El jefe gabinete, Miguel Ángel Rodríguez, a su llegada
la segunda jornada del juicio al fiscal general del Estado.
Confiesa David Torres en Público que acaba de revisar su teléfono y sus correos electrónicos, incluyendo borradores y carpetas de spam, “por si hubiese sido yo, en un despiste tonto, quien filtró el correo del novio de Ayuso”. “A mí no me escribe ni Perry, pero, si la confesión de González Amador andaba circulando por varias redacciones de periódico días antes de que llegara al fiscal general, vete tú a saber dónde pudo acabar. Dónde pudo empezar, ni te cuento. Miguel Ángel Rodríguez, que es todo oídos, escuchó por ahí que había sido cosa de Álvaro García Ortiz, fiscal general del Estado, y echó a rodar la bola porque, según él, el periodismo es así: te asomas por la ventana, como la vieja del visillo, oyes un chisme al primero que pasa y lo sueltas a voleo para que vaya cogiendo fuerza y velocidad, a ver si cuando alcanza el objetivo no queda títere con cabeza. De momento, va bien: ha puesto patas arriba la Fiscalía General del Estado”.
“Después del Nuevo Periodismo de Tom Wolfe y del Periodismo Gonzo de Hunter S. Thompson, tenía que llegar el Reporterismo Mierder de Miguel Ángel Rodríguez, donde, en vez de verificar información, hacer entrevistas y contrastar fuentes, se inventa uno la primera patraña que se le ocurre, se la pasa a otro colega lo bastante flexible como para tragársela sin comprobar ni el sello y que él la publique a toda página a fin de cargarse a un fiscal y que nos riamos todos mucho. Con esta técnica mixta de chismorreo y correveidile (un agente del Mossad apalancado en la barra y escarbándose los dientes con un palillo) se ha escrito media literatura española, varias novelas de Galdós, otras tantas de Baroja y las obras completas de Sálvame Deluxe. También se publican con el mismo rigor mortis cuatro o cinco periódicos al día.
“Sin embargo, el correveidile (el subsecretario que corre de acá para allá con unos papeles) es una figura esencial en nuestra judicatura, de ahí que el Tribunal Supremo ande con pies de plomo a la hora de dilucidar un acertijo que en cualquier otro país no hubiese pasado de la cantina del juzgado. Vete a saber si quién filtró el correo de Rodríguez Amador no fue el mismo que ha filtrado el disco de Rosalía. Por eso mismo tampoco abundan mucho en nuestro cine los grandes dramas judiciales al estilo de Veredicto final o Algunos hombres buenos. Es muy difícil imaginarse a Jack Nicholson en el interrogatorio de Miguel Ángel Rodríguez:
-“¿La verdad? ¡Tú no puedes encajar la verdad! Vivimos en un mundo que tiene Ayusos y las Ayusos están defendidas por novios y jefes de gabinete. Yo tengo una responsabilidad mayor de la que tú puedas imaginar. En las cervecerías de barrio donde hablas con tus amiguetes, tú me quieres al lado de Ayuso, me necesitas al lado de Ayuso, y mi existencia, aunque grotesca e incomprensible para ti, salva bares. Yo uso palabras como ‘os vamos a triturar’ o ‘jódete, imbécil’, que son la columna vertebral de una vida dedicada a defender algo, y ni soy notario, ni tengo la más mínima gana de explicarme ante un abogado que se bebe la cerveza de la libertad que yo le proporciono y después cuestiona el modo en que se la proporciono.
-“¿Se inventó usted la trola del fiscal general?
- “¡Pues claro que lo hice, coño!
-“Ah, bueno, sólo era por saberlo. Usted a lo suyo.
“El que venía de otra película, de un western para ser exactos, era Alberto Rodríguez Amador, el novísimo, quien apareció sin sombrero (barba y melena de lo más cool, Jesse James recién bajado del caballo) y aseguró que el fiscal lo había matado...
“En diversas ocasiones Rodríguez Amador ha aparecido con el pelo largo, con el pelo corto, con barba, sin barba y con peluca, siempre en busca del look definitivo que haga que nos lo tomemos en serio de una vez, en lugar de tomárnoslo como el empresario consorte de Ayuso. Antes de que se sepa quién diablos habrá filtrado el dichoso correo de marras que circulaba por todas las redacciones del país, es posible que los magistrados ya estén ultimando un birlibirloque judicial del estilo que salvó a Botín in extremis, una Doctrina Quirón que podría resumirse así: ‘Quien se meta con el entorno de Ayuso, se va a cagar por las patas abajo’. Que conste que lo del disco de Rosalía tampoco ha sido cosa mía, que pensé que la primera canción se titulaba ‘Vivaldi Desokupa’”.
