Revista Cine

Mar de agosto - cap. 16

Por Teresac
(Marta regresa a Castromar, su pueblo natal, para pasar sus vacaciones de verano. Allí se reencuentra con sus amigos de la infancia, Ana y Tomás, y su primer amor, Antón. La estancia que esperaba tranquila e idílica se ve trastornada por un loco que rapta niñas para luego abandonarlas en la playa del pueblo, esperando que se ahoguen. Marta y Ana guardan un terrible secreto de su infancia, relacionado con la muerte del padre de Andrés el Canicas, un compañero de colegio, que se temen pueda estar detrás de esos secuestros. Marta y Antón inician una relación que siempre han tenido pendiente. Una noche, después de una pesadilla, se encuentra al loco de la playa espiándola desde su patio.)
MAR DE AGOSTO - CAP. 16


– XVI – 

A la luz del día no me quedó más remedio que ser sensata y objetiva y convencer a Antón de que, a pesar de lo delicioso y romántico que me resultaba haberme refugiado en su casa, no podía continuar allí, bajo peligro de que mi madre se enterase de que estaba viviendo con un hombre apenas quince días después de llegar al pueblo para mis vacaciones.–Me desheredaría –le dije, intentando bromear, Antón tomó el último sorbo de café y comenzó a recoger la mesa del desayuno sin más comentarios.Guardé en mi bolsa los escasos objetos imprescindibles que había llevado la noche anterior y salí de la casa de Antón sin poder evitar sentirme entristecida; llevaba muchos años viviendo en la ciudad pero aún no había olvidado lo que suponía residir en una comunidad tan pequeña, donde todos se conocen, y la vida de cada vecino es diseccionada en bares y supermercados cada mañana junto con las noticias de la prensa.–¿Tanto te importa el qué dirán? –preguntó Antón mientras caminábamos hacia casa de mi tía. Tuve que meditar un poco la respuesta.–No es por mí –no sabía cómo explicárselo, tenía miedo a asustarlo–. Es por nosotros. No quiero pensar que esto es solo una aventura pasajera de verano, y no quiero que nadie lo piense.Antón asintió con la cabeza mientras yo abría la puerta con dedos un tanto temblorosos, no hizo ningún comentario, comprendí que necesitaba reflexionar sobre mis palabras.–Llegarás tarde al trabajo.–Ya sabes que no tengo que fichar, lo mío no es una oficina precisamente –sonrió quitándole importancia a sus palabras–. Ya compensaré el retraso por la tarde.De nuevo insistió en acompañarme a casa de Ana. Me apenaba pedirle asilo a mi amiga con la situación personal tan delicada que estaba viviendo, pero solo tenía esa opción o marcharme del pueblo. En Castromar, por suerte, aún no ha llegado el turismo salvaje y no existe un hotel ni una triste pensión donde alojarse.–¿Estaba en el patio? –preguntó Ana angustiada, mientras nos servía café, después de narrarle nuestra aventura noctura– ¿Le viste la cara?–Llevaba esa dichosa gorra que le tapa hasta los ojos.–Es él, Marta, es él –Ana dejó caer un plato al suelo y se agachó rápidamente a recoger los pedazos, corrí a ayudarla pero ella me sujetó por las muñecas y me miró asustada–. Va a por ti y también vendrá a por mí.–¿De qué demonios estás hablando? –preguntó Antón y esta vez estaba segura de que íbamos a tener que contarle la verdad.–¿No has oído un ruido? –pregunté, Ana señaló hacia el pasillo con la cabeza.–Es Sarai, se habrá despertado.–No cambiéis de tema –nos avisó Antón–, nos vamos a sentar y quiero escuchar esa historia que os tiene tan preocupadas.Nuevos ruidos en la habitación, y esta vez estaba segura de que no eran sonidos normales de una niña levantándose de la cama, miré a Ana preocupada, ella pareció leerme la mente y corrió hacia la habitación de su hija.La cama estaba deshecha y vacía, la ventana abierta y un leve olor a medicina en el aire. Antón se agachó y recogió un pañuelo blanco del suelo, lo olió pero al instante lo apartó de su cara.–¿Qué es eso? –preguntó Ana en un grito.–No puedo asegurarlo, pero me temo que sea cloroformo.

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