Revista Cultura y Ocio
Suele darse, felizmente, una conjunción entre el aficionado al teatro y el teatro aficionado. Y muchas veces, este es la consecuencia de la necesidad que el aficionado al teatro tiene de formarse, de seguir cursos o talleres de artes escénicas en cualesquiera de sus modalidades. De tal manera que la verdadera afición al teatro trasciende el hecho de ir con frecuencia a comprar una entrada y se convierte en una vocación fuerte, distinta a la profesional pero no menos intensa. Si admiro que una actriz se suba a un escenario para estar durante hora y media representando una historia que ha escrito otra persona, que diga palabras que no son suyas como si le saliesen de dentro —me acordaré de dos grandes ahora, Lola Herrera y Concha Velasco, sin ir más lejos, aquí en Cáceres, hace ya un tiempo—, imaginen qué puedo pensar de una profesora, de una enfermera o de un guardiacivil que dedican parte de su tiempo libre después de sus ocupaciones a formarse como actores y a levantar espectáculos como el que el sábado 25 del pasado mes de enero pudimos disfrutar en la Escuela de Artes Escénicas Maltravieso (Calle Parras, 23. Cáceres). Admirable. Mar Rojo es una propuesta escénica que ha salido del magín de Maribel Rodríguez Ponce, que es la encarnación de la extensión universitaria: profesora en la UEX del área de Lingüística General, con trabajos sobre análisis del discurso, morfología léxica o español como lengua extranjera, que durante años ha estado vinculada al mundo del espectáculo musical, con varias formaciones vocales, como fue Son del Rosel, y ahora con sus contribuciones en el Coro de la Orquesta de Extremadura —es contralto—, escribe también e interpreta piezas teatrales —en Mar Rojo escribe el texto, hace la dramaturgia, dirige e interpreta el papel estructural de la Colega terapeuta—, un trabajo que ha mostrado principalmente como fruto de su formación en la Escuela de Teatro Maltravieso que dirigen Amelia David e Isidro Timón. De ahí se han expandido también las vocaciones de los dos principales actores de Mar Rojo, Mercedes Fuentes y Fernando Royo, y la de Fátima Castillo, creadora de la coreografía. Muy buena señal fue aquella noche que todos saliésemos algo sorprendidos por la corta duración del montaje y con ganas de más. Mar Rojo es una propuesta de diagnosis de la existencia con la excusa de una sesión terapéutica de alguien que escribe y que imagina. En principio, el efecto especular es el de un psicólogo que, sentado frente a una pantalla de ordenador, escucha a la paciente, que interpreta su papel. El final del texto es claro: «crear vida para alguien que escucha en la penumbra» para expresar la verdad de toda ficción; y más específicamente, de toda ficción teatral, con su oscuro, con sus luces. La utilización de la música, del audiovisual de los pecios del Mar Rojo (el buque británico «Thistlegorm» hundido durante la Segunda Guerra Mundial)…, y la coreografía que enmarca la obra, muy plástica y expresiva en casi el final, demuestran la hondura que puede haber en un montaje aparentemente menor solo por su formato; pero no por la calidad y por la entrega de unos actores verdaderamente admirables. Como en toda escuela, la constatación de que quienes se están formando progresan adecuadamente es la mejor de las críticas que estos empeños pueden recibir. A estos niveles de medios sencillos manejados desde una afición no profesional, es encantador que se cuiden tantos matices del hecho teatral, desde el texto o la elección de la música, hasta el apoyo visual y la expresión corporal. En una sinopsis que creo proviene de un pase anterior en el Ateneo de Cáceres se dice que Mar Rojo es «la historia de una superviviente, de su lucha tragicómica por salvar lo que va quedando de su personalidad aun teniéndolo todo en contra. Es una obra que nos habla del autoengaño y del engaño ajeno, de cómo la belleza necesita al mal; de cómo el arte, si no cura, por lo menos puede aliviar esa gran carga que nos agobia. Es una reivindicación de la hermosura de las ruinas y del derecho a la diferencia y a la imperfección». A mí, como se ha visto, me dijo algo más.