros Templarios, a los que hoy y siempre debemos honrar, en cada acto, en cada pensamiento y en cada entrega que hagamos de nosotros mismos en beneficio de los demás, en reconocimiento a los sacrificios que hicieron todos ellos en defensa de la cristiandad y por el bien de todos los seres humanos de este mundo.
La Orden del Temple ha sido, lo es y lo seguirá siendo, una Orden Religiosa-Militar, y esto no puede ser, ni será cambiado bajo ninguna circunstancia ni deseo de menoscabo o perjuicio para la Orden.
Sus Principios y Valores han sido, lo es y lo seguirán siendo, el Espíritu y el Bausante de todos sus integrantes, soldados de la Blanca Milicia de Cristo y defensores de las Enseñanzas y la Palabra Verdadera manifestada por Cristo Nuestro Señor y Único Rey.
Solo soy un simple Caballero Templario y soy consciente de la época en la que me ha tocado vivir, y reconozco y comprendo que existen numerosas ordenes templarias de nueva generación y que sin pudor alguno se autoproclaman sucesoras de la Ancestral y Verdadera Orden del Temple. Nunca más lejos de la realidad, cuando una mayoría de ellas solo persiguen un interés personal y/o colectivo. Intereses basados en un exacerbado fanatismo religioso o a un arraigado sectarismo político.
Algunos integrantes han encontrado refugio en estas nuevas órdenes con la falsa esperanza de conseguir ganar a través de ellas, las batallas que, en la vida diaria, su propia cobardía y frustración les impide librar.
El fanatismo religioso, político o racial, no ha formado parte nunca del espíritu Templario. La discriminación por razones de sexo y/o cultura, tampoco lo ha sido ni lo será nunca.
Silenciar las voces de los hermanos y hermanas que opinan diferente, haciendo abuso implícito del rango que se ocupa dentro de la orden, manifiesta una prepotencia y una vanidad intolerable, debiendo de ser corregido de inmediato, pues provocan discrepancias, divisiones y abandonos en el seno de la orden templaria.
El menosprecio de la labor de las hermanas Damas Templarias son injustificables y deben ser sancionados con la expulsión inmediata de quien cause tan malévolo agravio, pues no hacen justicia a la valentía ni a la historia de la mujer templaria y combatiente. Lean lo que decía un general musulmán cuyas tropas se enfrentaron a las cristianas en la Batalla de Las Navas de Tolosa;
"Los contingentes Templarios lucharon con gran coraje... estimulados por las hazañas de sus compañeras".
Juana de Arco, lideraba tropas por la causa cristiana, más de un siglo después de la disolución de la Orden del Temple, teniendo el mismo final trágico que el de sus hermanos Templarios. Quemada en el fuego por la Santa Inquisición.
Los Druidas, los griegos antiguos y los egipcios, no hacían distinción entre hombres y mujeres a la hora de quien era digno de morir en combate.
La mujer representa lo sagrado y ha sido siempre y lo seguirá siendo, muy venerada por ello dentro de La Orden, representando el eterno Principio del Femenino, de la Naturaleza y el Cosmos, portadora de la Luz Universal.
Solo soy un simple Caballero Templario y admito y consiento que es de justicia de Dios que las familias despidan y velen con dignidad el cuerpo sin vida de sus seres queridos. Así como los gobiernos y sus ejércitos honren a sus soldados caídos en combate.
Pero también reconozco y soy consecuente con ello, el derecho y la obligación que me asiste de honrar la memoria, la dignidad, la valentía y el honor desde el primero hasta el último de todos Los Caballeros Templarios que dieron su vida en defensa de la Cristiandad en el Nombre de Nuestro Señor Jesucristo y así lo haré hasta que todos sus méritos sean reconocidos y honrados, para mayor Gloria de Nuestro Señor.
+Non Nobis, Domine, Non Nobis, Sed Nomine Tuo Da Gloriam+ +Nada para nosotros, Señor, nada para nosotros, sino a Tu nombre sea dada la Gloria+