Revista Diario

Manifiesto para la recuperación de la Maternidad- Amaryi

Por Covadongamora

Vía: AMARYI Red para la recuperación de la maternidad

Manifiesto para la recuperación de la Maternidad

Manifiesto para la recuperación de la Maternidad- AmaryiPresentación
Un creciente movimiento de mujeres y madres compartimos día a día nuestro trabajo desde ámbitos sociales, profesionales y científicos diversos, con la intención de reconocer el papel de la maternidad en la reproducción de la sociedad. Queremos dar a conocer las emergentes realidades sociales, culturales y científicas que hoy plantean con urgencia, la necesidad de recuperar el valor de las madres, desde la defensa y la promoción de los derechos de las mujeres y de las madres, que en definitiva también son los de los hombres y los de las criaturas, a una vida humana más solidaria, amorosa y libre para tod@s.

La paridad real entre los seres humanos es que nacemos de madre, pues somos concebidos, gestados, paridos y criados en ellas y por ellas; de ello depende el desarrollo o la atrofia de la empatía y la solidaridad humanas primordiales, que son hoy más que nunca yacimientos energéticos en proceso de devastación, y sin l@s cuales la solución pacífica de los graves conflictos locales y mundiales que hoy nos afectan a la humanidad entera, se torna más y más sombría.
La importancia de la maternidad es tan grande como la desinformación masiva que existe de lo que representa y de los procesos vitales concretos implicados. En nuestra cultura, aún hoy, a través de la educación que recibimos en la llamada sociedad del conocimiento y de la información, se nos oculta, tergiversa, frivoliza o censura el hecho de que la maternidad es una etapa de la vida sexual de las mujeres, pues existe un deseo materno entrañable, que es una pulsión (I) que nace en nuestros cuerpos.


Ignoramos que este deseo de la madre y las pulsiones de la criatura se inducen recíprocamente para dar lugar a una simbiosis (II), que es una unidad que se mantendrá alrededor del primer año de vida después del parto; que las funciones fisiológicas básicas durante este periodo se regulan mutua y sincronizadamente; y que por eso, la separación prematura y artificial madre-criatura y la falta de cuerpo a cuerpo con la madre durante la etapa primal (III) de nuestra vida, nos afecta patológicamente de diversas maneras, a corto, medio y largo plazo. En definitiva, tras los acelerados cambios sociales globales que desde el mercado de trabajo y consumo condicionan nuestra vida cotidiana, siguen sin replantearse directa y equitativamente las causas y consecuencias sociales destructivas, de esa falta o vacío de maternidad entrañable. Este manifiesto para la recuperación de la maternidad, es un documento basado no sólo en la experiencia social cotidiana sino también en la evidencia científica aportada por muchas mujeres y madres, y también hombres y padres, pertenecientes a diversos campos de la medicina, la psicología, la sociología y la pedagogía, que queremos contribuir a que la maternidad gozosa y entrañable “salga del armario”, en un contexto histórico en el que profundizar en el desarrollo integral de la equidad entre mujeres y hombres (IV) nos posibilita la recuperación de procesos vitales básicos para la humanización no sólo de las actuales sociedades tradicionales, sino también de las sociedades modernas y posmodernas.   La sexualidad materna también existe Las niñas crecemos y nos hacemos mujeres creyendo que todas nuestras pulsiones y deseos sexuales se orientan hacia el varón y hacia las relaciones coitales. Sin embargo, la sexualidad de las mujeres no es uniforme, ni tiene siempre la misma orientación; y la maternidad, de hecho, es un ciclo de nuestra vida sexual. Esta des-in-formación ocasiona en gran medida una desconexión entre nuestra mente y nuestras pulsiones, entre nuestra conciencia y nuestra sabiduría corporal. A pesar de ello, muchas mujeres nos enamoramos de nuestras criaturas y sentimos una pasión y un deseo visceral y entrañable hacia ellas. A veces percibimos los cambios de estado de nuestros cuerpos, y nos damos cuenta de que nuestro estado no es el mismo en la menstruación que en la ovulación, cuando estamos embarazadas o pariendo o dando de mamar, o cuando vivimos una pasión amorosa con un hombre o con otra mujer. Este enamoramiento y pasión por nuestra criatura, lo sentimos con certeza cuando nos dejamos llevar por la intuición, y cuando capas y capas de “educación” y “cultura” sobre “lo que debería ser” no han logrado ahogar este impulso visceral que nos regala la naturaleza, y que hoy podemos concebir como un don –que puede o no ser aceptado- y no ya como una imposición externa manipulada. En este sentido, equidistantes de cualquier determinismo biológico o cultural pero conscientes de nuestra específica condición humana bio-socio-cultural, sabemos que existe una base biológica demostrada, también científicamente, acerca de la autoregulación de la sexualidad materna.
