Manos que andan…
Que acarician la fuente en la que beben.
Que se aferran, con bisoños pasos, a los dedos que las aguantan.
Unidas, las de la madre y las de la hija,
si el miedo visita en las noches apaisadas.
O al cruzar la calle.
Unas sobre las otras
dirigiendo el danzar del pincel.
Temblorosas
cuando ya
solas
sostienen el poema que leerán en voz alta.
Manos menudas que no volverán.
Como a los gusanos de seda
les crecieron alas.
A Irene, en el día de su cumpleaños
