FASE IV
ENTENDER LA CONTINGENCIA DEL HOMBRE Y DE SU OBRA EN EL MUNDO (LLEGAR AL NIHILISMO Y LO MÁS DIFÍCIL DE TODO, SALIR DE ÉL)
Esta fase no es universal como pudieran ser las otras tres. Por suerte para muchos (quiero creer que todavía son muchos), todos aquellos que disfruten de una Fe religiosa fresca y vital no verán necesario ni siquiera coherente nada de lo aquí escrito. Verán como "interesante" los anteriores apartados por suponer una mejora ética de la persona o al menos la expresión de actuación válido para la vida. Sin embargo existen personas (entre las que desgraciadamente yo me encuentro y hablo sinceramente) las cuales nos vemos inmersas en un nihilismo que algunas veces supone una pérdida de la esperanza en todo lo que te rodea. El nihilismo es una "enfermedad moral" que ataca al hombre moderno con fuerza y le convierte en un títere de las pasiones. Una de las grandes causas de la hora del nihilismo es el fracaso de las utopías del siglo XX (el comunismo y el fascismo). Pero su origen se remonta al desbancamiento del cristianismo en Europa por ideas filosóficas que desvinculan la realidad razonadamente de cualquier interpretación divina e incluso ven poco coherente con el devenir vital la idea de un Dios benefactor y a la vez implacable con los débiles y la justicia. El nihilismo puede traer una luz tan fuerte que te deje ciego. Para la mayoría de los mortales trae una desazón interior que les convierte en "cuerpos sin alma", haciéndoles olvidar, en una medida de defensa mental ante el Absurdo, su destino contingente. Lleva, en suma, a una pérdida de valores derivada del olvido moral y la "no necesidad" de ética en un mundo absurdo y de leyes variables. Pero esta desazón no produce una decadencia rápida e inmediata de las culturas y sociedades , ya sea porque el olvido general de la condición mortal hasta el choque directo con la misma permite continuar con las rutinas aprendidas, como por el arraigo a la costumbre y los hábitos sociales, que atenúan temporalmente los efectos de esa descomposición social a que lleva el nihilismo.
Realmente lo complicado en esta situación es volver a ver un fin, una salida, convertir la "ceguera" en un mero "deslumbramiento" del espíritu. La recuperación de una visión teleológica del mundo ante este "deslumbramiento" ha sido la preocupación filosófica de muchos. Ya Nietszche intentó dar con su Superhombre una orquilla de comportamiento para la futura Humanidad nihilista que en su época sólo se intuía. Fracasadas las interpretaciones de sus ideas en su implantación internacional (fascismo) y económica (comunismo) incompatibles con la realidad humana global no se ha encontrado una solución en la cultura occidental a este problema. Mi humilde aportación se resume en tres principios a los cuales supongo podrán irse añadiendo más obtenidos con la reflexión y la observación:
Principio I El ciclo vital de las civilizaciones
Principio II La importancia del mito en la vida de las civilizaciones
Principio III Deseo de la supervivencia espiritual
En este principios pongo mi base , de lo que se puede inicialmente denominar triángulo de la voluntad. De la arquitectura de sus lados expongo mi parecer a continuación, aunque este manual se puede dar por terminado.
PRINCIPIO I : El ciclo vital de las civilizaciones
Las civilizaciones desarrollan la estructura y las características a nivel general de las moléculas que lo componen. Al igual que cualquier organismo vivo o compuesto inerme a nivel atómico, las cosas, entes, organismos tanto "inconscientes" (de nivel natural sin intermediación de la razón o voluntad alguna) como "conscientes" (entiéndase desarrollados por seres humanos con fines determinados) se estructuran crecen y se desarrollan con características-raíces paralelas a las de sus componentes. Un ejemplo lo tenemos a nivel atómico con los cristales o con las células cuando hablamos de la vida. Lo mismo pasa con los sociales tanto conscientes (véase partido político o asociación) como inconsciente (civilización , pueblo , cultura...). La característica raíz de cualquier ser vivo más importante es precisamente esa, que es vivo, y por consiguiente, a de morir. Este hecho connatural a todos los seres se transporta y transmite a sus creaciones. La única razón de su no desaparición en una generación es la segunda característica - raíz de la vida en su naturaleza , la regeneración. Pero esta regeneración no es el "don" de la inmortalidad. Va suponiendo, al igual que en su origen celular, una alteración en la "copia", que la hace diferente en cierto modo y que finalmente por la limitación de la materia, al repetirse de manera indefinida se corrompe. En los organismos vivos especializados celularmente y complejos estas barreras temporales hacia la muerte y la pérdida de la regeneración se amplían pero a costa de pérdida de similitud en la "copia" (esto lo permite la sexualidad aunque con mecanismos a cambio más complicados en tiempo y velocidad de procreación y con mayores diferencias en la "copia" que es combinación de dos ejemplares distintos).
