Hace casi siete años, casi al final del mandato de Corina Porro, la ONCE solicitó permiso al Concello de Vigo para instalar un quiosco a Manuel Porto frente al mercado de O Calvario. La respuesta no solo se hizo esperar, sino que cuando llegó, el dictamen del gobierno bipartito de Caballero dejaba muy claro su rechazo a las aspiraciones de este vecino. El rechazo a instalar el quiosco era justificado por el Concello por ocupar la vía pública.Desde entonces, Manuel Porto ha aprovechado las visitas del alcalde al barrio para recordarle su caso sin recibir ninguna respuesta. «Se lo pido siempre que tengo ocasión, pero no me dice nada», comenta cuando se le pregunta por la explicación.El hecho de que resida desde hace más de treinta años en O Calvario, hace que sea muy conocido en el entorno. Tanto, que además de vender cupones de la ONCE, los vecinos le llegan a confiar las bolsas de la compra mientras hacen otros recados. También le dejan avisos para trasladarlos a otras personas o, simplemente, se paran a charlar un rato y a contar sus penas.Son precisamente algunos de esos vecinos los que más se están moviendo para que el Ayuntamiento le conceda la licencia administrativa a la ONCE y pueda tener su quiosco. No se explican cómo se puede alegar que ocupa la vía pública, cuando las aceras están repletas de terrazas por toda la ciudad. No quieren desconfiar y pensar que la negativa tiene un trasfondo político, al solicitar el permiso en la época de Corina Porro al frente de la alcaldía de Vigo y pasar el gobierno municipal del PP al PSOE.Entre tanto, Manuel responde a diario a la pregunta de los clientes: «¿Por qué no le ponen un quiosco?». «Porque no deja el alcalde», repite, cansado de contestar siempre la misma historia.Al vecindario le llama la atención que pase cada día del invierno ocho horas a la intemperie y, ahora, junto al autobús del Centro de Transfusión de Galicia. «Antes estaba un poco más allá, pero lo movieron y ahora lo tengo justo aquí. Podían moverlo un poquito porque pasa mucho tiempo con el motor encendido», añade.A estas alturas conoce de sobra los gustos del barrio: «Los mejores días son los martes y los viernes, coincidiendo con más gente en el mercado, y prefieren los números impares, 5, 7, 9». Hace años vendió 40 cupones de un primer premio, lo que supuso 30.000 euros para cada agraciado. Después ha entregado algún que otro pellizco.
Revista Solidaridad
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