manos a la obra

Más color. Más primavera. Tengo la suerte de vivir muy cerca del campo así que puedo dar largos paseos y tomar fotos de lo más fotogénico que hay por aquí: las flores silvestres, tan coloridas y abundantes en estos días. A veces también tengo la suerte de encontrar algún bichito que se esté lo suficientemente quieto durante unos segundos, pero no es lo más habitual. En otra época no me hubiese hecho nada de gracia vivir en un lugar tan apartado del centro, pero hoy en día la verdad es que es una suerte estar a las afueras, aprovechando la calma y el silencio.

Esto me hace pensar lo relativo que es todo. Nuestros gustos van cambiando de una forma increíble y no nos damos ni cuenta. Y lo que es más curioso es que no lo asumimos, siempre pensamos que estamos ante la versión definitiva de nosotros mismos y damos por sentado que nos gustan tales y cuales cosas o que tenemos tales y cuales costumbres o tales y cuales manías, sin pensar en que dentro de diez años todo eso habrá cambiado casi con total seguridad. Para darse cuenta sólo hay que pensar en nuestros gustos y costumbres de hace diez o quince años. También entonces pensábamos que había llegado la versión definitiva de nosotros mismos y estábamos convencidos de ser estupendos y muy seguros. Pocas son las cosas que nos gustaban hace quince años y aún hoy nos gustan. Algunas sí, claro, pero no todas, eso seguro. Por eso debemos asumir que ahora mismo solo somos humanos en evolución y que nunca habrá una versión definitiva porque siempre que estemos vivos seguiremos evolucionando.

Buena noticia ¿no? Evolucionar implica vivir y vivir implica, o más bien debería implicar, aprender. Lástima que no todo el mundo sea consciente de ello. Al contrario que esos preciosos bichitos de la foto. Ellos aprenden viviendo pero lo hacen sin querer, por puro instinto. Los humanos tenemos que hacerlo de forma consciente.

Pues muy bien, ahora que lo sabemos, manos a la obra.