Hace unos días un amigo me ha regalado dos libros suyos, es decir, dos libros que él tenía. Ya los leyó hace tiempo y pensando que me podrían gustar ha querido que los tenga yo en vez de dejarlos olvidados en un estante.
Están un poco ajados y uno de ellos tiene su nombre escrito y algunas frases subrayadas. Mi amigo se disculpó por esto, pero yo le dije lo que ya hemos comentado aquí en otras ocasiones: que los libros usados tienen un encanto especial, porque llevan la huella de alguien, porque tienen vida dentro.
El caso es que este asunto de los libros de segunda mano me recordó un pasaje de un libro que tengo entre mis favoritos y que dice así:
"Parece tan nuevo y flamante como si nadie lo hubiera hojeado nunca, pero alguien lo ha leído: se abre espontáneamente por sus pasajes más bellos y el fantasma de su anterior propietario me señala párrafos que jamás he leído antes."
Como este parrafito me daba la razón, me reafirmé en mi teoría y me reafirmé también en que mi fea costumbre de subrayar los libros y poner marcas (a lápiz, eso sí) en las partes que más me gustan, no es tan mala después de todo.
Sé que hay personas a las que les gusta mantener sus libros impolutos; que se lavan las manos antes de ponerse a leer; que apenas los abren para que no les queden estrías en el lomo, y que por supuesto jamás les pondrían una marca ni siquiera a lápiz.
Pero a mí me parece que los libros no son solo para leer su contenido, sino para disfrutarlos del todo, para tratarlos con familiaridad, para sentirse cómodos con ellos. No se trata de maltratarlos, por supuesto, sino de no andarse con remilgos. El buen trato no está reñido con la confianza.
Entonces pensé en lo agradable que es leer así, manteniendo una relación cordial con el libro, porque así su contenido fluye dentro de nosotros sin inconvenientes, sin estorbos, y a su paso va dejando sin contratiempos sus efectos beneficiosos, que a veces hasta podemos notar físicamente y que se quedan con nosotros como parte ya de nuestra persona.
Mientras pensaba en esto, y después de colocar el libro en su sitio, oí la vocecilla de uno de esos duendes que viven en las estanterías (que sí, que sí, que es verdad), y que me señalaba otro pasaje que, a juicio del duende, podría gustarles a ustedes.
El pasaje en cuestión es uno que habla precisamente del placer de la lectura:
"Ese placer es tan curioso, tan complejo, tan intensamente fecundo para la mente de cualquiera que lo disfrute y tan copioso en sus efectos, que no resultaría en absoluto sorprendente descubrir [...] que la razón por la que hemos salido de las cuevas y soltado los arcos y las flechas [...] no es otra sino esta: hemos amado la lectura."
(Virginia Woolf. Leer o no leer)
Y entonces recordé haber leído otro párrafo de otro libro en el que también se hacía referencia a esto de lo que estamos hablando. ¿Dónde era? Y sin mucha dilación el duende me señaló el libro y el párrafo que yo quería:
"Porque la lectura de estos libros parece ejercer sobre nuestros sentidos un curioso efecto balsámico; nos hace ver las cosas con mayor intensidad; parece despojar al mundo de un velo y dotarlo de una vida más intensa."
(Virginia Woolf. Una habitación propia)
Sin duda, los subrayados de los libros, las marcas que en ellos deja el uso, son señales deaprovechamiento, pruebas del servicio que prestaron, signos deque no pasaron sin más por las manos de quien los leyó.
Así que yo seguiré encontrando interesantes los libros usados y pensaré que los que hoy son míos quizá un día sean de alguien a quien también le guste ver en ellos las huellas que dejé yo.
Y mientras tanto, subrayaré y señalaré los pasajes que más me gustan, más que nada para facilitarles el trabajo a los duendes.

Los fragmentos corresponden a las siguientes ediciones:
- Virginia Woolf. Una habitación propia. Alianza Editorial, 2012