Manifiesto para la recuperación de la Maternidad- Amaryi Podemos citar, en primer lugar, los efectos mostrados de dos hormonas: la oxitocina y la prolactina. Ambas facilitan la simbiosis madre-criatura y promueven que el cuerpo de la madre, que es el hábitat (V) adecuado para su crecimiento, esté disponible. La oxitocina, llamada también ‘hormona del amor’, está presente en distintos momentos de la vida sexual de la mujer.
Produce la contracción, el latido y el temblor del útero y la eyección (VI) de la leche, y al mismo tiempo que propicia el amor y la conducta de cuidados, dirigidos a otro adulto en el caso de las relaciones sexuales entre adultos, también lo hace hacia la criatura en el momento del parto y la lactancia. Es durante el parto e inmediatamente tras el mismo, cuando los altos niveles de oxitocina inducen al enamoramiento y al acoplamiento simbiótico madrecriatura; este fenómeno se conoce con el nombre de impronta y es uno de los acontecimientos más trascendentes para la calidad de la vida de todas y cada una de las criaturas humanas.
La oxitocina se secreta de forma pulsátil, como las mareas del placer sexual en el que está implicada. La maternidad, con sus descargas de oxitocina a lo largo de todas sus fases, también es pulsátil. Las mujeres conectadas con estas pulsiones y dejándonos guiar por ellas, viviríamos la mejor y la más saludable maternidad para nosotras y para nuestras criaturas, pues es el impulso del deseo de la mujer, y no la medicina y la tecnología -que en general deberían intervenir sólo accidentalmente- lo que tendría que ser a verdadera guía de la maternidad.
La prolactina, además de ser la responsable de la producción de leche, también influye en la conducta, facilitando un estado de percepción de las necesidades de la criatura; induce a la construcción del nido; reduce el interés por la sexualidad coital y aumenta el de cuidar y satisfacer lo que la criatura desea y requiere en cada momento. Modula la acción de la oxitocina, dirigiendo todos sus efectos hacia la criatura. El sistema neuroendocrino está al servicio de la maternidad para que se lleve a cabo con gozo. El placer, como saben científic@s, poetisas y poetas, está al servicio de la vida.
La maternidad es pues un enamoramiento, que va a la par de una sucesión de fenómenos fisiológicos, en los que el anterior prepara el siguiente, con su ritmo, sus flujos y sus pulsiones. La alteración o quiebra de uno provoca la del siguiente; pero también, en cada momento, si el impulso corporal y erótico no está totalmente cortado, se puede volver a recuperar la fisiología natural del proceso. Por ejemplo, una madre que tras una cesárea no ha podido amamantar durante la primera semana a su criatura, puede recuperar la lactancia yaciendo con ella en la cama, cuerpo a cuerpo, durante todo el tiempo que haga falta.
Manifiesto para la recuperación de la Maternidad- Amaryi
La maternidad no es una enfermedad, es un enamoramiento; la frustración del enamoramiento es lo que produce la enfermedad (1). Hay autor@s del campo del psicoanálisis (2) que aseguran que es el amor más intenso de toda la vida humana, tanto del lado de la madre como del de la criatura; de hecho, de la vivencia de este amor depende el desarrollo posterior de la capacidad de amar de la criatura (3); digamos que es el momento en que cargamos las pilas de nuestra vida emocional.
