Revista América Latina

mantener a flor de piel el terror en la poblaciĂłn

Publicado el 21 febrero 2014 por Adriana Goni Godoy @antropomemoria
A los héroes del cerro Chena

por Manuel Ahumada Lillo

Entre el 4 y el 6 de Octubre de 1973 en los cerros de Chena se llevó a cabo el asesinato de una veintena de detenidos, entre los que se encontraban dirigentes sindicales, obreros, pobladores y jóvenes secundarios. Se ha logrado determinar que fueron horriblemente torturados y que, encontrándose en deplorables condiciones, se les hizo creer que si corrían podrían salvar sus vidas. Se les ordenó quitarse las vendas y, en la oscuridad, se les hizo correr hacía el cerro y se les disparó a discreción, recibiendo cada uno de los detenidos varios impactos de bala.

A mi compañero y amigo Manuel González Vargas, el “conejo” González lo encontró su esposa en el Instituto Médico Legal, y cuando unas horas después me describió como estaba, sólo atinamos a llorar abrazados junto a alguno de sus hijos.

A los obreros fusilados de la Maestranza de San Bernardo, con quienes tuve el honor de compartir sus últimos días de vida, a 34 años desde que fueran asesinados un día de Octubre de 1973, el recuerdo imperecedero, el homenaje sincero y la reiteración del compromiso de darlo todo por la clase trabajadora, en vuestro honor y el de todos los que cayeron.

A LOS HEROES DE SAN BERNARDO **

“Dice don Oscar Aguayo, en Vida y anécdotas de la Maestranza San Bernardo, de Rosana Ojeda:

“En el año 1939 se repite una vez más esa tendencia imperante a lo largo de la historia. Se intenta derrocar el gobierno democrático de don Pedro Aguirre Cerda.

Los ferroviarios suman fuerzas en cuestión de horas. Hay una visión unitaria y la movilización maestrancina es el primer síntoma de lucha.

Estaba en la Maestranza (Central de San Bernardo) informando lo que sucedía cuando llegó un auto, era de Santiago, venían tres ciudadanos, uno de ellos era Salvador Allende, ministro de Salubridad del gobierno de don Pedro Aguirre Cerda. Nos dijeron que nosotros éramos una fuerza importante y que teníamos que tomar medidas para abortar el golpe.

Con aproximadamente mil doscientas personas se formó el batallón maestranza, organizados por escuadras, todo se hizo rápido. Preparamos un tren blindado para ir al paso nivel, ahí estaba la parte armada de los militares de San Bernardo. Teníamos todo listo para ir a pelear cuando un jeep militar entra en la Maestranza con don Galvarino. Nos informa que el golpe está terminado.

Le dijimos, vamos a hacer un desfile.

Háganlo no más dijo, no hay problema.

Con el batallón maestranza y el orfeón Ferroviario salimos a desfilar por San Bernardo. Pasamos por la plaza, ahí estaba la escuela de Aplicación, ellos nos aplaudían.

34 años después, a fines de Septiembre de 1973, soldados de la Escuela de Infantería, armados hasta los dientes, ingresaron a la Maestranza Central con una lista de nombres.

Recorrieron los talleres llamando a viva voz a los requeridos y los fueron sacando de sus lugares de trabajo, separándolos de sus compañeros, quienes ignoraban en ese momento que los veían con vida por última vez.

Manuel González, “el conejo”, de herrería; Ramón Vivanco, del taller ruedas; Pedro Oyarzún, “el chueco”, de frenos de aire; Arturo Koyck, “El tata”, de eléctrico; José Morales, presidente del consejo; Joel Silva, “el negrito”, de Pabellón Central; al igual que Adiel Monsalves; Roberto Avila, de albañilería; Alfredo Acevedo, Raúl Castro, y Hernán Chamorro, llegaron tarde en la noche del 28 de septiembre al campo de prisioneros de Chena, lugar en el que ya se encontraban decenas de detenidos.

Al contrario de lo sucedido en 1939, en esta ocasión sí se produjo el golpe de estado y ni los ferroviarios ni ninguno de los gremios organizados pudo prepararse y resistir.

Conocedores los golpistas locales de la fuerza de la organización ferroviaria, no trepidaron en fusilar a los dirigentes detenidos.

Con tal acción daban una muestra de su actuar a los ferroviarios, y sembraban el terror en la población.

El apacible San Bernardo se transformó, entonces, en una comuna militarizada, vigilada de día y de noche por patrullas militares armadas, que se hacían notar disparando a discreción. El único interés que los movió durante esos años fue mantener a flor de piel el terror en la población.

El cerro Chena pasó de lugar de esparcimiento a centro de detención clandestino. Los militares, que formaban parte del paisaje de la ciudad, se transformaron en carceleros torturadores y verdugos” .

** Del libro Cerro Chena – Testimonio
http://www.cgt-chile.cl/homenaje.htm

mantener a flor de piel el terror en la poblaciĂłn
Web CGT cgt-chile.cl

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