El virtuoso Scott McKeon y los ardientes Right Ons se lucen en la encrucijada de guitarras voladoras del festival Isla del Blues
Sebastiana González, la abuela gaditana del guitarrista de los Right Ons, gobierna el ambiente del Baluarte de Candelaria. Su nieto, Rafa Fernández, lleva catorce horas sin apenas dormir, tan sólo un cabezazo viniendo de Santiago de Compostela, donde el quinteto compartió honores con Muse en el Monte del Gozo. Hoy toca volar con la guitarra Flying y mostrar las credenciales, la etiqueta negra. "¡Un saludo a la familia bluesera!", exclama el vocalista en claro guiño de complicidad a la gran madre, los tíos, los primos y la patulea que se reúne alrededor del festival Isla de Blues. Los músicos sienten "la conexión del Atlántico" con el blues y derivados, salen en tromba, apabullan con un sonido demoledor y trazan un concierto exuberante, a velocidad endiablada, a veces suicida, otras directa al estómago de los presentes, con el ritmo incrustado en las costillas de esta esquina del océano esdrújulo. Antes, la valiente Susan Santos evidencia buenas maneras pese a los problemas técnicos, y el británico Scott McKeon, cabeza de cartel, se luce en las distancias cortas y deja un grato sabor de boca, y cierto fresquito en el aire. No muy lejos, escenifican el blues de la caballa en las últimas del presunto verano infinito.
Mujer, zurda, guitarrista, rockera. Todas las papeletas, Susan Santos posee todas las virtudes que nadie exige en tiempos de chicas pop, chicas folkies, chicas franquicia, chicas no tan osadas como la extremeña, que abre la noche al frente de su trío de rock clásico, funk, jazz y demás ingredientes de música negra. Más guitarrista que cantante, ella sufre la avería de un amplificador Marshall, se repone con rabia, tocando con cuello de botella, aplicando acero y seda ante un público comprensivo, mayormente mayorcito, entendido y respetuoso con las circunstancias y los artistas. Tal vez, los asistentes con más quinquenios en lo alto reclamen con razón unas sillitas, pero el blues eléctrico se impone, al pie del cañón, y mantiene en vilo a la gente. Los Right Ons aportan tal cantidad de energía que suda hasta la luna ante tamaña vehemencia de repertorio y actitud. El quinteto arrasa con temas propios y un toque a Freddie King, puro soul, rock & roll de verdad, diversión a raudales y una intensidad que se agradece, la familia "bluesera" de Rafa Fernández se lo pasa de garabatillo, el guitarrista se emplea a fondo, vuela alto con su Flying en uve, una pieza de coleccionistas en manos de un tipo con patillas largas y notable cultura musical. Sus compañeros no andan a la zaga. Confirman el excelente estado de forma y la ascensión internacional de los Right Ons.
El jovencito maqueón, que viene del aeropuerto gibraltareño con gorrita oscura y cara de niño, se aleja de sus discos en la escena gaditana, se preocupa por el sonido de primeras, otros estrellones veteranos hubieran subido a las tablas a última hora, aquí me las den todas, pero Scott quiere sonar bien, lo logra de veras, dirige un trío compacto, sin fisuras, y habla a la gente con la guitarra. Nada que ver con su obra editada. McKeon exhibe su técnica y pasión guitarrera, acaso obtenga más aplausos en los momentos reposados que a través de la fiera que lleva dentro este chico blanquito y educado. La versión de Robert Johnsson, la célebre "Crossroads", que el artista combina con detalles sueltos de otras piezas como la inesperada "Miss you" de los Stones, quizá explique el momento que atraviesa el músico inglés. La encrucijada entre la carrera convencional de un guitarrista compositor que ronda la categoría de niño prodigio y las ansias de partir la pana en un escenario y de quemarlo tó y de perder los papeles en el sentido más amplio del término. Scott pide unas cervezas, bromea con las primeras filas, domina los tempos del espectáculo, a veces parece un trueno, luego un virtuoso del macramé, agita la guita que llora, acaricia el paño o se abandona en una nota imposible.
Si no fuera por La Isla del Blues, esta tierra no conocería a músicos tan dispares como brillantes. Y escandalosos, oiga, a tenor del festival decibélico, que mueve a una señora a conminar a su maromo a coger una puerta, "vámonos que tengo la cabeza loca", parece murmurar ella. Matrimonios con coches de capota, treintañeros hambrientos de rock en directo, agradecidos prejubilados del sol en do mayor, algún despistado, muchos aficionados del siglo pasado, amigos históricos, visitantes asiduos del cuarto-baño, y la familia "bluesera" cierran el estío a la hora convenida por la autoridad. La abuela más enrollada del planeta gadita se marcha con una sonrisa y la satisfacción del deber cumplido. Cualquiera le dice algo. Su nieto es un hacha.
Agosto, Verano, Diario de Cádiz