Cuando vivimos la maternidad desconectadas de nuestros cuerpos y de sus pulsiones – algo cada vez más frecuente- , dejándonos llevar por las prácticas y mandatos sociales que nos separan de las criaturas, se frustra en nosotras la producción de las sustancias hormonales y opiáceas que sustentan el amor materno. La no formación de la unión simbiótica con la criatura, tiene consecuencias también en la madre, produce un profundo trauma emocional y una gran frustración, que ha venido a llamarse depresión ‘post-parto`.
La desconexión de nuestras pulsiones maternas comienza con la ignorancia y la inmovilización del útero, inducidas social y culturalmente desde la infancia. Las niñas crecemos con el útero inmóvil y contraído, porque aunque hoy se reconoce la existencia de la sexualidad infantil, la práctica social mantiene el tabú del sexo y la excluye; por eso no suele permitirse canalizar la expresión espontánea del ‘reflejo orgástico’ (VII) de las niñas. Sin embargo, el útero de las niñas debería desarrollarse moviéndose y latiendo rítmicamente, como se hacía antiguamente, en los juegos del corro al son de las danzas del vientre, también llamadas ‘de la fertilidad’(4). Además, el modo de vida a ras de tierra, la postura en cuclillas habitual para realizar muchas tareas, y en general la libertad postural de las mujeres para permanecer abiertas de piernas, producía también la relajación y la movilidad uterina. Por eso el gran sexólogo del siglo XX (5), decía que desde los últimos siglos, los úteros de las mujeres estaban rígidos, se contraían espasmódicamente, y por eso los nacimientos eran traumáticos. Aunque en nuestra sociedad, debido a lo anteriormente dicho, parir con dolor es tan habitual que se puede decir que es ‘normal’, no podemos perder de vista que el dolor es un mecanismo de aviso de que algo va mal, y en este sentido no se puede considerar que forme parte del mecanismo normal del parto (6). Tenemos que recordar que evitar el dolor y buscar el placer es la vía general de acción del mundo orgánico. El placer y el dolor son mecanismos de regulación orgánica. Establecer que el dolor va asociado al parto es una extrapolación de este mecanismo de regulación, lo mismo que dejar llorar a un bebé sin atenderle es extrapolar la función del llanto. En cualquier caso, las mujeres tenemos que habitar nuestros cuerpos tal cual están, y contar con que lo más probable es que tengamos calambres en el parto.
El útero se puede abrir lenta y suavemente sin dolor, o con espasmos violentos produciendo calambres (7). La diferencia está en si es o no es un parto impulsado por el deseo sexual de la mujer. En ciertas regiones de Arabia Saudita todavía las mujeres forman corro en torno a la parturienta haciendo la danza del vientre para hipnotizarla con su movimiento y que su cuerpo se mueva a favor del parto y no en su contra (8).
