Revista Cine

Mar de agosto - cap. 15

Por Teresac

(Marta regresa a Castromar, su pueblo natal, para pasar sus vacaciones de verano. Allí se reencuentra con sus amigos de la infancia, Ana y Tomás, y su primer amor, Antón. La estancia que esperaba tranquila e idílica se ve trastornada por un loco que rapta niñas para luego abandonarlas en la playa del pueblo, esperando que se ahoguen. Marta y Ana guardan un terrible secreto de su infancia, relacionado con la muerte del padre de Andrés el Canicas, un compañero de colegio, que se temen pueda estar detrás de esos secuestros. Marta y Antón inician una relación que siempre han tenido pendiente.)MAR DE AGOSTO - CAP. 15


– XV – 

Estaba de nuevo en la playa en una noche sin luna. Oí un jadeo y supe que era mi propia respiración, agitada, febril. Las piernas me pesaban y trastabillaba intentando llegar al refugio, cuatro paredes de piedra sin techo, el único lugar donde esconderme y recuperar el aliento. Tal vez allí, oculta entre la maleza que se adueñaba de la antigua factoría de salazón, podría desorientar al demonio que me perseguía por la arena. Me apoyé contra la pared y me puse en cuclillas, la oscuridad desapareció cuando el cielo se inundó de luces de colores. Al otro lado de la playa el pueblo entero celebraba las fiestas de verano, la gente estaría extasiada observando el espectáculo de los fuegos artificiales, nadie se preguntaría aún dónde estaban las niñas, nadie nos estaba buscando. El rostro de Ana, iluminado por un nuevo estallido de color, se me apareció al lado como un fantasma.–¿Nos matará? –preguntó.–No quiere matarnos.–Para que no hablemos... –Ana calló y sus ojos se agrandaron mirando algo que estaba a mi espalda, entonces supe que nos había encontrado.Desperté sobresaltada y empapada en sudor. Durante unos momentos miré a mi alrededor, intentando ubicarme; la habitación de la casa de mi tía apenas amueblada, con sus paredes blancas y sus cortinas de mercadillo, nunca me había parecido tan triste.Al sentarme y encender la luz de la mesilla, escuché un ruido en el patio trasero y supe que eso era lo que me había despertado. –Seguro que son gatos –murmuré en voz alta, tratando de infundirme un valor que no sentía. Siempre he tenido miedo a la oscuridad y a estar sola de noche; más en ese momento que acababa de despertar de una pesadilla, claro que no era la primera vez que tenía aquel sueño, ni mucho menos.Cogí el teléfono móvil de la mesilla y comprobé que tenía suficiente batería; no es que pensara llamar a nadie a la una de la madrugada, pero el hecho de tenerlo en la mano me infundía confianza.Desde la ventana del baño observé el pequeño patio, estaba completamente a oscuras pues gruesos nubarrones cubrían la luna. No hacía precisamente buen tiempo aquel mes de agosto, era como si hasta el sol se estuviera confabulando contra mis vacaciones. Observé los patios vecinos y vi un gato saltando un muro, estaba a punto de volverme a la cama cuando la luna asomó al fin tras una nube e inundó de claroscuro el exterior. Estaba allí de pie, bajo el limonero, observándome. La misma gruesa cazadora que días antes en la playa, la misma gorra, los ojos oscurecidos por la visera y aún así sentí su mirada clavándose en mi rostro, escrutándolo, cerciorándose de que era yo.Antón tardó en llegar apenas diez minutos. En cuanto escuché el frenazo de su coche, corrí a la puerta y me arrojé a sus brazos temblando como una criatura.–Me está buscando –dije entre sollozos incoherentes–, sabe lo que hicimos y quiere vengarse.Salimos al patio los dos juntos, cogidos de la mano. Con todas las luces de la casa encendida no quedaba un rincón a oscuras en aquellos escasos cuarenta metros rodeados de muro. Antón trepó por el tronco del limonero y comprobó lo fácil que era saltar desde allí al patio vecino. No pudo ver que nadie se moviera en ninguno de los otros patios y el resto de las casas estaba a oscuras y en silencio. El vecindario dormía ajeno a todo.–Coge lo imprescindible –me dijo, con sincera preocupación en su mirada–, nos vamos a dormir a mi casa, mañana ya vendremos por el resto de tus cosas.

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