Dejé de cocinar cuando nació Bichito. Durante las primeras 6 semanas, que maridín estuvo en casa, estuve bien alimentada. Él se encargaba de la compra, de cocinar y de que mi leche fuese lo más sabrosona posible (¡je!)
Pero en cuanto volvió al trabajo, todo cambió.
Yo siempre me he alimentado super bien. Me fascina comer bien, llevar una dieta equilibrada. Jamás he pasado hambre y siempre he estado en mi línea, por no hablar de la anemia o el hierro. ¡Siempre todo perfecto!
Bueno, miento, pasé hambre con la dieta de la diabetes gestacional, sobre todo las últimas semanas que mi hambre se había convertido en gula. Pero ese es un caso especial que no tendremos en cuenta.
Desde que doy el pecho, he notado que me dan subidones de gula casi espontáneos. De repente, necesito algo dulce, chocolate. Me da mucha ansiedad por comer guarrerías, porque siento que una ensaladota bien grande como a mí siempre me ha gustado, no me satisface de la misma forma.
Por no hablar de las repetidas bajadas de azúcar que sufro.
Durante el día hay que hacer 5 comidas, las cuales he respetado siempre. No obstante, ahora no aguanto más de hora y media o dos horas sin comer algo. Porque si lo hago, empiezo a temblar y sufro una hipoglucemia.
Y por otro lado está el hecho de que no puedo cocinar como a mí me gustaría.
Bichito es un bebé que demanda mucho. No se queda tranquilo en la hamaca o en la mantita de juegos a no ser que se le haga caso. Hace microsiestas de 30 minutos cada dos horas, y no da para mucho más que desayunar, ducharse y comer.
Porque podría dejarlo llorar o quejarse, pero no es mi estilo. Y aún así, le suelo escuchar reclamarme más de lo que me gustaría, pero si tengo necesidades urgentes de visitar el baño, tengo que ir (alguna vez me lo he llevado detrás, si), y no queda otra que dejarlo en la mantita “llamándome”.
Hace dos días intenté hacerme una longaniza, con un poco de lechuga y tomate. Cuando él dormía, puse la longaniza al fuego y enseguida, Bichito ya se estaba quejando. Puse el fuego al mínimo y tuve que ponerle el bozal a la perra (o me robaría la longaniza de la sartén porque sabe abrir puertas).
Cuando Bichito se volvió a dormir, volví a la cocina, subí el fuego, le quité el bozal a la perra que ya estaba en la puerta de la cocina esperando a que llegase y le di un premio (me supo fatal tener que recurrir al bozal, elemento que ella asocia con castigo porque es sorda y no tenemos manera de hacernos entender).
Después de otro ratito, volvió a despertarse el peque. Tuve que volver a ponerle el bozal a la perra y bajar el fuego de nuevo. Decidí que lo mejor sería levantar a Bichito, sentarlo en la hamaca mientras le decía tontadas y comer yo. Ya eran las 15:30 y todavía no había comido.
Y por eso, por eso mismo no llevo una dieta equilibrada. Como muchísima comida preparada y me siento muy culpable por ello. Aunque muchas veces la como de estos sitios que la preparan el mismo día, no es lo mismo que comer en casa. Y con las bajadas de azúcar que tengo, recurro mucho a snacks que me den energía rápida. Que podría comer fruta, sí, pero no me apetece nada nada.
Voy a tener que proponerme en serio un cambio drástico en mi alimentación.
¿Alguien más por aquí que no le de tiempo ni de hacerse la comida?