La ignorancia, la desconfianza en nuestros cuerpos, nuestro estado general contraído por el miedo, así como la inmovilización del útero desde la infancia, hace que nos movamos en contra del parto. ¡Cuánta violencia y cuánto dolor innecesarios a lo largo de las generaciones! Los protocolos de los hospitales para los partos en general, no tienen en cuenta que la mujer no puede parir de forma natural en estado de estrés, ni que la fisiología del parto es un proceso regulado por las pulsiones mutuas de la madre y el feto. Las hembras mamíferas que no viven en cautividad, paren sin problemas y sin dolor, lo mismo que las mujeres de algunas sociedades antiguas o apartadas de nuestra civilización. Nuestros cuerpos están preparados para parir sin dolor lo mismo que para realizar las demás funciones. La OMS (9) ha establecido unas recomendaciones sobre el parto que subrayan el respeto a la libertad de la mujer para decidir a lo largo del proceso la postura que necesita, y, entre otras cosas que siguen sin cumplirse en nuestra sociedad, recomienda la vuelta al papel tradicional de las comadronas que atendían los partos en casa, así como que los centros de parto estén fuera de los hospitales. La intervención exterior sistemática quiebra los mecanismos naturales de regulación del parto incluido los emocionales. Desconectadas de nuestras pulsiones sexuales y de nuestros cuerpos, difícilmente podremos fundirnos con el de nuestra criatura después del parto, abandonarnos en la impronta, entregarnos a una luna de miel durante la cuarentena, convertirnos en el regazo y habitat de la pequeña criatura, y en general, gozar del placer de sentirla apegada a nuestro cuerpo. El cuerpo a cuerpo con la madre, cuya falta produce en la pequeña criatura, en lo psíquico y en lo corporal, una herida tan grave, depende antes que nada, de que las madres estemos conectadas con nuestros propios cuerpos y pulsiones. La maternidad para las criaturas humanas La criatura humana nace inmadura; algunos de sus tejidos y sistemas no se han terminado de formar, y ni siquiera, como hacen otros cachorros mamíferos después de nacer, podemos tenernos en pie y andar. Esto es consecuencia de la posición erecta que adquirieron nuestros ancestros, que estrechó la cavidad pélvica haciéndonos nacer antes de tiempo. Por eso el periodo posterior al nacimiento, biológicamente es una continuación de la gestación por lo que debe proseguir el estado de simbiosis de la madre y la criatura. Durante esta exterogestación, la unión madre-criatura se garantiza mediante un amor intenso, una atracción propiciada por el sistema neuroendocrino. Para la criatura, la relación con la madre también es un enamoramiento, una intensa atracción hacia el cuerpo de la madre y el deseo de habitarlo.
Por eso, algun@s científic@s hablan de que la madre es el habitat del pequeño ser humano. El pequeño ser humano recién nacido solo necesita estar en ese habitat; allí sabe reptar, buscar el pezón guiado por el olfato y mamar; allí tiene calor, nutrición, seguridad, bienestar. Su sistema neuroendocrino se regula en sincronía con el de la madre, para regular su metabolismo basal; por eso su pulso cardíaco, la respiración y la temperatura corporal se alteran cuando se la separa de la madre y se le deposita en una cuna (10). Clínicamente se ha comprobado que la separación activa en la criatura un programa neuroendocrino previsto para estados de alerta, produciéndose entonces altas tasas de hormonas asociadas al stress, que a su vez alteran el metabolismo basal de la criatura (ritmo cardíaco y respiratorio, temperatura corporal…) (11). Si la separación se mantiene, se mantiene también el stress, y el mantenimiento del stress crea una toxicidad neuroquímica que afecta al sistema neurológico de la criatura que está en proceso de formación (12). También se sabe que afecta a otros sistemas en formación, como el digestivo. Por eso much@s autor@s aseguran que la falta de unión madre-criatura tiene un impacto de por vida (13). No es lo mismo el cuerpo de la madre que la cuna; tampoco es lo mismo el cuerpo de la madre que cualquier otro cuerpo humano.
