Por otro lado, los que podríamos llamar en lenguaje clásico, liquidacionistas, para estos la marca no vale nada, por supuesto echan mano de la simbología en momentos singulares progres-pijos-guays no vaya a ser que en alguno se les haya olvidado la letra de La Internacional, pero enseguida la vuelven a encerrar en una fundación, por supuesto que sea de gestión propia. Su idea fundamental es el movimiento, no se sabe hacia donde pero el movimiento es el eje de su discurso, para eso hacen falta recursos económicos y materiales no dudando para ello en hacer de bufones y plasmar bufonadas en los medios más retrógrados del espectro ideológico del estado.
Varias cosas tienen en común ambas posturas, el tremendo derroche de esfuerzos que gastan en lo interno, como los Consejos Políticos Regionales donde 40 personas no se cansan de repetir lo mismo una tras otra (la falta de imaginación es palpable), y tanto que teorizan sobre lo que habría que hacer por lo menos no lo han plasmado porque si en algún momento han gobernado o participado de gobiernos la mediocridad de su gestión es su gran seña de identidad. Proponen cosas que en los años y años que llevan algunos liberados en equipos municipales como electos o cargos de confianza (y mira que hay de estos) ya podían haber echo algo de ello.
Llaman a la movilización interna como si fuera la primera que, “su proyecto” corriera peligro, no es que corra peligro, es que no es válido ni para la coyuntura actual, ni para los enfoques mismos de la clase obrera. La inmediatez con la que actúan les priva de la perspectiva histórica en la que se mueven, el borrón y cuenta nueva que utilizan para explicar su quehacer hace que sean permeables al entrismo, al foquismo y a los ismos más negativos que han recorrido a las izquierdas, sin olvidar que cuando no consiguen el objetivo deseado “el quítate tú que me ponga yo”, no dudan en hacerse los paladines de entes superiores como cual caballero en pos de la amada secuestrada por impuros e impíos.
Ante tales movimientos centrífugos lo que está realizando la actual dirección de IUCM es lo que debería hacerse en muchos otros lugares, mantener la centralidad del discurso, y hoy por hoy no es otro que mantener las alianzas tradicionales, forjar nuevas desde el respeto mutuo y sin imposiciones, llegar a acuerdos allá donde se pueda llegar y forjar, forzar y mantener el discurso de que existen otras formas de gobernar para transformar, para cambiar radicalmente la situación y llegar a las bases sociales que nos siguen viendo como los mejores en la protesta pero que no han dado el paso hacia nuestras posiciones. Por eso la centralidad del discurso y del método hay que llevarla a cabo sin aventurerismos infantiles ni movimientos aformes.