Hacía 6 meses que esperaba ansiosa poder disfrutar en “El gran teatre del Liceu” de una de mis óperas favoritas, Tristan e Isolda de Richard Wagner. Por desgracia, lo que en un inicio fue una agradable velada, se convirtió en el tercer acto, en una gran decepción gracias al buen servicio de aquél que se dice llamar Gran Teatro.
Por hechos que no vienen al caso, llegamos 1min tarde al tercer acto, digo 1 minuto, porque fue lo que amablemente nos indicó el personal de la entrada cuando no nos dejó volver a la sala. Acto seguido empezaron a sonar los primeros acordes. Tristes y desolados, pero entendiendo que no se puede entrar a la sala cuando el espectáculo ya ha empezado, nos dirigimos al Foyer donde nos comentaron, que podríamos seguir igualmente la obra sin ningún problema. Ilusos de nosotros, nos lo creímos…
Para aquellos que no hayan estado nunca en el Liceu, les comentaré que el Foyer, es la cafetería donde se narra el argumento de la obra en cuestión, situándola en el contexto histórico, una hora antes del inicio de la ópera y donde también se puede tomar un pequeño refrigerio a un elevado coste, entre acto y acto (Durante el tercero recogen).
Al llegar al Foyer, nos indicaron que teníamos a nuestra disposición varios monitores con subtítulos en varios idiomas. Unos monitores que calculo que tendrían unas 26” y estarían a una altura aproximada de 4 metros y que el mismo”Servicio de Atención al Espectador” del Liceu tiene la santa cara de referirse a ellos como “pantallitas”. Si a eso le sumamos la mala sintonización de dichas “pantallitas” y por lo tanto, complicado de leer los subtítulos, hace que sea mas fácil seguir la ópera en mi casa apoltronada en mi cómodo sofá viendo el canal 33, que en el propio Liceu después de haber pagado 260eur por dos entradas y evitándome una visita al masajista por una mala postura de las cervicales.
Así que en un teatro como el Liceu, donde lo importante es la acústica, la única alternativa para poder continuar disfrutando de la obra, en el supuesto de que hayas llegado tarde, te haya entrado un ataque de tos, tengas la vejiga suelta, una indisposición o multitud de cosas que al cuerpo humano puede llegar a pasarle,…es la cafetería (perdón Foyer, que queda mas “chic”) donde el personal obviamente hace su trabajo, y por tanto ruido. Recogen tazas, platos, mesas, hacen caja,… nada raro dentro de las habituales tareas que puede tener una cafetería.
Lo más curioso, es que se escuchaba mucho mejor la música en los pasillos que en la cafetería o sala polivalente como comentan desde el Liceu. Pero como no hay “pantallitas” y una servidora de Alemán más bien poco, pues tampoco era una opción a tener en cuenta.
Tras ese negro panorama nos dirigimos a explicar la situación a los trabajadores de seguridad. Estábamos atónitos que un Teatro centenario y con tanto historia en el mundo de la Ópera no tuviera una sala con unas mínimas condiciones acústicas y audiovisuales.
Se me iluminó la cara cuando me dijeron que Sí la tenian, “La sala de proyecciones del Espacio Liceu”, pero al momento volvió el nubarrón cuando explicaron que dicha sala no estaba disponible, ya que sólo esta abierta al público durante el primer acto. Es una sala anexa a la tienda y cuando ésta cierra, adiós muy buenas. Luego sólo nos quedaba la alternativa, volver a la cafetería (alias Foyer) con la esperanza que con un poco de volumen y cierta imaginación al leer, pudiéramos terminar la obra… o ya puestos, con el tiempo que inútilmente ya habíamos perdido paseándonos por el Liceu, poner una hoja de reclamación y denunciar una situación inadmisible a futuras víctimas de la burocracia del Liceu.
Han pasado unas semanas desde entonces y mi mente ya había corrido un tupido velo acerca de esta bochornosa situación, pero el colmo fue ayer, cuando recibí una carta del “Servicio de Atención al Espectador” del Liceu donde en resumidas cuentas, expone que el problema fue mi poca paciencia por no aguantar el ruido de los trabajadores de la cafetería incluso, cuando se me dijo que intentarían subir el volumen y decirles a los pobres currantes que recogieran la vajilla con cuidadito y sin hacer ruido.
En definitiva… parece que por ser “El gran Teatre del Liceu” pueden tomarse la libertad de tomar el pelo a los espectadores que acuden sin importar el precio a disfrutar de un espectáculo como es la ópera, porque les gusta la música y disfrutan con su puesta en escena. Una premisa, que un teatro creado en el 1847 e históricamente ligado a la música y a la Ópera y considerado un centro cultural y artístico símbolo de Barcelona, debería tener grabado a sangre en sus majestuosas escalinatas.
Lo curioso del caso, es que nos explicaron que éramos una excepción que se daba en desafortunadas ocasiones, aunque aquella noche habría luna llena y hubo récord, pues estábamos unos 6 o 7 dejándonos las cervicales y los oídos en el Foyer.
Si le rizamos el rizo a la situación y contamos que aquella noche, como ya he comentado había entre 6-7 personas en cafetería…No seré mala y bajaré la media a 2 personas, para que luego no digan que estoy haciendo un mal uso de las matemáticas especulando con los números. Esas 2 personas las multiplicamos por unas 3 actuaciones a la semana (aunque en el Liceu también hay danza, conciertos,.. y por tanto mas oferta a que referirnos, no vamos a ponernos tampoco quisquillosos). En definitiva, tenemos unas 6 personas por semana, que multiplicado por 4 que son las semanas existentes en un mes y a su vez por 11 que son los meses que tiene un año (quitando agosto que son vacaciones)…. Nos daría la friolera de 264 personas/año o pobrecillos que se han quedado a dos velas, después de pagar rigurosamente el elevado precio de la entrada.
En definitiva, tal cantidad de espectadores no merecen tener un poco de respeto y una sala acondicionada acústicamente y visualmente, para disfrutar de una ópera durante los dos o tres actos que puede tener. O es que quizás el Liceu también se encuentra en números rojos y no le llega el presupuesto, para mantener la electricidad de la sala de proyecciones del Espacio Liceu durante un máximo de 5 horas. Como solución les propongo que destinen 1 euro de cada entrada, quizás así no haga falta apretarse el cinturón, ni elevar el coste de los bocatas del Foyer.
Y sino siempre podemos hacer campaña “un euro pa la lú del Liceu”.