La gestación no es una sucesión de fenómenos inconexos, sino por el contrario cada fenómeno depende de los anteriores y de sus coetáneos, en las condiciones de simbiosis; lo que sucede después de nacer está regulado por los fenómenos del propio parto y de los nueve meses de gestación anteriores. Los bebés, como la psicología neonatal ha demostrado ya, tienen conciencia, memoria y recuerdos desde varias semanas antes de nacer. Hay estudios (14) realizados que muestran que la criatura distingue por el olfato, el olor de la leche de su madre de otras leches; la voz de su madre de otras voces; las voces familiares de las voces de recién llegados; la lengua materna de otras lenguas; también reconoce el latido del cuerpo materno. Aunque la madre esté desconectada de sus pulsiones, la criatura no lo está. La criatura tiene un programa neurológico para guiar y controlar su crecimiento, pero solo puede funcionar si está en estado de relajación sobre el cuerpo de la madre: su hábitat. Sabemos que es la criatura la que lleva la iniciativa del proceso, e induce en la madre, por ejemplo, la composición y la cantidad de la leche que debe producir. La criatura sólo percibe dos posibles alternativas: o estar con la madre o estar en otro lugar; si está en otro lugar, el sistema neuroendocrino y neuromuscular activados para su crecimiento se cierran, y se activa lo previsto para estados ocasionales de alerta (15). Por todo ello, algunos especialistas ya citados, aseguran que nunca debe separarse a la criatura de su madre, que tal separación sólo es justificable en las mas extremas circunstancias; incluso hablan de esta separación como una violación del cuerpo de la criatura y de sus derechos como ser humano (16). Las mujeres que hemos vivido la maternidad con algo de conexión interna, también hemos sentido la separación como un desgarramiento interior, como una violación de nuestros cuerpos. Puesto que la atracción es mutua, podemos imaginarnos entonces el sufrimiento de la criatura correlativo al nuestro. La sustitución del cuerpo materno por otro cuerpo o por una cuna no es un hecho trivial o inocuo. La gravedad de la patología que produce dependerá del tipo de maternaje de sustitución. Con todo, también hay que decir, que en la situación actual, muchos maternajes sustitutorios, practicados por personas informadas y sensibles a los deseos de las criaturas, son mucho mejores que el maternaje de una madre desinformada y desconectada de sus pulsiones maternas, con sus prioridades puestas en los valores sociales mercantiles hoy dominantes, que están cada vez más orientados al cuidado de la apariencia externa en las relaciones sociales. La simbiosis y el maternaje significan lactancia y colecho (VIII). El colecho ha sido durante mucho tiempo duramente criticado y prohibido por las normas sociales, pediátricas y psicológicas, haciéndosele incluso responsable del llamado síndrome de la muerte súbita. Recientes estudios demuestran lo contrario (17). La muerte súbita acontece con más frecuencia cuando la criatura no duerme con la madre, y en los países en que la costumbre es dormir siempre con la madre, como China o Japón tal síndrome no existe. Estudios recientes sobre salud mental en la infancia recomiendan el colecho prolongado al menos hasta los cinco años de edad (18). La práctica del colecho está también recomendada por UNICEF. Aunque la vitalidad humana y nuestra capacidad de maniobra para la supervivencia son grandes, a veces la negación del cuerpo materno y los maternajes sustitutivos no dan un mínimo de bienestar a la criatura, produciendo consecuencias graves a corto, medio y largo plazo; sobre todo cuando se subestiman o se obvian llamadas de supervivencia, como es el llanto de las criaturas previsto para advertir de alguna carencia.
