[¡Atención, spoilers]
Soy una ilusa. Antes del estreno de “Mar de plástico” en Antena 3 en septiembre de 2015, nos vendieron la serie como algo insólito en la ficción española. Sin ir más lejos, Vertele titulaba así: ‘Mar de plástico’, la serie que marcará un antes y después en nuestros thrillers. Me lo creí y, como al parecer tengo un punto masoquista, le he dado mi voto de confianza durante una temporada completa esperando que en algún momento todo cambiara… Estas son mis reflexiones…
Dejando a un lado la polémica suscitada en Almería a raíz del estreno de la serie y sin ahondar en la profunda sensación de “esto ya lo he visto” que me acompañó durante toda la trama, lo primero que me gustaría señalar es que si bien la serie podría pasar el test de Bechdel (aparecen más dos personajes femeninos, dichos personajes hablan entre ellos y en alguno de los casos -aunque escasos- la conversación no gira alrededor de ningún hombre), por desgracia, el test se queda corto.
Si profundizamos en los personajes femeninos de la serie, nos encontramos con una extensa retahíla de estereotipos. Empezaré -como debe ser- por el principio:
- Ainhoa Sánchez Almunia (Mara López) es “la muerta”, el cadáver que aparece al empezar la serie y que da pie a la aparición en escena del héroe, Héctor Aguirre Millán (Rodolfo Sancho). Si algo nos ha enseñado la historia de la ficción audiovisual televisiva y cinematográfica, es que no hay investigación que se precie sin muerta (o muertas). Somos “la víctima perfecta” (como en la película de Hilary Swank) para todos los psicópatas, sociópatas e hijos sanos del patriarcado que pululan por el mundo adelante, y la ficción se encarga continuamente de reforzar esa idea. Eso somos:”la muerta”, el “cuerpo del delito” o simplemente el cuerpo, el objeto sin apenas identidad que sirve de excusa para que el protagonista haga cosas, mientras las mujeres son (esposas de, madres de, novias de, amantes de, ex de…) y están.
Es cierto, como defiende Amelia Valcárcel, que las mujeres no somos ángeles y que tenemos derecho a la maldad, también en la ficción -faltaría más-, pero resulta que las malas de Mar de plástico también nos suenan y no son demasiado interesantes…
- Nos encontramos por ejemplo a la loca de amor (Pilar Salinas) obsesionada con uno de los malotes-machotes (Lucas Morales, interpretado por Jesús Castro, el de “El Niño” que hasta ahora no sorprendre y que mantiene el mismo registro en todos sus papeles). El rasgo “original” de la loca podría ser que además de no estar muy equilibrada emocionalmente, es racista y violenta (recuerda un poco a la novia de Edward Norton en American History X, pero a la española), pero el papel de Andrea del Río es tan exagerado y sobreactuado que el personaje no resulta verosímil.
- Por otro lado, tenemos a Agneska, una prostituta de la Europa del este (ya tardaba en salir el topicazo lleno de prejuicios) malvada y manipuladora, infiel y arribista, que está casada con Juan Rueda (Pedro Casablanc), un empresario agrícola rico, que es el padre biológico de Ainhoa (la muerta) y que se hizo a sí mismo trabajando para una red de trata cuando era camionero. Ahí es nada…
En el tramo de las medio-malas o medio-buenas tendríamos a Carmen Almunia (Eva Martín) y a Marta Ezquerro (Belén López).
- Carmen es la alcadesa del pueblo y madre de Ainhoa. Como al parecer ser mujer y tener poder político a secas no vende, los guionistas de Mar de plástico nos han dibujado a una mujer con poder, sí, pero pérfida, adúltera y mala madre -lo peor que se puede ser-.
- Marta Ezquerro, por su parte, es la mujer de amigo muerto en Afganistán (o no) en extrañas circunstancias (o no) con hijo que debe ser protegida porque, como todo el mundo sabe, una mujer no puede vivir sin un hombre a su lado. Este sería el personaje interpretado por Belén López que, para más intríngulis, al final de la primera temporada le quita el papel de “la muerta” a Ainhoa con la que ya había tenido sus más y sus menos antes de ser asesinada…
Y para acabar tenemos a las buenas, que de tan buenas son pánfilas y que se creen a pie juntillas todos los preceptos del amor romántico:
- Por un lado, nos encontramos con la inmigrante cándida, vulnerable y temerosa (Fara Okenve) que al ser salvada de las garras de un ruso despiadado por el malote-racista- transformado-por-el-amor (exnovio de “la muerta” y follamigo de “la loca racista” a la que deja embarazada), se enamora de él después de que éste intentara quemar vivo a su hermano. Vamos, pa’ encerrarla o apuntarla a un curso triple de los que da Coral Herrera para dejar de sufrir por amor.
- Otro personaje que debería asistir a esos cursos es el de Lola Requena (interpretado por Nya de la Rubia) que ante las sospechas de su cuñada deja muy claro que no es lesbiana (porque esta serie es muy heteronormativa). Lola representa por un lado la cuota: “Pues sí, gitana y guardia civil” dice su personaje en varios momentos de la serie. Que no se diga que Mar de plástico fomenta la discriminación, refuerza estereoripos raciales, ni nada de eso. “No, no, no. ¡Para nada! Pero si hay un personaje femenino de una mujer que es gitana y de la benemerita”. Pero resulta que además de agente de la Guardia Civil, el personaje de Lola también hace honor a aquella frase que nos escribíamos en las esquinas de nuestras carpetas forradas con fotos de la Súper Pop allá por los 90: “El amor más idiota: tú por él y él por otra”. Porque parece que para demostrar que un héroe es muy héroe, muy macho y muy hetero, no basta con que tenga una relación, sino que siempre tiene que haber alguna desgraciada más suspirando por sus huesos. Aunque igual, como los guionistas se han cargado a Marta Ezquerro (la rival), en la segunda temporada quizás se marquen una relación intercultural e interétnica, aunque no los veo yo muy por la labor…
¿Qué me decís? ¿Os suena a vanguardia televisiva? Lo de la mala madre, las desvalidas, las locas, las putas y las víctimas debe ser anecdótico entonces…
Mar de plástico no ofrece nada que no hayamos visto en otras ficciones televisivas y cinematográficas, nacionales e internacionales, a lo largo de la historia, como True detective, La isla mínima, Punta escarlata, la mayor parte de los capítulos de CSI o Mentes Criminales, Twin Peaks, Copycat, Psicosis, El coleccionista de amantes y un largo etcétera de producciones. Si con “un antes y un después en nuestros trillers” se referían a los planos ralentizados en las peleas al más puro estilo Zhang Yimou, siento decepcionarles, pero Águila Roja ya lleva unas cuantas temporadas utilizándolos. Por lo demás, el tratamiento de los personajes, especialmente el de los personajes femeninos, no puede ser más arquetípico y cargado de prejuicios…
Si me atrevo a martirizarme con la segunda temporada, seguiré informando y le dedicaré un post a la oda a la masculinidad hegemónica de puñetazo en la mesa que hace la serie.