Marcas legendarias, vapores Corcovado

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El viaje (fragmento)… El profesor Anselmi tomó una de las monedas, la más grande en tamaño, y la puso en la palma de su mano izquierda. Luego, sin corromper el silencio con letanías ni conjuros bizbizeantes, cerró el puño y volvió a abrirlo varias veces, hasta que la moneda desapareció. Finalmente, con un pase que parecía una obviedad y una provocación, puso la mano, con la palma hacia abajo, sobre la mesa.
─¿Y cree que podría hacer eso con cualquier cosa indeseable? ¿Puede hacer desaparecer, por ejemplo, mi famosa costumbre de fracasar? ¿O solo lo logra con cosas verdaderas y de indudable pequeña solidez? De todos modos, imagino que la moneda no se ha ido y que su desaparición es una ilusión momentánea. Está bajo su mano. Esa mano. ¿No es así? ¿Puedo ver?
Ella levantó la mano del profesor. Buscó afanosamente en la palma de su mano... De ambas manos. Tironeó de sus dedos buscando pasadizos y pliegues secretos. Buscó debajo y encima del mantel. Buscó dentro y debajo de la taza de porcelana antigua. Contó las monedas varias veces y volvió a contarlas por última vez, hasta que comprobó, por fin, que efectivamente faltaba una, y que no podía dar cuenta de su destino.
─Pues le diré, mademoiselle, respondiendo a su pregunta, que la inquietud que usted tiene en este momento por conocer lo desconocido es lo más cerca que yo he podido estar de la nostalgia de lo que nunca sucedió. Mi brutal experiencia puedo resumirla en tratar de no confundir lo probable con lo posible, porque entonces la nostalgia de lo que no sucedió se convertirá en la tristeza del ideal inasequible. Por lo demás, es probable que el secreto destino de esta moneda lo encontremos aquí mismo, en América [...]