Estudios clínicos, neurológicos, epidemiológicos y psicoanalíticos confirman la correlación entre las perturbaciones del desarrollo de la criatura en la etapa perinatal y diversas patologías en la edad adulta; y concretamente se han hecho recientemente estudios que muestran la gravedad de la separación prematura de la criatura de su madre. Algunos autores (19) reclaman que la prioridad universal de todos los sistemas de salud pública sea dar el apoyo necesario para que todas las criaturas al nacer permanezcan apegadas a su madre. Actualmente, salvo raras excepciones, en los hospitales se aparta a las criaturas del cuerpo de sus madres de forma rutinaria durante un tiempo variable, o bajo pretexto de seguridad, como si no tuviera la menor importancia. UNICEF ha establecido un decálogo de recomendaciones mínimas para los servicios de maternidad en los hospitales, y ha puesto en marcha la iniciativa de ‘Los hospitales amigos de los niños’(20) para impulsar el cumplimiento de dichas recomendaciones, así como las de la OMS relativas al parto. En el Estado español ya hay varios de estos hospitales. También hay que señalar la labor en pro de los llamados Cuidados Madre Canguro, basados en el contacto piel con piel madre-criatura, que se está desarrollando desde el Comité de Lactancia de la Asociación Española de Pediatría (21). Sin colecho, con la falta de cuerpo a cuerpo y de contacto piel con piel con la madre, se suprime el verdadero amor primario y la sexualidad primal. El legítimo deseo de la criatura de habitar el cuerpo de su madre, calumniado e imaginado como deseo de coito adulto, se prohibe como algo indeseable y patológico, y se dificulta así el desarrollo de su capacidad de amar para el resto de su vida. En pocas palabras, la supresión del amor primario corporal que trae consigo la falta de una maternidad entrañable, lesiona y reduce la capacidad humana de amar. La falta de madre en las relaciones sociales Lo que caracteriza el amor de la madre entrañable es el deseo de bienestar de su prole; el deseo materno, por su propia naturaleza es un fluido emocional incompatible con el sufrimiento humano. El sufrimiento de la criatura hace sufrir a la madre, y por eso el amor simbiótico hace de la madre la garante del bienestar de la criatura. Este fluido emocional fue el sustrato de las primeras sociedades humanas, y hay estudios antropológicos (22) que las han calificado explícitamente de sociedades ‘maternales’. Los grupos humanos se formaban en torno a la madre; y la expansión de las relaciones del ámbito maternal producía la hermandad en los grupos humanos: una hermandad que no era el resultado de ideas políticas o religiosas, sino la consecuencia y la expansión de la capacidad de amar alentada por el deseo materno de bienestar y de cuidado mutuo. Los primeros imperios y sociedades guerreras y fratricidas se levantaron en contra de las sociedades maternales (23).
En las sociedades maternales lo único importante es el bienestar de sus miembros, en las nuevas sociedades de guerras territoriales y de luchas por el Poder, el sufrimiento humano carece de importancia. Las mujeres fueron sometidas y obligadas a vivir privadas de sus deseos; fue la condición para organizar otra maternidad distinta, en la que los fenómenos fisiológicos del aparato reproductor de la mujer no funcionan con el impulso del deseo y las criaturas no se desarrollan al calor de ese impulso benefactor. Desde entonces el parto es doloroso y presenta riesgos y dificultades. También desde entonces las criaturas crecen y se socializan de un modo competitivo y fratricida En las sociedades fraternales, la maternidad merecía un gran respeto y consideración social. En las sociedades fratricidas, como la actual sociedad moderna, la maternidad se relega a los espacios domésticos y privados, y socialmente carece de la consideración que merece. Las mujeres de nuestra sociedad inmersas en la vida profesional y laboral, se encuentran condicionadas a vivir la maternidad como un estorbo. Sociológicamente hablando esto es un disparate, una contradicción flagrante. ¡La humanidad ha construido una sociedad en que la maternidad resulta un estorbo! ¡Cuando en la escala de valores y de reconocimiento social tendría que estar en los primeros peldaños, puesto que ella representa nuestro bienestar y nuestra continuidad! Socialmente, al no ser la maternidad lo que tendría que ser ni ocupar el lugar que debería ocupar, se produce un vacío (24); un vacío social en el que todas las mujeres y en especial las que no quieren o no pueden abandonar su vida profesional pero quieren tener hij@s, se encuentran cuando se hacen madres. Una de las necesidades más imperiosas es la de garantizar una cobertura social y económica para las mujeres en periodo de crianza. La maternidad no es incompatible con el trabajo, sino con las actuales condiciones del mercado de trabajo, con su rigidez y sus normas. La actual incompatibilidad entre maternidad y profesión es una agresión permanente a nuestra integridad como seres humanos. Si la maternidad se llega a vivir como ‘un estorbo’, es porque está nadificada en la escala de valores sociales. Por eso el uso comparativo de la expresión salir del armario se ajusta a la realidad.
