Revista Cine

Mar de agosto - cap. 20

Por Teresac

(Marta regresa a Castromar, su pueblo natal, para pasar sus vacaciones de verano. Allí se reencuentra con sus amigos de la infancia, Ana y Tomás, y su primer amor, Antón. La estancia que esperaba tranquila e idílica se ve trastornada por un loco que rapta niñas para luego abandonarlas en la playa del pueblo, esperando que se ahoguen. Marta y Ana guardan un terrible secreto de su infancia, relacionado con la muerte del padre de Andrés el Canicas, un compañero de colegio, que se temen pueda estar detrás de esos secuestros. Marta y Antón inician una relación que siempre han tenido pendiente. Una noche, después de una pesadilla, se encuentra al loco de la playa espiándola desde su patio. Al día siguiente, la hija de Ana desaparece de su habitación. La buscan por todo el pueblo y en la playa, hasta que Cheíño les dice que el fantasma se la puede haber llevado a la cueva bajo Santa Lucía.)MAR DE AGOSTO - CAP. 20

– XX – 

Convencido de que el secuestrador se ocultaba, con la hija de mi amiga, en la cueva de Santa Lucía, Antón se había internado en sus entrañas, ordenándonos que pidiésemos ayuda y le esperásemos fuera.–Tú pide ayuda, yo voy detrás de él –dijo Ana y de nada sirvieron mis protestas, al momento desapareció en la semipenumbra detrás del eco de los pasos de Antón.Saqué el móvil del bolsillo de mi vaquero y su pantallita iluminó como una linterna la gruta en la que me encontraba. En ese momento me di cuenta de que no sabía el número de nadie en Castromar; ni de la policía, ni del ayuntamiento. ¿A quién demonios iba a pedir ayuda?Después Antón me contaría cómo atravesó el pasadizo estrecho y resbaladizo del que nos había hablado, llegando a una zona donde la cueva se ensanchaba y el techo se elevaba hasta encontrarse con la pared del acantilado. La erosión del mar había abierto un hueco a modo de ventana que iluminaba las grises paredes de piedra que le rodeaban. A un lado pudo ver una mochila vieja, una caja de cartón con latas de comida y un pequeño camping gas. Al otro lado había un montón de mantas y, sobre ellas, acurrucada y profundamente dormida, estaba Sarai. Antón se acercó despacio para no asustarla, comprobó que respiraba y tocó su rostro frío, antes de darse cuenta de que había alguien a su espalda. Al girarse vio algo azul que se acercaba, supo que era la bombona del camping gas antes de que se estrellase contra su cabeza.Ana llegó a tiempo de ver cómo Antón caía al suelo y, sin meditarlo ni por un instante, saltó sobre el secuestrador, vestido con sus eternas ropas deportivas y su gorra de visera, y le clavó las uñas en la cara. Él la sujetó por las muñecas y entonces, a la tenue luz que iluminaba la caverna, por unos momentos, se miraron a los ojos.–Sabíamos que eras tú –le dijo Ana. En ese momento no le temía, lo hubiera matado con sus propias manos si no fuera por que él era mucho más fuerte.Ese fue el instante en que yo me asomé al pasadizo, sin atreverme a cruzarlo. En mal momento recordaba mi miedo a los sitios oscuros y cerrados. Ante mi impotencia, llamé a Ana, intentando que volviese sobre sus pasos.Al oír mi voz la soltó, empujándola contra la pared. Ana se golpeó la espalda y quedó sin aliento por unos momentos, lo suficiente para que el secuestrador huyese por el pasadizo, arrollándome a su paso.Me puse en pie al momento, haciendo recuento mental de mis doloridos huesos, pero sin nada grave que necesitase cuidado, y decidí cruzar aquel espantoso pasadizo, utilizando la luz del móvil para iluminar el suelo.–¡Ana! –grité– ¡Antón! –Estamos aquí –me contestó la voz de mi amiga haciendo eco en la gran caverna a la que había llegado.–¿Qué ha ocurrido?–Antón está herido, pide ayuda, rápido.Atónita, vi a la niña dormida sobre las mantas, y a Antón al lado, con el rostro muy blanco. Ana se movía de uno a otro, tocándoles el rostro para asegurarse de que ambos estaban vivos.–Pero ¿a quién llamo? No sé el número de nadie en el pueblo –le expliqué. Ana se volvió y me sorprendió con su mirada serena a pesar de todo lo ocurrido en las últimas horas.–Te daré el número de Xan.

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