Revista Cultura y Ocio
Avanzaba el año 2004 cuando Gregorio León (Balsicas, 1971) obtuvo una de las subvenciones que otorgaba la Consejería de Educación y Cultura de Murcia, y publicó con ella el volumen Manual del adúltero, doce cuentos que, auxiliándonos con el célebre título de Gabriel García Márquez, podríamos definir como “peregrinos”, en el sentido de que han viajado por toda España, obteniendo galardones y reconocimientos en Elda, Mieres, Madrid o Sevilla.El autor, teniendo en cuenta el título de la obra, decide astutamente colocarle una cubierta de color verde (color erótico y también simbólico) e incluye una fotografía donde se observa a través del agujero de una cerradura el cuerpo de una mujer neumática, que fuma un puro mientras posa con lencería negra. La estética de esta presentación es, ocioso resultará aclararlo, deudora de la colección “La sonrisa vertical” de Tusquets. ¿Y qué encontramos dentro? Pues, principalmente, que el autor tiene un dominio de los resortes narrativos bastante notorio. Crea personajes de auténtico calado, como Bolarín, un mindango cazurro, hijo de Valentina la cabrera; o como ese vecino aficionado a la carpintería nocturna, que elabora de madrugada un misterioso ataúd; o como el fontanero que se enamora de una chica mirando una foto; o como el pobre padre de Verónica, que le cuenta sus penas a una rana.Aparte de la dureza de algunos de sus argumentos, no faltan dosis de humor (el cura borracho que hablaba con “las sílabas practicando patinaje artístico en su boca”, p.35; o la mujer que, a lo largo de su existencia, “tuvo dos novios y un orgasmo”, p.151), así como relatos enteros que se construyen sobre un supuesto jocoso (es memorable la historia de los cónyuges que, por separado, se enamoran del mismo conductor de coche fúnebre en el cuento “La oyente y el policía”).En suma, un libro cuajado de aciertos estilísticos, que produce muchas alegrías en el lector.