En el caso de las sociedades existe un antídoto igualmente temporal que atenúa esta "corrupción" o desnaturalización del objeto u obra inicial , un fenómeno que los antropólogos denominan "endoculturación". Una célula de la sociedad, es decir, un ser humano se abastece en ideas y costumbres de su medio retroalimentándolo. Los hijos de los padres, los padres de los abuelos... Sin embargo este fenómeno, en los estadios en que la cultura, sociedad, pueblo, civilización o nación han perdido crédito por el tiempo y el alejamiento de sus fines originales, no es relevante. Actualmente pasamos por ese estadio vital lo que nos hila con el nihilismo de nuestro tiempo lo que acrecientan los fuertes cambios tecnológicos. En consecuencia las civilizaciones al igual que los hombres , razas y familias que las componen tienen un fin un día u otro, y ese fin llega con la corrupción de sus fines originales (conscientes o inconscientes) que los inspiran. Hasta el fin casi total (nada termina totalmente pero si que queda sumido en otro ente, situación o fenómeno de fines o características que nada tienen que ver con su naturaleza inicial) los conceptos de esa civilización sobreviven en sus "copias" más o menos fieles en función de la endoculturación. Por supuesto no he tenido en cuenta aquí factores externos que pueden debilitar aún más la civilización como las influencias de otras vitalmente más fuertes (ya sea violenta o pacíficamente), como podría ser el caso de la emigración ( a gran escala por supuesto) o las influencias culturales nacionales (por la preponderancia tecnológica y militar de pueblos sobre otros) segundo y primer caso respectivamente.
PRINCIPIO II: La importancia del Mito en la vida de las civilizaciones
En este punto hay que recordar que el mito es lo que inspira los sueños de los hombres y estos sólo corresponden al que es suficientemente grande para forjarlos. Los mitos son el "alma de las civilizaciones". Una civilización sin mitos es como un hombre sin esperanza: se dirige al suicidio. Los mitos no son sólo las grandes gestas de nuestros antepasados o de la Historia. Hay mitos de la calle, del barrio, de la oficina. Toda conducta noble origina una cierta mitología. Quien no tiene conocimiento de un hombre irreprochable o un héroe de guerra en sus familias recordado durante generaciones. Las obras de los hombres son recordadas y con el tiempo y una cierta magnificación , sin duda moralmente muy positiva, crean un aura protectora y generadora de conductas reiteradas en referencia a la escala de valores proclamada por el mito creado. Es importante aquí tener en cuenta que siempre será positiva su función pero respecto al valor propugnado por lo mitificado (no es lo mismo un héroe como Aquiles como ejemplo de valores que un protomártir cristiano). Pero esto es hablar por hablar. Lo importante del mito no es su explicación sino su sentir. Un mito se siente no se razona. Desgraciadamente el combustible sobre el que el mito se propaga ya apenas existe desde un punto de vista tradicional. El mito como ya dije al principio ya no interesa. Supone esencialmente un rígido código de conducta, una honorabilidad y una coherencia que resulta incómoda en las sociedades de permisividad actual y en una época de negación del conflicto y de los valores. Al igual que las religiones (que sin duda son o se inspiran en grandes mitos, si se me permite decirlo) resulta un comportamiento casi extinto el de emular antiguos héroes, personas o hechos ilustres o heroicos. De ahí que esa "llama" que son los mitos, los cuales mantienen viva la tradición, cultura y fines éticos de los pueblos además de la propia existencia física de las naciones, esté casi apagada. Ya no se les rinde culto. Antes se cultiva la malidicencia pública en forma de los programas del corazón, los anti-héroes de la pantalla pequeña o los cantantes y futbolistas de laboratorio, ídolos sin capacidad de inducir conductas morales en un sentido general o ciudadanas en un sentido particular.
PRINCIPIO III: Deseo de supervivencia espiritual
El convencimiento de los dos principios primeros debe dar la pauta de un tercero. Si todo es contingente, mi civilización y más en particular mi nación, la considero una maravillosa excepción al concepto de barbarie e injusticia de la Naturaleza que debería ser protegido y que permite una abundancia de medios de los cuales soy consciente, y en el futuro tenderá a desaparecer y desaparecerá, mi obligación para evitar a mis descendientes la lacra de la "barbarie" progresiva, es hacerla perdurar en su sentido más puro y hacer conscientes a mis descendientes y a mi mismo de los privilegios de que disponemos y de que estos no duran para siempre. Para mantener unos privilegios es necesaria la lucha. Y esa lucha queda encarnada actualmente no por la violencia física exclusivamente (puede necesitarse no seamos hipócritas) sino principalmente por el cultivo de una voluntad de obra permanente. Esta queda representada por el deseo de orden , por la disciplina de la razón , por el amor las cosas bien hechas, en suma por la coherencia moral y de obra. Sólo esta voluntad generará mito. La magnificencia de las culturas se mide por la durabilidad de sus obras (miren las Pirámides, 5.000 años nos contemplan). Si deseamos realmente esta supervivencia espiritual generaremos en la medida de nosotros mismos mitos ,más pequeños o más grandes, pero todos en pos de un fin : que la Nada no nos trague como si nunca hubiéramos existido.