¿Quién era Herman Mankiewicz? ¿Cuál fue su legado artístico? ¿Con quiénes trabajó? Todas estas preguntas hay que conocerlas de antemano, además de haber visto Ciudadano Kane, para seguir el ritmo de los numerosos nombres de personajes reales que desfilan en este largometraje ambientado en unos años treinta y cuarenta a los que David Fincher homenajea con una deliciosa escenografía y un estilo de dirección característicos de esa época. Asumida la avalancha de datos no aptos para profanos, lo cierto es que la historia en sí mismo es sencilla, con dos líneas temporales que se justifican mutuamente sin que ninguna llegue a aportar nada más allá que la desatada personalidad de su protagonista, interpretado por un magistral Gary Oldman, y acompañado de un aceptable elenco al servicio de la caracterización, en una película que hace uso de la nostalgia para plasmar la decadencia, no solo cinematográfica, de unos tiempos menos lejanos de lo que parece.Mi puntuación: 6/10