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Marco Curzio lanzándose a la sima de Luca Giordano

Publicado el 09 agosto 2024 por Rmartin
Marco Curzio lanzándose a la sima de Luca Giordano

Realizado hacia 1685

Óleo sobre lienzo de 290 X 355 cm

Depósito en otra institución

Un oráculo Según narra Tito Livio, en el siglo IV a. C. se abrió una sima en el Foro de Roma de la que salían amenazantes llamas. De acuerdo con el vaticinio de los augures, la sima se cerraría en el momento en que aquello en lo que residía la fuerza del pueblo romano se arrojara a ella. Interpretando que lo más valioso de la República era su juventud, Marco Curzio decidió poner fin a su vida arrojándose al fuego. Como, por otra parte, era habitual, Giordano reprodujo el momento de mayor patetismo, esto es, cuando el caballo alza sus patas delanteras para saltar sobre la sima provocando el horror de cuantos contemplan la escena.

La composición se acomodaba a la perfección al arco superior concebido originalmente por el artista, permitiendo que la figura del joven militar y su capa violeta se emplazaran en un plano superior al resto de las figuras. Giordano desarrolló este tema en, al menos, seis pinturas en las que se aprecian escasas variantes, muy probablemente motivadas por las diferencias de formato. Las otras cinco, anteriores en el tiempo a la que nos ocupa, presentan una composición muy parecida, en la que el joven protagonista aparece constreñido por los angostos límites del cuadro y por la presencia de un musculoso guerrero que ocupa parcialmente el primer plano. La del Prado es la más apaisada y airosa, y la única que presenta forma de arco en su límite superior, prueba de que su autor la concibió para un espacio concreto.

Como en pocas ocasiones, Giordano llevo a cabo aquí una detenida descripción de la ambientación histórica que, como suele ser habitual en su pintura, no procede de un estudio de primera mano de la arqueología clásica, sino que es una asimilación de sus interpretaciones renacentistas o barrocas. No es una casualidad que esta pintura sea una de las más cortonescas de su producción; de la misma forma que no debe extrañar tampoco que el jinete constituya una evidente apropiación del existente en la Expulsión de Heliodoro del templo (1511-12), de Rafael, en las Stanze Vaticane.Se mantiene aquí la cronología propuesta por Ferrari y Scavizzi, que parece correcta. Tienen razón los citados investigadores al considerar esta versión posterior al ejemplar del Palacio Real de Madrid, de composición más confusa. En la pintura del Prado, Giordano organizó las figuras en friso, de forma que Marco Curzio y la sima a la que se arroja ocupan casi exclusivamente el primer plano. Además, el caballo ejecuta la acción de manera más decidida, evitando las dudas que se observan en la otra versión madrileña, con el inexplicable giro de su cabeza hacia el espectador. Este efecto aparece reforzado por el contraste existente entre el primer plano y los planos subsiguientes, tanto en el toque, más minucioso y detallista en el primero, como en el color, más contrastado y luminoso en este mismo. Por otra parte, el uso de malvas, verdes o rosas, muy saturados, corresponden a la etapa anterior a su estancia en España. También la pincelada, prieta y contenida, que define con precisión perfiles y volúmenes, es muy característica de su momento florentino. Todas estas características se aprecian también en las otras versiones. En el cuadro del Prado se hace un diverso uso de la preparación, que queda a la vista en las zonas oscuras de la pintura, otorgándole un carácter más pictórico.

Procede de la biblioteca del colegio de San Pablo de Córdoba, donde lo vio Ponz junto a otra pintura del mismo autor, Betsabé en el baño. No existe noticia alguna que permita adivinar el origen de estas dos obras, aunque por su rareza en el panorama cordobés y por su extraordinario tamaño, podemos suponer que se trató de un misterioso e importante encargo o donación que no ha dejado rastro. En cualquier caso, no parece que originalmente fuera un conjunto coherente: ni el tamaño, ni los temas tratados, ni los formatos permiten confirmar esa hipótesis. Sin embargo, los estilos que presentan ambas pinturas y, consecuentemente, las fechas sí parecen muy próximos, con lo que sería necesario considerar que corresponden a un encargo unitario realizado antes de 1685, fecha probable de ejecución de las dos. Incomprensiblemente, esta pintura ha sido, en distintas ocasiones, despreciada por la crítica, quizás como consecuencia de su largo depósito en un lugar escasamente accesible a los especialistas. En realidad, se trata, sin duda alguna, de la mejor versión existente sobre este tema, cuya composición es consecuencia de la eliminación de las dudas que se observan en las pinturas anteriores del mismo tema; además en esta se aprecia una técnica diferente, pues la preparación rojiza juega un papel importante en la definición de la luz, inexistente en las versiones anteriores.

TEXTO: Web del Museo de El Prado

Ramón Martín


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