Reivindicar la maternidad entrañable no tiene nada que ver con la vuelta al hogar de las mujeres; significa, bien al contrario, recuperar el reconocimiento social que merece, sus espacios y sus tiempos. Recuperar la maternidad implica recuperar su condición entrañable que desprecian nuestros valores sociales dominantes, y que hemos dificultado gravemente al privar a las madres de espacio propio como ciudadanas a lo largo y ancho del espacio social privado y público, familiar y laboral.. El reconocimiento y aceptación en los espacios públicos, laborales y profesionales de la maternidad, y el que lo maternal pueda fluir en dichos espacios, será sin duda un antídoto del fratricidio. Humanizar los espacios públicos significa por ejemplo, que el dar de mamar en público deje de ser un escándalo, o que las casas y los edificios, las calles, las plazas, las oficinas, los parques, las rutas y transportes urbanos, el modelo de contratación laboral o la atención a la salud pública, se diseñen dando prioridad a la ciudadanía de las madres, a la relación social que modela originalmente nuestra humanidad. Sí, hay mucho que andar aún junt@s.
No es lo mismo. Conclusión
La maternidad es una sucesión de procesos que acontecen básicamente de forma simbiótica entre dos seres durante la etapa primal: la madre que concibe, gesta, alumbra y da de mamar, y la criatura que es gestada, parida y amamantada. Hay una continuidad fisiológica, emocional y psíquica en todo el desarrollo. Por eso no es lo mismo la madre que el maternaje o los cuidados que otra persona pueda darle a la criatura. No es lo mismo maternidad que paternidad. La principal función del hombre, compañero o marido de la madre, es asegurar que su hijo o su hija tenga la madre que le pertenece e impedir que nadie se la quite, que nadie viole el cuerpo de su hijo o hija separándole de su madre, que adie pisotee el más básico de los derechos humanos que es el tener madre. Cualquier hombre que supiera lo que es la madre, no podría nunca entrar en suspicacias o celos, y no solo respetaría el periodo simbiótico del primer año de vida de su hijo o de su hija, sino que pelearía por hacerlo respetar. La función del hombre es sostener la maternidad, y en la sociedad actual, hacer lo posible por suplir la falta de tejido social de apoyo mutuo de las mujeres. Y cuando las criaturas se hacen autónomas, la función del hombre es proteger su crecimiento y su aprendizaje en el entorno más libre y amoroso posible. El modelo viril tradicional debe modificarse; el guerrero debe quitarse la armadura para entrar en el terreno del amor incondicional y complaciente con las criaturas humanas. Teniendo en cuenta el abandono de las criaturas y la falta de madre entrañable que hay en este mundo, el maternaje es un imperativo para todo adulto o adulta sensible. Un científico contemporáneo (25) decía que si queremos hacer algo por la Humanidad y contra la violencia que asola este mundo, cuando viéramos a un niño o niña, le cogiéramos en brazos. El conocimiento, y por tanto, el reconocimiento, de lo que es la madre y la maternidad no hace disminuir sino que al revés, aumenta el valor, la consideración y el apoyo que debemos dar a toda forma de maternaje, muy particularmente a las acogidas y adopciones, como la más noble tarea que podamos darnos. Creemos que es imprescindible la baja de maternidad de un año, como sucede en países como Suecia. Y creemos necesaria la flexibilidad laboral para las madres en periodo de crianza que consideren que pueden hacer su trabajo con la criatura, en el puesto de trabajo o realizando parte del trabajo en casa, y asegurar su vuelta efectiva al mercado laboral tras el periodo de ausencia. Se debería incentivar a las empresas para que empleen a madres lactantes, lo mismo que hacen con las personas minusválidas o mayores de 45 años. Sería para empezar una forma de proteger la maternidad y darle el respeto y el reconocimiento social que merece, y también de humanizar los espacios laborales