La peluca, los zapatos de tacón, las pestañas, las uñas, el rojo intenso de los labios, el sonrojo de las mejillas, las medias, el vestido, las tetas, la luna del callejón, su olor, su billete de cincuenta, tu número de teléfono, su nombre.Todo sobre la mesa.Y como una sombra sin dueño, César se tumbó y soñó llorando: siempre se olvidaba de quitarse también las lágrimas antes de dormir.
Texto: Carlos Díaz Gonzalez