Revista Opinión

Manny Pacquiao, la leyenda del boxeo, ahora quiere ser presidente de Filipinas

Publicado el 17 agosto 2021 por Juan Juan Pérez Ventura @ElOrdenMundial

Tras dos años sin subirse al ring, el 21 de agosto Manny Pacquiao se enfrenta al cubano Yordenis Ugás en Las Vegas. Probablemente será su última pelea. A los 42 años, Pac-Man, como se le conoce en el mundo del boxeo, es uno de los luchadores más famosos del mundo, y más aún en Filipinas, donde además de por sus victorias se le aclama por su solidaridad con los necesitados. Su popularidad en su país es tanta que se ha convertido en una “fuerza unificadora”: los soldados filipinos y las guerrillas rebeldes pactan treguas para ver sus combates. 

Aunque el boxeo es su pasión, Pacquiao no esconde sus ambiciones políticas. Después de una década ocupando cargos públicos, ha escalado posiciones y desde 2016 es senador por el partido del presidente Rodrigo Duterte. Con las elecciones presidenciales a menos de un año, su retirada definitiva del boxeo llega en el momento idóneo para preparar su próximo gran reto: convertirse en el líder de Filipinas.

Pac-Man salta a la política

Con 62 victorias y títulos en ocho divisiones, Pac-Man es uno de los mejores boxeadores de la historia. Sin embargo, antes de convertirse en una celebridad su vida era muy distinta. Nació en una familia numerosa de escasos recursos y durante su adolescencia malvivió en Manila para enviar dinero a su familia. Pacquiao siempre ha hablado abiertamente de sus orígenes humildes, lo que le ha hecho aún más popular. 

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Su labor filantrópica también le ha ayudado a ganarse el respeto de sus compatriotas y a catapultar su carrera política. Pacquiao ha donado doscientos millones de dólares para subvencionar proyectos de desarrollo, becas de estudio y construcción de viviendas en las regiones más pobres de Filipinas. En 2019 creó la Fundación Manny Pacquiao, que busca sacar rédito de su fama como boxeador para recaudar fondos para los más desfavorecidos. Y durante los primeros meses de la pandemia, su fundación y la del multimillonario chino Jack Ma donaron 100.000 test PCR a hospitales filipinos. 

El salto a la política no le hizo bajar del cuadrilátero. Pacquiao ha compaginado su carrera deportiva con el cargo público primero como congresista desde 2010 y a partir de 2016 como senador. Desde su llegada al Congreso se ha batido quince veces, aunque cada vez con menor frecuencia a medida que sus funciones públicas aumentaban. Finalmente, en 2018 anunció que se retiraría del boxeo al cabo de tres años, justo a tiempo para las elecciones presidenciales de 2022. Con cuarenta años recién cumplidos, edad mínima para ser presidente en Filipinas, su decisión demostró cuáles eran sus ambiciones en política.

Con todo, su paso por el poder legislativo no ha estado exento de controversia. Aunque en 2019 se graduó en Ciencias Políticas, sus detractores le recriminan su escasa experiencia. Además, outsiders como Pacquiao no son bien vistos por los clanes familiares que tradicionalmente controlan la política filipina. A esto se le suman sus frecuentes ausencias a las sesiones del Senado, sus incursiones en el mundo del espectáculo y su firme apoyo a la pena de muerte. Sin embargo, lo que le ha valido más críticas son sus declaraciones homófobas y transfóbicas, que el boxeador defiende citando la Biblia.

Pacquiao vs. Duterte

Uno de sus principales apoyos ha sido Duterte. El entendimiento era mutuo: Pacquiao es un defensor convencido de la violenta guerra contra las drogas impulsada por el presidente, y este se declaró fan del boxeador y lo admitió en su partido en 2012. Pacquiao empezó a imitar la retórica antielitista y contra la corrupción que llevó a Duterte al poder, y se llegó a decir que iba encaminado a sucederle en la presidencia. Los rumores sobre la sucesión se vieron alentados en diciembre de 2020, cuando Pacquiao fue nombrado presidente del PDP-Laban, el partido de Duterte. Con las encuestas posicionándolo entre los cinco candidatos más populares y el apoyo de altos cargos del partido, la presidencia parecía cada vez más cerca.

