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Mank ¿10?

Publicado el 30 marzo 2021 por Josep2010

Nada menos que diez nominaciones a los premios de la academia cinematográfica de Hollywood ha recibido la última película de David Fincher, Mank, justo el doble de las nominaciones que recibió en los pasados globos de oro, cinco, ninguna de las cuales llegó a premio graciosamente concedido, lo cual despierta en algunos una cierta incógnita mezclada de esperanza, basadas dichas aspiraciones en la indiscutible realidad que esos premios cinematográficos no pueden ser declarados desiertos, lo que para algunos tipos raros entre los que me cuento viene a certificar el escaso orgullo de los convocantes del certamen por usar una definición a todas luces inapropiada sin entrar a considerar siquiera que el arte y la competición para algunos constituyen un oxímoron.
Diríase que David Fincher ha querido honrar la memoria de su padre Jack y la mejor forma que halló consistió en llevar a la pantalla el guión escrito por su progenitor decidido a mostrar su opinión relativa a la figura de Herman Mankievicz, un guionista que obtuvo tardío y único reconocimiento por su contribución a la primera película de Orson Welles, rompedora en muchos aspectos cinematográficos, una obra maestra sin discusión.
Mank ¿10?
La película de los Fincher nos muestra muy por encima el proceso de escritura del llamado Mank mientras está convaleciente de un quebranto físico importante focalizado en su pierna derecha que le mantiene postrado en una cama y a instancias de quienes le contratan para el trabajo se ve recluído en un rancho en el desierto del Mojave confiando que el aire puro y seco le hará bien y le ayudará a soportar la ausencia del alcohol que solía ingerir en cantidades desmesuradas, centrándose en su tarea y sin saber a ciencia cierta si ha recibido o no indicaciones de la temática sobre la que debe basar el guión, lo cual resulta sorprendente y extraño pues no le pagan por una obra ya escrita y acabada sino por escribir un relato ab initio y francamente, me resulta un tanto increíble.
Casi tanto como la elección de Gary Oldman que contando ya sesenta y dos años de edad pretende componer un personaje que tiene cuarenta y dos años mal llevados, sí, pero que son veinte menos y que cuando uno lo ve junto a su esposa Sara (Tuppence Middleton, que cuenta 37 añitos de nada) más que su cónyuge parece su hija: un error garrafal de casting porque precisamente a poco que uno compruebe la historia de Herman Mankievicz se percata que efectivamente tocó cima en esa colaboración y la composición que nos presenta Oldman siguiendo evidentemente las instrucciones de Fincher parece un poco fantasiosa y exagerada alejándose de un realismo que quizás le hubiese otorgado mayor interés: apenas apuntes irrelevantes de la situación personal del guionista que como quien dice recién llegado a la madurez y pudiendo disponer de una perspectiva interesante se encuentra en un brete que se nos explica muy mal en un discurso que acaba por ser aburrido y carente de interés.
Puede que la soberbia de Fincher -que como siempre se excede en el metraje- le haya llevado a considerar obligatorio intercalar letreros previos a unos flashback indicando el lugar y fecha y lo que es peor especificando que se trata de un flashback, algo que hasta ahora jamás había visto este compungido comentarista, lo que repetido tantas veces llega a dar la sensación que nos trata a los espectadores como verdaderos estúpidos incapaces de saber cuando nos muestran un flashback, ni que sea porque vemos a Mank andar muy bien por su propio pie cuando sabemos que en realidad está postrado en una cama, incapaz de levantarse.
Aunque quizás nos merezcamos el tratamiento de tontos por haber decidido ver esta película, bien pensado.
Tengo para mí que el ínclito Fincher dirige su cosa a un espectador sentado en su sofá y viendo su cadena de cable favorita justo el día que no hay fútbol y porque no hay otra cosa, pues los frikies del cine, esos tipos raros, se tiran de los pelos cuando ven a Mank chulear en la misma estancia en la que están guionistas de relumbrón como Ben Hecht o Charles MacArthur y lo hace presentando como un verdadero novato a Charles Lederer, que el año anterior, 1940, había escrito con Ben Hecht esa pequeña maravilla llamada His Girl Friday (Luna nueva). Uno, que tiene ramalazos cinéfilos, se queda a cuadros cuando ve la osadía de Fincher. Claro que igual el supuesto cineasta se dirige a ese grupo de ciudadanos que ni saben quien pueda haber sido Orson Welles ni tampoco han tenido jamás ocasión de ver Ciudadano Kane, de la que hasta hoy no habían oído hablar. Igual despierta su curiosidad. Tengamos fé.
Fincher navega entre dos aguas turbulentas al meterse en una especie de biopic repleto de circunstancias que alejan la verosimilitud y tampoco como ficción su película acaba de consolidarse precisamente porque fiel a su estilo de mezclar conceptos nos presenta una especie de galimatías que pretende abarcar no tan sólo las circunstancias personales del protagonista, Mank, sino además insertarlas en un discurso de contenido ligeramente socio-político desde la perspectiva de los industriales hollywoodienses pero sin apretar mucho las clavijas a pesar de que todavía coleaba -y mucho- la Gran Depresión y que su pretendidamente carismático protagonista no se moja en absoluto ni en favor de unos ni de los otros porque lo único que hace es provocar desde sus alturas etílicas casi a modo de boutade por otro lado esperable en el tipo, vista la reacción de sus espectadores que se lo consienten como se consiente al bufón de la corte.
El guión del padre es disperso y el trabajo del hijo no ayuda a enfocar el interés: los saltos atrás se supone que son los recuerdos que Mank usa para seguir adelante con su guión, pero el conjunto da la sensación de entelequia carente de emoción y no despierta simpatía hacia el personaje y llega un punto en que tanto te da lo que pase y tienes ganas que se acabe ya la película porque no engancha la atención: lo que se nos cuenta no nos importa nada y la forma de contarlo es anodina y carente de imaginación y fuerza visual. El uso del B/N por sí mismo no le otorga ningún beneficio a la cinematografía porque además resulta que la iluminación es convencional y carente de expresividad y el uso de los objetivos es penoso porque evidentemente Fincher no tiene ni idea de donde colocar la cámara y basa la expresión de las ideas únicamente en unas letras que tampoco es que sean para tirar cohetes.
No me ha parecido que haya nada remarcable en este biopic que me ha aburrido soberanamente y que si en algo me ha servido ha sido para comprobar que efectivamente la mercadotecnia funciona de maravillas y la industria se ha empeñado en malbaratar unos cuantos años de arte cinematográfico para reconvertirlo en industria que poco a poco se encamina a su fin.
Si no la han visto, no pierdan el tiempo viéndola, aunque le den todos los premios. Mejor vean otra vez Ciudadano Kane.

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