...el crustáceo emprendió la huida hacia la verdadera meta. Muchos le abucheaban por el camino, otros, desconcertados, le vitoreaban. Al poco, la traspasó, dejando atrás a todos los que halló y perdiéndose en el horizonte, dirección Zaragoza.
Y el veinte de noviembre, que hacía un día espléndido en el Port Olímpic de Barcelona, yo me encontraba sentado en una roca, contemplando la línea que divide el mar del cielo, a ver si divisaba una ballena amarilla de esa tan bonitas que no salen en los documentales de la televisión, y que tanto me fascinan (embobado estaba yo), cuando de pronto le vi llegar, jadeante, colorado. Presuroso se dirigió a mí con su característica vocecilla de cangrejo:
-Vengo reventado, indignado y desolado; un día que algunos tratan de imitar mi peculiar marcha, resulta que cuando estoy más ilusionado y a punto de triunfar... ¡no es más que un engaño!
Luego me contó la historia de la prueba atlética, que refiero aquí y prosiguió:
-...y para colmo y sin darme cuenta, he venido de Soria a Barcelona andando todo el rato hacia adelante. Me he podido hacer daño. ¿Increíble no?
-¿Increíble? –le respondí- ...a veces emisoras y diarios muestran o dicen cosas más difíciles de creer, querido cangrejo indignado y tu bien lo sabes. Eres un verdadero atleta y un auténtico campeón, y esto no se puede tergiversar.
-¡Calla, que me pones las pinzas de punta! -me dijo con esa vocecilla que se parece bastante a la que muchos y muchas seguro que habéis oído alguna vez en vuestro interior. Porque “ellos” tienen una vocecilla muy pequeña, pero resultona.
-Que triste te veo. -añadió- ¿Tú tampoco ves la ballena amarilla en el horizonte como le sucede a ese oso polar que se revuelca en la arena? Me lo acaba de contar.
-Pues no, yo tampoco la veo, supongo que porque el horizonte últimamente está algo obscuro. Pero nos queda el sol, saldrá, ése no falla.
-¡Mira! ...valió la pena venir hasta aquí: ¡vaya olas! Me voy “para dentro” a surfear, seguramente no tardarán mucho en pescarme, ¿pero verdad que es hermoso el mar?, ¿vienes?
-No se nadar, ni para atrás ni para adelante, y mi caminar es bastante inseguro. -asentí.
Y con estas palabras nos despedimos. Marchó haciendo camino un poco de lado y un poquito para atrás, con un brillo intenso en sus diminutos ojos negros y con sus dos pinzas dibujando una difícil y surrealista uve de victoria que despareció entre la espuma.
-¡Ay, estos cangrejos y cangrejas!... –suspiré- …¡quécojones tienen!
THE END