Duterte y su guerra contra las drogas en Filipinas

Pero Duterte quiere permanecer en el poder, lo que además le garantiza inmunidad frente a un posible enjuiciamiento, que miles de filipinos reclaman, por las muertes de su guerra contra las drogas. Dado que la presidencia en Filipinas está limitada a un mandato, Duterte pretende gobernar en la sombra desde la vicepresidencia, y para ello necesita un presidente de su confianza. Aunque su hija, Sara Duterte, es la favorita en las encuestas, presentarse con ella sería muy controvertido, así que ha preferido ir sobre seguro y se presentará con el senador Bong Go, uno de sus socios más fieles. 

Pacquiao no encajaba en los requisitos de Duterte. La gran popularidad del boxeador podía eclipsarle y, por más que se hubieran apoyado durante los últimos seis años, Pacquiao no daba señales de dejarse influenciar. Se especula con que Duterte lo nombró presidente del partido para evitar que actuara por su cuenta. Aún así, Pacquiao no escondía su intención de concurrir a las elecciones, y se opuso a que Duterte se presentara a la vicepresidencia y apoyara a escondidas la candidatura de su hija.

La amistad entre ambos se ha ido deteriorando en los últimos meses a medida que se acerca el periodo preelectoral. En mayo el senador criticó la actuación del presidente durante las incursiones de barcos chinos en aguas filipinas. Pese a las advertencias de sus compañeros, Pacquiao no se retractó, e incluso acusó al Gobierno de corrupción poco antes de volar a EE. UU. para prepararse para la pelea en Las Vegas. Ya no había vuelta atrás, la camaradería se había roto. Duterte recriminó a Pacquiao que no asistiera a las sesiones parlamentarias y después dijo públicamente que los puñetazos en el ring le habían atontado. El golpe final llegó el 17 de julio: Pacquiao fue destituido como presidente del partido.

El boxeador es popular, pero el presidente lo es más

Aunque Pacquiao está preparándose para el combate del próximo 21 de agosto, de vuelta a Filipinas le espera otra pelea, y esta vez en la esquina opuesta estará Rodrigo Duterte. Su destitución como presidente del partido le deja con menos aliados pero no sin estrategia para la victoria.

Pacquiao pretende que su esperado regreso al ring promocione su candidatura justo antes de la presentación oficial de candidatos presidenciales en septiembre. En Filipinas el presidente no gana las elecciones por ser de un partido concreto, sino por provenir de una dinastía política, haber acumulado poder en su región de origen o por su carisma personal. Y los combates de Pacquiao son un acontecimiento que se sigue en todo el país.

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Por si fuera poco, sus denuncias contra el Gobierno le han vuelto a posicionar como un líder anticorrupción. Pacquiao también cuenta con que su pasado humilde y sus millonarias donaciones le ayuden a conseguir el voto de una población harta de la desigualdad y la corrupción. Y siendo originario de Mindanao, como Duterte, espera dividir el voto en el feudo más fiel al presidente. Y, pese a todo, Pacquiao no lleva las de ganar. Puede que aún conserve muchos apoyos tras su enfrentamiento con Duterte, pero las últimas encuestas señalan que su popularidad ha bajado. Por otro lado, la candidatura de Duterte padre e hija sigue en cabeza aunque ambos la hayan rechazado públicamente. Incluso si vencer en el ring le sirve para ganar votos, Pacquiao necesitará mucho más que eso para noquear a Duterte.

Manny Pacquiao, la leyenda del boxeo, ahora quiere ser presidente de Filipinas fue publicado en El Orden Mundial - EOM.


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