Revista Cine

Mar de agosto - cap. 1

Por Teresac

MAR DE AGOSTO - CAP. 1


- I - 

Fue Che, Cheíño, el pobre loco de mi pueblo, quien fue a encontrarla. No sé lo que le pasó por la cabeza, lo único cierto es que echó a correr por el paseo marítimo, gritando locuras sobre sirenas de rubios cabellos y labios de rosa. Al fin entre Tomás, el policía municipal que no estaba de servicio aquella mañana, Marcos el de protección civil y Miguel, el dueño del bar del fondo del puerto, consiguieron detenerlo y hacer que se calmase. Pero aún después de invitarlo a una taza de Ribeiro, insistía en las mismas frases repetitivas. Poco después se corrió la voz de la desaparición de la hija de Marina. Medio pueblo ya estaba buscándola cuando llegó la noticia a la taberna. Tomás recordó que la criatura era rubia y entonces el pobre Che volvió a gritar y a mesarse los cabellos, arrancándose mechones de pura desesperación mientras las lágrimas le caían por las mejillas. Miguel cerró el bar y entre los tres convencieron a Cheíño para que les acompañara hasta la playa, tomando el nuevo camino que arranca al final del paseo marítimo. Allí seguía la criatura, donde él la había encontrado, tendida sobre la arena, el cabello dorado trenzado en algas, el blanco camisón manchado de salitre... Tomás no se atrevió a tocarla, fue Marcos el que se acercó al fin, se arrodilló ante la niña y puso dos dedos sobre su cuello con la misma delicadeza que si estuviera tocando la imagen de la Virgen del Carmen.-Está viva... –dijo al tiempo que soltaba el aire que había contenido en aquel minuto interminable-. ¡Que alguien se mueva, me cago en la leche! ¡Id a por el médico! ¡Que llamen a una ambulancia!Tomás echó a correr con Cheíño pegado a sus talones, imitando a la sirena de la policía. Miguel aún dudó un momento, luego se quitó su chaqueta y se la dio a Marcos.-Para que no se enfríe... –murmuró y salió corriendo también.
Escuché la noticia en la radio del coche. Una niña de ocho años había desaparecido de su casa durante la noche, a la mañana la habían encontrado en la playa, fuertemente narcotizada y sin señales de ningún tipo de maltrato. Aunque la policía había detenido en principio al pobre loco del pueblo, hasta los padres de la niña salieron a defenderlo, pues nunca en sus cincuenta años de existencia había hecho daño ni a un pajarillo, mucho menos lo haría a un niño, a los que adoraba y siempre ofrecía caramelos y animalitos de madera que él mismo tallaba con su navaja.Me vino a la mente nítida la imagen de Cheíño, como lo había visto la última vez, muchos años antes, con su casco de bombero, caminando por el puerto balanceándose sobre sus pies zambos, riendo tontamente cuando unos niños pasaron corriendo por su lado y le echaron la lengua.Si alguna vez había habido un monstruo en el pueblo, Che desde luego no era.Yo podría contar la verdadera historia de aquel monstruo, el que aterrorizaba niñas y que aún en ocasiones me persigue en mis pesadillas. Pero es un terrible secreto que he guardado durante veinte años y, a veces, hay cosas que no se deben recordar a la luz del día.

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