Foto: 'iPhone'
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La sociedad compleja que formamos requiere cada vez mejores cartas de navegación para moverse en ella. Los grandes conglomerados tecnológicos lo saben y los aparatos móviles que nos acompañan están dotados de potente aplicaciones al respecto. Se está trabajando fuerte en la individualización de los mapas, para que estos sean una herramienta dinámica que interaccione con nuestras fuentes personales de interés, amigos, personas, lugares, organizaciones, gustos y deseos. Cada uno tendrá sus propios mapas... para llegar a unos lugares y para evitar otros.
No puedo dejar de prolongar esta reflexión con un nuevo concepto: el mapa de salud. Una hoja de ruta personalizada que nos ayude a caminar por la vida dirigiéndonos hacia posiciones de salud y evitando las de enfermedad. Para esto necesitamos un poquito de promoción de la salud, otro de características personales y otro de medicina genómica. Se podrán cartografiar distintas calidades, desde las de grafía más gruesa a la más fina. Desde los mapas generales a los verdaderamente individualizados. Podremos llegar a hilar muy fino con nuestras recomendaciones. Pero una cosa está clara, no habrá mapas buenos para todos.
El reto en las consultas de los centros de salud es proporcionar la mejor hoja de ruta para el paciente que tenemos delante. Habitualmente es la enfermera la encargada de hacerlo. En los 15-20 minutos de consulta con cada paciente puede establecer un plan de acción. Seguramente haya que mejorar en cómo trazarlo y cómo compartirlo con el paciente para que el mapa sea lo suficientemente atractivo y fácil de seguir.
Ya no basta con decir "coma menos y haga más ejercicio". Los pacientes necesitan mapas que les ayuden a avanzar y no consejos que ya saben y no son capaces de seguir.