y profesionales. En realidad más que acoplar la maternidad a las condiciones actuales de trabajo, habría que acoplar las condiciones de trabajo a la maternidad. Por otra parte, la baja de paternidad que se está pidiendo en algunos sectores no puede ser una sustitución de la ampliación de la actual baja de maternidad, puesto que la paternidad no es lo mismo que la maternidad, ni debe sustituirla sino sostenerla y apoyarla. No hay igualdad entre maternidad y paternidad; hay apoyo mutuo y solidaridad. La igualdad entre maternidad y paternidad en la práctica, entre otras cosas, significa la sustitución de la lactancia por el biberón (por eso los intereses mercantiles hacen publicidad de torsos masculinos con bebés en brazos), y equivale a sacar a la criatura de su habitat. Por eso, este tipo de igualación va en la dirección de profundizar la falta actual de maternidad, y de seguir manteniendo la violación de los derechos materno-infantiles. La paternidad, así como cualquier forma de maternaje, deben contemplarse como una extensión de la maternidad. Y sería un contrasentido que el maternaje desplazara a la maternidad cuando su función es sostenerla y apoyarla. Con todo, la necesaria implicación afectiva de los padres en la crianza y su colaboración equitativa en las tareas domésticas, tiene un profundo sentido para nuestro género humano, ya que propicia la reconciliación y el desarrollo de los enormes recursos biológicos y culturales que tenemos a nuestra disposición para recuperar el bienestar social perdido. Red Amaryi (para la recuperación de la maternidad) Octubre 2006 (1) Nils Bergman (2005) (2) Michael Balint (1979) (3) Michel Odent (2001) y Wilhem Reich (1942) (4) Vigentes todavía por ejemplo en la tribu Nubas (Sudan) (Fotos de Antonio Cores (1975):http://www.antoniocores.com/Sudan-Photographs/006-Niaro-danza) (5) Así califica Michel Odent a Wilhem Reich en la dedicatoria de su libro El agua, la vida y la sexualidad (6) Frederick Leboyer (1996) (7) Frederick Leboyer (1996) (8) Citado en Mamatoto, la celebración del nacimiento. VVAA. (9) Recomendaciones de la Organización Mundial de la Salud, abril de 1985. (11) N. Bergman et al (2004) (12) A.S. Schore (2001). Alberts (1994) (13) N. Bergman (2005) (14) Widstrom et al (1987). Richard (1990) (15) N.Bergman (2001) (16) N.Bergman (2005) (17) Citados en la guía de Lactancia Materna del Comité de Lactancia Materna de la Asociación Española de Pediatría (18) Margot Sunderland (2006) (19) N.Bergman (2005) (20) http://www.ihan.org.es (21) Como puede comprobarse en La lactancia materna, guía para profesionales. (22) JJ.Bachofen (1881). M. Moia (1981). (23) Ver Prólogo de Javier de Hoz a la Iliada de Homero, Austral/Espasa (1995) (24) Victoria Sau (1994) (25) Carl Sagan (1980), a propósito del estudio del neurólogo JW Prescott en el que demuestra la correlación entre la violencia adulta y la falta de placer corporal en la infancia.
Los dolores del parto, grandemente considerados por los médicos y Dios mismo, y que nosotros vivimos con tantas ceremonias, hay pueblos enteros que los ignoran. Montaigne (1533- 1592) Ensayos I, XIV
La primera violación, la peor situación posible para un recién nacido es la separación su madre, su hábitat normal. Nils Bergman (2005) Le portage Kangaroo, VI ème Journée Internationale de l’Allaitment, Paris.
El crimen de la madre es el secreto de la humanidad. Victoria Sau (1994) La maternidad: una impostura, revista Duoda nº6
Durante siglos, la mayoría de los úteros han sido espásticos, y por eso los nacimientos han sido dolorosos. Wilhelm Reich (1956) Correspondencia entre Reich y Neil Se confirma el conocimiento antiguo de que las contracciones rítmicas de las fibras musculares uterinas son un elemento esencial del orgasmo femenino, cualquiera que sea el orígen del mismo. Masters y Johnsons (1966) Human Sexual Response
Fuente y texto completo,: http://amaryi.files.wordpress.com/2007/03/manifiesto.pdf

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